Torrecilla: se marcha un entrenador, se queda un herculano
Ya es historia del Hércules, aquel que despertó al gigante dormido, que hizo rugir el Rico Pérez hasta llevarlo al límite
Rubén Torrecilla llegó al lugar indicado en el momento preciso. Casi que me aventuraría a decir que en uno de los momentos más difíciles que ha vivido el Herculanismo en las últimas décadas.
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Se había dado a la fuga, sin ni siquiera despedirse el anterior entrenador, alguien a quien me sigue sin apetecer nombrar porque ese desprecio a la afición será difícil de perdonar e imposible de olvidar.
Pero llegó Rubén desde el Castellón, como bien le llamaba nuestro querido Speaker Mr. Barceló «el profesor». Con ese aura y carisma que no posee todo el mundo, comenzó a trazar un plan, ayudado, asesorado y escoltado…
Con él y su método de cercanía volvió la 'Hércules manía', escuchó al aficionado aunque, evidentemente, luego aplicaba en el campo lo que creía más conveniente y no siempre acertaba, pero siempre se le respetaba como a pocos entrenadores que han pasado por aquí.
Poco a poco se estaba ganando el cariño de una afición con muchísimos defectos pero no pocas virtudes. Una afición que con mínimos te entrega el alma y que le cuesta muchísimo bajar el pulgar si aunque los resultados no acompañen, ven tesón, raza y valentía en el juego.
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Torrecilla ya es historia del Hércules, aquel que despertó al gigante dormido, que hizo rugir el Rico Pérez hasta llevarlo al límite aquel 5 de mayo, el ascenso anhelado y no descafeinado solo por no ser todavía al fútbol profesional.
Llegaremos a Segunda División más pronto que tarde, pero para mí todo comenzó en aquel gol en el noventa y Nolan, en los 1000 de VIC, en los gritos por el empate de La Nucia, en el cambio de las zapatillas blancas por superstición, en aquellos días de euforia colectiva que fueron el primer escalón de lo que pronto el Hércules va camino de lograr.
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Un hombre que llegó a trabajar y que se marcha con el corazón blanquiazul, participando no solo en los actos deportivos sino también en los sociales, les Fogueres, la Semana Santa y la Santa Faz. Se marcha un entrenador, se queda un Herculano de eso creo que ninguno tenemos duda.
Pero el fútbol son números y los de fuera de casa hacían que ese proyecto que iba tomando forma ya en Primera RFEF nunca llegara a despegar. Ahí comenzó el declive y la supervivencia, todos sacamos nuestras calculadoras para aferrarnos a un milagro que nunca llegó.
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Y pese a ello, seguía teniendo infinidad de partidarios entre la afición, cada vez menos, pero jamás escuché hablar con saña aunque sí cada vez más que el cambio era necesario. Un nuevo aire para ambos.
Y aquí nos encontramos, despidiendo a una buena persona que se implicó, acertó, se equivocó, murió con sus ideas y nos hizo muy felices.
Lo que Rubén todavía no sabe es que los Herculanos jamás olvidamos a aquellos que, sin importar los resultados o el desenlace final, se han dejado la piel por este escudo centenario que heredamos de nuestros bisabuelos, unos colores que llevamos en la sangre y que tiñen de blanquiazul los 365 días del año.
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Lo que Rubén todavía no sabe es que los Herculanos jamás olvidamos a aquellos que, sin importar los resultados o el desenlace final, se han dejado la piel por este escudo centenario
Cierro los ojos y todavía recuerdo el sonido desde el césped del día del ascenso, la gente estaba eufórica y el terreno de juego invadido. Yo no paraba de lancear mi bandera Herculana, me di la vuelta y crucé la mirada contigo, Mari, esposa de Torrecilla. Lloraba, lloraba y le decía a lo lejos gracias, gracias, gracias.
Hoy desde aquí os vuelvo a repetir esa palabra, gracias por estos dos años. Gracias por hacerme vivir el primer ascenso junto a mi hijo Colate y gracias por cumplir el último sueño de mi padre, ascender junto a su nieto.
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