Donde París se come con las manos, el secreto francés del Mercado Central de Alicante
En Bistrot Christine, el nuevo puesto gastronómico en la galería, el vino narra historias y cada plato conserva el eco de una cocina familiar
En plena planta cero del Mercado Central de Alicante, entre voces de tenderos y el olor a fruta recién cortada, ha nacido un rincón inesperado. Es a las puertas del Cerca donde se ha instalado un pedazo de París servido en plato pequeño, para comerse con los dedos y con el corazón. Se llama Bistrot Christine, pero más que un nombre, es un homenaje. Un puente entre países, entre madre e hija, entre recuerdos y migas de pan.
Quien se sienta en su barra no solo encuentra foie, brie, estofados o vinos traídos de Francia; encuentra un legado. Detrás del proyecto está Raphäelle Crapez, francesa de nacimiento y nómada por destino. Nació en París -la única de cuatro hermanas que llegó al mundo allí-, pero creció entre distintas ciudades galas y otros países, siguiendo los pasos profesionales de su padre.
Esta alicantina de adopción, como presume ser, ha viajado, trabajado en multinacionales e, incluso, ha dirigido el departamento de marketing de una marca de tequila. En cada uno de estos pasos ha recorrido medio mundo, hasta que el mapa la ha conducido al lugar donde todo empezó y todo terminó, Alicante. Esta ha sido la ciudad donde su madre, Christine, decidió jubilarse y vivir sus últimos días.
«Me quedé donde ella decidió que era su casa», explica Raphäelle. Y así, en junio de 2023, ancló sus pasos en el Mediterráneo para levantar, años después, un altar gastronómico en memoria de su madre. A su lado, su pareja Ana, profesora de vocación y cocinera por obra del amor, ha dado forma a un sueño en el que la cocina no es negocio, sino lenguaje familiar.
En casa de los padres de Raphäelle, la cocina era el centro de todo. Allí se hablaba, se lloraba, se brindaba. Su padre descorchaba vinos y su madre cocinaba a fuego lento, sin recetas escritas, con esa precisión invisible que solo dan los años y el cuidado. Las hijas crecieron entre vapores de mantequilla y ollas que burbujeaban historias. Eso es lo que ahora intentan servir, entre el bullicio del mercado. Más que platos, recuerdos comestibles.
Un bistrot de mercado, no de mantel
Bistrot Christine no busca emular el París turístico de postales. Su estética viaja a los distritos de Le Marais o Montmartre, a ese París bohemio de cafés antiguos, toldos rojos y barras de zinc. Todo ha se ha pensado, y repensado, para este puesto del Mercado Central de Alicante. Desde los cuadros y los suelos a medida hasta el brillo exacto de la barra. Pero la clave está en la propuesta, basada en grandes clásicos de la cocina francesa transformados en bocados para comer con las manos, como si el mantel hubiera salido a pasear.
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Aquí, un estofado bourguignon no se sirve en plato hondo, sino desmigado y reposado dentro de un pan tierno, bañado en su propio jugo. El mítico bikini -ese sencillo sándwich- se convierte en una pequeña declaración gastronómica con brie trufado, coronado como uno de los imprescindibles del puesto. Trabajan en una versión de la sopa de cebolla, pero adaptada al lenguaje del mercado. Sin cucharas, sin ceremonia, solo pura intensidad.
El pan y la bollería llegan desde una panadería de Alicante con raíces francesas. Las verduras y embutidos se compran a los propios vecinos de puesto, quienes han recibido a Ana y Raphäelle con los brazos abiertos. El vermú y muchos ingredientes especiales viajan desde Francia. La carta, aún breve, está pulida como una joya. No hay prisa. Hay precisión.
Entre Alicante y París, un maridaje por venir
Por ahora, los vinos son franceses, vinos con alma que cuentan vida. Pero la idea es ir tejiendo un diálogo con Alicante, maridar el buen comer de su tierra con los viñedos DO de la provincia. Lo mismo con los platos, pues pronto llegará el tiempo de crear una coca de mollitas con acento francés. Quién sabe si asumirán el reto de cruzar mantequilla con aceite de oliva.
Además, de las comidas, hay quien también acude al Bistrot Christine del Mercado Central de Alicante solo a desayunar. Es aquí donde cada café se sirve con un pequeño dulce regional francés. Puede ser un bizcocho de Gascuña, o una receta antigua de Borgoña. No hay cartel que lo anuncie. Es un gesto íntimo. Un guiño a Christine. Porque al final, esto es lo que pasa en este pequeño puesto de mercado, que no se cocina para alimentar, sino para recordar. Y en el caso de Raphäelle, para volver a estar como en casa.