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En la barra de El Palmito no faltan los clásicos: una bandeja de ensaladilla, magro con tomate y una tortilla de patatas. Una combinación habitual en cualquier bar de Alicante pero que, en este caso, esconde una propuesta muy poco convencional. Este pequeño local, decorado con lámparas de esparto y con un aire tropical, ofrece una de las experiencias gastronómicas más frescas de la ciudad.
Y es que El Palmito se abastece directamente de su entorno: las galerías Inmaculada del Pla. Allí, los clientes pueden acercarse a la pescadería, comprar unos mejillones o unas almejas, y llevarlos directamente al bar, donde se los cocinan al momento. Si alguien quiere una tabla de quesos o embutidos, es Juan, el camarero, quien se acerca a la carnicería, hace la compra en el acto y regresa para servirla.
La fórmula parece funcionar. Según explica el propio Juan, los fines de semana el local se llena y es necesario reservar. Entre semana, las galerías exhiben la estampa de un importante número de personas mayores que acuden a hacer la compra en los diferentes puestos, pero los viernes y sábados el ambiente cambia por completo: se suman vecinos más jóvenes que han encontrado en este bar una excelente relación calidad-precio.
«Aquí mucha gente viene por la carne en salsa o pide tortillas para llevar. De lunes a viernes se hacen muchas tostadas y desayunos», cuenta Juan. Pero el ambiente cambia el fin de semana: los cafés dejan paso al vermut, las tostadas a las tapas, y así El Palmito llena de vida las galerías comerciales de Inmaculada del Pla.
Además de sus tapas y el producto fresco de mercado, en El Palmito también cuidan la carta de vinos: buscan referencias conocidas para acompañar cada plato. Así, no es raro maridar unas almejas con un Mar de Frades o un plato de embutido con un Protos. Una propuesta que busca satisfacer a un público que aprecia el producto de calidad y valora acompañarlo con nombres reconocibles.
El Palmito ya es parte de la creciente oferta gastronómica en mercados y galerías. Un modelo que se extiende por la ciudad y que busca transformar el acto de comprar en una experiencia de ocio y socialización. «Mucha gente aprovecha para pasar por los puestos y luego se queda con los amigos a tomar algo», comenta José, otro camarero del local. «Cada vez viene más gente joven, sobre todo alrededor de los 30 años. Aquí se celebra de todo: comidas familiares, cumpleaños o quedadas con amigos», añade mientras prepara unos mejillones recién comprados en la pescadería vecina.
«En las galerías todos nos ayudamos. No somos competencia», concluye con una sonrisa.
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