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Detalle de la falla de la plaza de San Agustín de Orihuela en 1933. archivo garcía-molina
Fallas de Orihuela 2023 | El colegio público de Hurchillo revive las fallas de la República en Orihuela

Orihuela revive las fallas de la República

El colegio público de Hurchillo recupera las «fiestas más importantes» del municipio en los años 30 | «Lo que querían era conseguir fallas como las de Valencia», resalta el director del centro

Adrián Mazón

Alicante

Viernes, 27 de enero 2023, 19:33

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El fuego como elemento unificador de dos municipios separados por más de 200 kilómetros. A pesar de sus raíces e idiosincrasia, ambas ciudades celebran la misma fiesta: las fallas. En el caso del 'cap i casal' en honor a San José, mientras que las de la Vega Baja son «con motivo de la fiesta de la Reconquista».

Fue en los años de la República cuando el esplendor de las fallas inundaba las calles de Orihuela. En la época se llegaron a plantar «hasta 20 monumentos» e, incluso, «había un Gremio de Maestros Falleros dedicados a trabajar todo el año para hacerlas», explica Joaquín Marzá, director del colegio público de Hurchillo.

Es en su centro -ubicado en la pedanía oriolana- donde, desde hace 13 años, reviven esta tradición perdida tras la guerra civil. «La fiesta más importante que tenía Orihuela en los años 30 eran las fallas», remarca. Así, cada marzo los alumnos de segundo de Primaria -los falleros- y de cinco años -los infantiles-, así como algunos de sus maestros, se visten con los trajes regionales de estas fiestas para vivir esta etapa histórica del municipio.

Detalle del cartel anunciador de las fallas de 1933.
Detalle del cartel anunciador de las fallas de 1933. recuperado por antonio galiano

En este caso, según el docente, las fiestas tradicionales se celebraban «el 18 de julio, cuando se hacen las de Moros y Cristianos». Sin embargo, en el centro educativo adelantan las fechas a la segunda y tercera semana de marzo porque «es cuando tenemos colegio».

Es así, como también coinciden con los orígenes de estas fallas en el sur de la Comunitat. Varios diarios de principios de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, recopilados en el libro 'Historias de las fallas en Orihuela' de Antonio Luis Galiano, publican -a fecha de 20 de marzo- que «infinidad de hogueras iluminaban con sus rojizas llamas las animadísimas calles».

Esto era el antecedente de las fiestas, ya que fue en 1906 cuando las fallas aparecieron en Orihuela. «Se denominarán desde el principio, a la usanza de Valencia y no como en Alicante que se llaman hogueras o 'fogueres'», plasma en su obra Galiano.

Falla Paseo de Sagasta de 1933.
Falla Paseo de Sagasta de 1933. archivo garcía-molina

Un término que no terminó de agradar a varios diarios de la provincia, pero que «en Orihuela desde que se empieza a hablar de este tema, siempre se las denomina como fallas y nunca como hogueras». Así, con la instauración de la nueva fiesta se establece también la fecha en horas de la reconquista.

Orgullo de conservar la fiesta

La casualidad quiso que las fallas se revivieran en Orihuela. Así, «por casualidad», el libro de Galiano cayó en manos de Marzá, quien descubrió la historia de las fallas en el municipio. «Me pareció extraño», recuerda. Aún así no dudó en plantear la idea de recrear este hecho histórico del pasado al claustro y al consejo escolar. «Empezamos la aventura».

Como siempre, los inicios «fueron complicados y complejos». De hecho, «el primer año que sacamos la falla, la gente nos decía que qué estábamos haciendo. Eso no era Orihuela, era Valencia». Mostrando así que «una gran parte de la ciudadanía de Orihuela desconoce» los festejos del fuego celebrados en la primera mitad del siglo XX en el municipio.

Ha sido el paso del tiempo lo que les ha permitido crecer en esta fiesta. El centro escolar de Hurchillo cuenta con una Junta Central Fallera propia, en la que eligen a sus falleros para representar las fiestas de cada año. En su primera edición fueron dos los niños elegidos, hasta que el año pasado contaron con una corte de honor de 20 alumnos y este 2023 con 15.

Alumnos del colegio de Hurchillo celebran las fallas. Joaquín Marzá

La exaltación fallera, la plantà, una mascletà y la cremà

Es en los días de celebración de las fallas del colegio de Hurchillo cuando la emoción «está en todo el mundo». Este momento «se vive como algo significativo», expresa el director del centro, Joaquín Marzá. Padres, niños y docentes colaboran para celebrar esta tradición recuperada hace 13 años.

Para ello, celebran dos actos en dos días distintos, tras la presentación del cartel. El calendario 2023 marca el 10 de marzo como el día de la exaltación, una semana antes de la plantà. «Cualquier falla no hará uno tan cargado de importancia como el nuestro», expone ante la importancia de este evento en las fiestas del municipio, cuya participación se incrementa año tras año.

Tras la presentación de los cargos de honor, se hará «de forma excepcional este año» un desfile por las calles de la pedanía que congregará a 30 personas del colegio. Este es un adelanto a la jornada del día 17 de marzo.

Será ahí cuando la falla salga a la calle. Los padres y maestros la plantarán en el centro educativo y sus puertas se abrirán al público para contemplar el monumento. Ese mismo día, los alumnos dispararán una mascletà -hecha a partir de globos- para celebrar las fallas.

Durante la tarde del 17 de marzo, los bomberos llegarán al colegio de Hurchillo. Será en ese momento cuando se dispare un castillo de fuegos y se dé paso a la cremà de la falla.

Es este año cuando el colegio «cumple 30 años en la Red de Escuelas Asociadas de la UNESCO», la misma institución que declaró Patrimonio de la Humanidad las fallas en 2016. «Nos sentimos orgullosos de colaborar en esta historia dentro de ser una escuela asociada a la UNESCO».

«Nos sentimos orgullosos de haber conservado una tradición desaparecida, de contar a la gente lo que estamos haciendo y de que los niños y niñas vivan algo muy importante» en la historia de su municipio. En palabras del docente, para «poder aprender se debe sentir y vivir», así su procedimiento a seguir consiste en que «la mejor clase que puede aprender un niño es vivir la fiesta, contársela».

Recuerdos que surgen y se reconstruyen

En este centro público de la pedanía oriolana «todos los niños llevan un pañuelo amarillo». Es el primer día de clase cuando se les entrega esta prenda «y lo deben tener durante los nueve años de colegio». Este es el símbolo «significativo» que les hace recordar que sus orígenes son de fuego y que, durante su primera etapa educativa, revivirán la tradición de sus antepasados.

Los alumnos del colegio de Hurchillo reviven las fallas.
Los alumnos del colegio de Hurchillo reviven las fallas. joaquín marzá

De hecho, una de las niñas que fue elegida fallera mayor descubrió que «su bisabuela había sido fallera de las fallas de 1933». Con este gesto de recuperación de la historia, «hemos puesto en valor desde hace 13 años un legado importante que desconocíamos».

Esto no solo es cosa de niños, también sus familias están involucradas en las fallas. «Es muy importante, porque la historia la formamos entre todos», incide Marzá. Así, padres y maestros son los encargados de confeccionar el monumento fallero, «una reproducción de una falla de la época» que ya avanza el cartel de esta edición.

En este caso, se reconstruirá la falla de la Plaza de San Agustín de 1933, proyecto original de los artistas falleros oriolanos Lucio Sabaria y Estanislao Gimeno. En años anteriores se han levantado monumentos de 1935, como la falla del Paseo de Sagasta de 1935, construida también por Sarabia, la cual contó con poemas de Miguel Hernández a su alrededor.

Mantener esta tradición permite a la ciudadanía de Orihuela acercarse más a su pasado, a esos momentos en los que «todo el mundo quería conseguir fallas como las de Valencia». Un deseo que era casi imposible, debido a que las realidades en ambos municipios eran muy diversas, como bien reflejaba la crítica social que -desde sus orígenes- inundaba estos monumentos.

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