Alicante, capital del reencuentro Michelin: dos amigos, tres estrellas y un menú único
Orobianco y La Rei Natura orquestan una experiencia efímera donde la técnica dialoga con la emoción, entre recuerdos y proximidad
Hace diecisiete años, en una cocina de Milán, dos jóvenes italianos se cruzaron entre sartenes y fuegos encendidos. Andrea Drago y Michelangelo Mammoliti apenas intuían entonces el camino que les esperaba: uno rumbo al Mediterráneo alicantino y el otro al Piamonte. Lo que sí nació allí, en medio de largas jornadas de trabajo, fue una amistad que sigue encendida.
Esa complicidad se ha reencontrado en Calpe, en Orobianco, el restaurante que Drago conduce con el apoyo gastronómico de Paolo Casagrande. Frente al mar, con el peñón de Ifach como testigo, Mammoliti -alma de La Rei Natura, en el Piamonte- se ha instalado durante unos días en la colina para cocinar a cuatro manos.
La experiencia, efímera ya que tan solo ha durado una noche, no es solo un menú, sino un reencuentro con el pasado, una conversación hecha de platos. «Nunca cocinamos por reconocimientos, pero las estrellas son las que te empujan a seguir», confiesa Drago, cuyo restaurante -Orobianco- tiene el privilegio de ser el único Michelin italiano en España. En su caso, lo que le importa es que cada comensal salga feliz, sorprendido y tocado por algo.
Su cocina tiene raíces en la temporada, en el producto cercano, con un carácter inevitablemente mediterráneo. Así lo demuestran sus platos, como la gamba roja marinada junto al conejo en homenaje a la Comunitat, o esa carbonara acompañada de horchata de chufa infusionada con hierbas, puente perfecto entre dos tierras.
Mammoliti, en cambio, trae en la maleta los sabores de la infancia. Su filosofía es la del recuerdo, la de esa comida que evoca un olor de la niñez, un paisaje del Piamonte, la voz de la abuela llamando a cenar. «Siempre hay algo que contar en un plato», asegura. Y esa historia personal, al ponerla sobre la mesa, se convierte en diferencia, en identidad.
El reto de juntar dos almas
Unir estas dos miradas no es tarea sencilla. La cocina de Drago se apoya en el kilómetro cero, en la inmediatez del producto, mientras que la de Mammoliti viaja a través de la memoria. Sin embargo, el diálogo ha fluido en esta experiencia única e irrepetible. Orobianco ha construido los aperitivos y el cierre, y Mammoliti firma cuatro platos intercalados con los de Drago. El resultado no es una suma, sino un relato único, que avanza con equilibrio y emoción.
Dos 'mares' que se encuentran
En el Piamonte, Mammoliti cocina frente a un mar de viñedos. En Calpe, Drago lo hace mirando la inmensidad del Mediterráneo. Distintos paisajes, pero mismo horizonte. «Las vistas son las mismas», bromea el chef de Orobianco, «solo cambia que aquí hay mar y allí hay uvas».
1 /
Ese mar compartido es también metáfora de lo que los une. El respeto por la tradición, la pasión por emocionar, el deseo de seguir creciendo sin perder la esencia. Drago ha hecho de Calpe su casa. Mammoliti apunta a una tercera estrella sin decirlo en voz alta. Pero a día de hoy, ninguno habla de reconocimientos. Hablan de amistad, de recuerdos, de una mesa donde dos cocinas se miran, se entienden y se celebran.