Concierto de Virtuós Mediterrani y Celtas Cortos en Valladolid.VM
En primera persona
'Las noches en carretera sigo la ruta hacia el mar'
Crónica de un fin de semana entre Alicante y España: los conciertos de Virtuós Mediterrani con Celtas Cortos en su gira sinfónica 'Solos ante el peligro'
Gerardo Estrada
Director de Virtuós Mediterrani
Viernes, 21 de febrero 2025, 16:10
Dan las 22.35 horas del jueves 13 de febrero en el Salón Imperio del Real Liceo Casino de Alicante. Sentado en una esquina recupero el aliento y regulo los latidos de mi corazón después del trepidante 'Finale' de la 'Serenata para Cuerdas' de Tchaikovsky. Se acercan algunas personas del público a dar la enhorabuena. El hermoso espacio va quedando vacío. Algunos músicos de la orquesta se despiden con un gesto cómplice y un «nos vemos en nada», que recuerda la inminente partida del autobús que sería el techo que albergaría nuestros sueños aquella noche mientras viajamos a Pamplona.
Aparecen en el salón la joven pianista Rae Pung y su madre. La joven venida de Singapur nos había ofrecido, hace unos minutos, un 'Concierto para piano y orquesta número 2' de Chopin de verdadero lujo. Y era esa la segunda función. El día anterior habiamos tocado en el Teatro de Invierno de San Javier el mismo repertorio que acabábamos de finalizar. La semana apenas iba por la mitad y ya habíamos vivido muchas horas de ensayos y conciertos.
Nuestras amigas asiáticas se despidieron con cariño y agradecimiento. Con ese sentimiento bonito que siempre queda después de una buena colaboración. Ese «espero verte pronto» en el que se trabaja para que deje de ser promesa y nos vuelva a cruzar en los escenarios de algún lugar del planeta. Después de recibir algunos souvenires de Alicante (turrón del bueno incluido), Rae y su madre abandonaron el Casino y ahí estaba yo, de nuevo mirando cómo se desmontaba la carpa de los sueños de aquella noche. Mi esposa se acerca y me devuelve a la realidad invitándome cordialmente a moverme para no llegar tarde a la cita con la carretera.
Con la suerte de vivir muy cerca del lugar, vuelvo a casa para estirar la espalda un par de minutos, refrescarme un poco, recoger las cosas necesarias y dejar las partituras de Tchaikovsky y Chopin para coger las de Cifuentes, Yeves y García, los Celtas Cortos. El autobús llega a la Puerta del Mar a las 00.00 horas en punto, con algunos músicos dentro ya (aquellos que viven en la Vega Baja).
Saludos, algunas risas, bromas y suspiros. «Las noches en carretera sigo la ruta hacia el mar... En el autobús el sueño no me viene a visitar...». Así reza 'República de Sanjes', una de las canciones de los Celtas Cortos que se está convirtiendo en un himno de nuestro periplo por razones más que obvias.
La llegada a nuestro hotel en Pamplona estaba prevista para las 10 horas. Teníamos por delante una parada en La Vila Joiosa para subir los voluminosos instrumentos de percusión (y a su ejecutante), además de recoger a David, nuestro concertino. Una parada reglamentaria en la madrugada, en algún gélido lugar cercano a Teruel y un desayuno ya en territorio de Navarra donde nos cogió la aparición del sol en aquel especial día de San Valentín.
Ya en la ciudad de los Sanfermines nos dirigimos al imponente Auditorio El Baluarte para abrir camerinos y dejar los instrumentos en el sitio. Acto seguido nos dirigimos a nuestro hotel situado a las afueras de la ciudad. Distribuidos en las habitaciones algunos tuvieron fuerzas para ir a recorrer Pamplona y hasta hacer un simulacro del encierro para sus redes personales. Otros prefirieron ahorrar fuerzas y descansar para estar a tope en la tarde. Yo opté por la segunda opción y disfruté de algunas horas de sueño antes de la comida y preparación para salir al auditorio.
En la tarde, al llegar al Baluarte disfrutamos una vez más de la alegría del encuentro con los Celtas. Abrazos de camaradería y emoción auguraban una buena noche de música. El escenario era amplio, las instalaciones impecables y la capacidad para recibir público parecía infinita. Mientras realizábamos las pruebas técnicas de rigor, casi no podíamos imaginar como se vería ese recinto lleno de gente. Tardaríamos poco en descubrirlo.
Para mí, la prueba fue dura. El cansancio acumulado comenzaba a pesar. Hice mi trabajo con austeridad y me retiré a mi camerino a hidratarme y descansar tranquilo (y majete) en un sillón que estaba allí dispuesto para ello. Me parece que incluso llegué a dormir unos minutos. Sin embargo, cuando comenzaron los llamados al escenario una fuerza especial se apoderó de mí y toda señal de cansancio desapareció como por arte de magia.
Esos segundos detrás del telón, y a oscuras, son tensos y emocionantes a partes iguales. Repasas detalles mentalmente. Revisas si tus auriculares y conexiones funcionan bien. Particularmente me gusta hacer contacto visual con toda mi tropa e intercambiar una sonrisa o alguna broma de las que aparecen en el día a día. A veces me acerco a alguno para estrechar su mano e intercambiar sensaciones de confianza y ánimo.
Ver abrirse el telón y descubrir el auditorio repleto de público hasta la bandera te proporciona una adrenalina indescriptible. Suena la señal indicada, baja la batuta y comienza el viaje. Ya no hay marcha atrás. Es un nuevo episodio irrepetible de esta historia. Lo vives como el primero y el último.
Al ser todo en riguroso directo 'pasan cosas'. De las maravillosas y mágicas, y de las que te aumentan el pulso por algunos segundos. Pero eso hace de este Celtas Cortos Sinfónico algo aún más único e irrepetible. Está todo hecho, pero no hay nada escrito a fuego.
El concierto fluye con mucha energía de ida y vuelta con el público. Mucho disfrute en el escenario y un gran matrimonio entre Celtas y Virtuós. Los temas se van sucediendo uno tras otro. Buena parte del repertorio proviene de la nueva producción de los Celtas mientras que otros son éxitos que todos conocen.
El concierto, musicalmente hablando, guarda momentos muy especiales pero prefiero limitarme a exhortar a quien me lee a acercarse a las próximas funciones y vivir la experiencia de primera mano.
Terminada la función y de vuelta a nuestro hotel compartimos una cena al filo de la medianoche, donde brindamos ese 14 de febrero por el amor y la amistad que nos unen. Por la gente que nos espera en nuestros hogares, cerca o lejos, y que en algún momento de nuestra vida nos han dado la fuerza y el valor para estar allí viviendo estas experiencias. Momento íntimo y sentimental. Terminamos de disfrutar los alimentos y nos retiramos a descansar, cansados y contentos.
A la conquista de Pucela
Son las nueve de la mañana del 15 de febrero. Compartimos desayuno en el hotel y vamos abordando nuestro autobús. Nos preparamos para volver a la carretera pero esta vez el viaje iba a tener un invitado muy especial: Alberto García, violín y trombón de los Celtas, que se vino hasta nuestro hotel para compartir con nosotros las casi cinco horas que separan Pamplona de Valladolid. Sencillamente, le hacia ilusión hacerlo. La presencia del artista y amigo entusiasma a los nuestros y mientras la luz del sol baña los paisajes de los caminos de esta España hermosa, las conversaciones, risas y anécdotas van iluminando el día. Sin duda, un tramo muy especial de nuestro viaje.
Llegamos a Valladolid cerca de las 14 horas. Fuimos directo a nuestro hotel para comer juntos de nuevo. Conversamos sobre algunos detalles y subrayamos la importancia de aquella noche: los Celtas jugarían en casa y hace un par de semanas se habían agotado las más de 1.600 localidades del Auditorio Miguel Delibes. Si siempre lo damos todo, ¡hoy era darlo todo y más! Seriedad, compromiso y confianza a partes iguales. Nos retiramos a descansar y prepararnos para la segunda batalla de esta doble fecha.
Sobre las 17 horas llegamos al auditorio. Un edificio impresionante ubicado justo frente al José Zorrilla, casa del Pucela (equipo que sin duda ha visto tiempos mejores, pero que no deja de ser un histórico del fútbol español). Sede de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, al transitar los pasillos que nos transportaban a nuestros camerinos íbamos reconociendo rostros en las fotos de los artistas que allí han actuado: Barenboim, Maisky, Vengerov, Bychkov y un largo etcétera de estrellas de la música clásica. Pero hoy era nuestro turno de brillar y lo teníamos muy pero que muy claro.
Llevamos adelante la prueba de sonido con algún elemento especial que comentaré más adelante. Por los pasillos corrían cámaras y periodistas. Personalidades de distinta índole pasaban de vez en cuando a saludar. Las expectativas eran altas y eso se sentía en el aire de una manera muy especial.
Minutos antes de salir a escena sentí el deseo de hablar con mis músicos. Nos reunimos cerca del escenario y me permití recordarles que sobre toda dificultad nuestro deseo de perseguir nuestros sueño nos había llevado hasta allí. Les recordé que esa noche teníamos una cita con la historia y debíamos hacerlo por todos los que nos apoyan día a día.
Al salir a escena se sintió la energía desde el primer minuto. La gente reaccionaba con cercanía a ese nuevo punto alto en la carrera de los Celtas Cortos, héroes y paladines locales que gozan hasta de una calle que lleva su nombre en Valladolid y, que con su música, han puesto el nombre de la ciudad del Pisuerga en boca de medio mundo.
«Es un honor estar acompañados de la orquesta Virtuós Mediterrani, quienes vienen desde Alicante, durmiendo en el autobús y pasándolas canutas con sus riñones», exclamó Alberto García en un punto del concierto.
Cerca del final, subió al escenario el Coro Valle de Aguas de Valladolid, quienes se unieron a la interpretación de 'La Senda del Tiempo' aportando una majestuosidad a la ya potente versión de Celtas+Virtuós. Fue este un momento donde más de uno manifestó por redes sociales que no pudo contener las lágrimas.
En lo personal, cuando dirijo este tema pasan por mi mente interminables recuerdos e imágenes que terminan por emocionarme inevitablemente. Me remonto a mi juventud en la tierra que me vio nacer. El amor de mi familia y mis amigos. Y realmente esta versión en Valladolid es difícil de superar en lo emocional. Algún músico de la orquesta también dejaba correr lágrimas por sus mejillas. Cada quien vive su historia junto a su instrumento y está música que te toca el corazón.
Cerca del fin de fiesta, Jesús Cifuentes, después de presentar a cada músico de la banda y de la orquesta, señaló que «de uno en uno ya damos guerra, aunque aparentemente somos pocos, pero todos juntos soplamos como un huracán». Y yo no puedo estar más de acuerdo. Ese momento en que Cifu pone nombre y rostro a cada instrumento y los David, Christian, Jorge, Javier, Paloma, Tomás, Romani, Morela, Serafín, Adis, Marta, Pablo, José, Manuel, Abel, Gabriel y Ángel dejan de ser un número y un sonido anónimo para recibir el aplauso a su esfuerzo y su talento, es un punto de respeto y reconocimiento que engrandece y motiva.
Finaliza otro concierto, uno muy especial y entre abrazos y enhorabuenas vamos de nuevo recogiendo nuestras cosas para preparar poco a poco la vuelta a nuestra 'terreta'. Me dirijo a mi camerino y en el camino entro a despedirme del coro Valle de Aguas. Eufóricas, las chicas corean mi nombre. Les lanzo besos y abrazos a las más de 30 voces allí presentes. Acto inmediato, y mientras me voy alejando, comienzan a corear eso de «¡Alicante! ¡Alicante! ¡Alicante!».
Allí me detengo unos segundos para recordar a tanta gente buena que nos quiere y nos apoya en esta tierra bendita. Desde los que trabajan en los bares hasta los que tratan de hacer lo que pueden para que este proyecto no muera. Incluyendo los que se preguntan por qué esta orquesta aún tiene tantas carencias. Recuerdo incluso a los que no nos quieren y les envío un abrazo a la distancia. Esos vítores para Alicante también les incluyen. Y algún día nos entenderán. O tal vez no. Nosotros seguiremos adelante. ¡Eso está claro!
Tal vez esta unión de Virtuós Mediterrani con los Celtas Cortos tenga muchas razones de ser, pero una de ellas es que la banda vallisoletana se presenta como un grupo de «corredores de fondo». Son una banda que lleva 40 años en la escena y la memoria colectiva, y que puede llenar escenarios con miles de personas, aún estando lejos del apoyo oficial o de los caminos regulares que van haciendo subir escalafones a los artistas. Lo que les mantiene allí es su calidad, su cercanía, su corazón, su entrega. Y su fe en lo que hacen. Sinceramente, creo que mi orquesta, mi Virtuós tiene mucho de esto.
En nuestra próxima parada iremos a Madrid, a la conquista de la capital en una doble fecha tremenda. El 3 de abril estaremos en el Teatro Principal de Alicante y cada uno de nosotros está soñando con vivir un llenazo como el de Valladolid por que ahora la otra mitad del equipo juega en casa. Mi corazón confía en Alicante. Sé que será memorable.
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