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La autora del artículo, Ana Belén Andreu. TA
La expresión del sonido
Opinión

La expresión del sonido

«Simplemente era un pintor genial, con un talento innato y una dedicación pasional»

Ana Belén Andreu Bueno

Viernes, 12 de abril 2024, 12:34

Benigno Andreu era pintor, muy buen pintor. También era sordo, muy sordo; una meningitis le dejó la cóclea como una piedra a la temprana edad de tres años, le borró la conciencia fonológica y todo recuerdo sonoro. No oía nada, ni siquiera un zumbido procedente del oído interno; no conoció su voz, ni los sonidos de las palabras, ni el susurro y tampoco los ruidos naturales y artificiales. Con los años fue aprendiendo que las cosas sonaban, incluso el aire; que había nombres para describir tipos de ruidos y que los sonidos producían sensaciones y sentimientos.

No obstante, pese a que nunca conoció cómo eran esos sonidos y no sintió nostalgia por lo que pudo haber escuchado o sentido, fue capaz de expresar el sonido a través de sus obras. El eco del mar mediterráneo y el vaivén rítmico, repetitivo y concentrado de las olas en contacto con las piedras en sus marinas de Las Rotas de Denia; la voz de los vientos y el rumor de los árboles en los diversos paisajes de Alcoy; el tintineo paciente de la lluvia del cielo gris en sus cuadros costumbristas de los campos de castilla y, el crujido del papel de un periódico abandonado o el chirrido de un coche, elementos a menudo incorporados ilustrando el desarrollo moderno y urbano en contraste con el sonido natural del medio rural.

Ciertamente tenía una gran capacidad para crear impresiones visuales con reproducciones auditivas generadoras de sentimientos y recuerdos. Hay quienes fundamentan esa habilidad en una comunicación subjetiva de procesos inconscientes de la memoria auditiva, otros la atribuyen a su arrojo y valentía (que la tenía) y perseverancia en lograr lo que se proponía. Y también hay quienes sostienen una interpretación relacionada con el lenguaje del silencio, el cual facilita la manifestación de las profundidades implícitas de lo explícito en la expresión sonora de la imagen, como dando cuenta de los límites del lenguaje para interpretar y describir un conjunto artístico.

Sin embargo, todo es mucho más sencillo, simplemente era un pintor genial, con un talento innato y una dedicación pasional, cuya trayectoria creativa no se explica por lo que le ocurrió en su vida, es decir que en sus obras no hay reflejo de su sordera, al igual que en la novena de Beethoven que la compuso cuando estaba ya totalmente sordo o como Virginia Wolf cuyos altibajos emocionales asociados a la enfermedad bipolar que sufría no interrumpieron su actividad literaria. Benigno sólo lamentó que el espectador se viera motivado a participar activamente del arte únicamente cuando recibía una explicación narrada, es decir, que la comprensión natural de las imágenes pictóricas dependiera exclusivamente de las palabras.

Quizá el único sonido que sintió fue el latido de su gran corazón y cuando éste paró, le pregunté a la doctora que certificó su muerte si al auscultarle escuchaba algo, «nada» respondió. «Nada», justo lo que él escuchó en vida, pero expresó el sonido a través del dibujo y la pintura.

El 13 de abril se cumple el sexto aniversario de su muerte, algunas de sus obras permanecerán expuestas en la exposición En Memòria. Una exposición colectiva con Vicent Moya (1934-2010) y Paco Barrachina (1940 -2017), en la Fundación Mutua Levante de Alcoy, del 8 de abril al 24 de mayo de 2024.

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