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Todo el mundo se conoce. Esto es lo que ocurre entre los vecinos de la isla habitada más pequeña de la Comunitat Valenciana, ubicada en la costa de Alicante. Cada vecino controla el terreno, pues son pocas las familias autóctonas descendientes de genoveses -y nuevas incorporaciones- que continúan viviendo en la isla de Nueva Tabarca, sobre todo a diario.
Las cifras revelan que solo quedan cerca de 60 habitantes en esta extensión de la ciudad. Un número que ha disminuido a lo largo de los años ante la falta de infraestructuras básicas como escuelas, supermercados o, simplemente, un transporte regular -con mayor franja horaria en sus trayectos- que conecte con la península.
Sin embargo, la magia que envuelve la historia de la isla y el exotismo provocado en ciudadanos y turistas de conocer este pequeño trozo de tierra que flota en mitad del Mediterráneo hace que, cada verano, el número de personas que pasean por las calles de Tabarca se incremente en más de un 25.000%. De hecho, hay días en los que la isla llega a albergar más de 5.000 visitantes.
La mayoría de ellos dejan su rastro desde las 10 horas de la mañana hasta las 16 horas de la tarde, franja principal de llegada y salida de las tabarqueras y los taxis. Y es que en este intervalo de tiempo es difícil enamorarse, pues no da tiempo ni siquiera a conocerse, ya que los locales suelen aprovechar la temporada alta para trabajar en los restaurantes que componen el sector servicios de la isla.
Y hacerlo entre familias no es la mejor opción, pues todos se conocen y tienen, también, su vida en la península. Por ello, uno de los vecinos de la isla -quien ha preferido mantenerse en el anonimato- ha contado a TodoAlicante su experiencia de «más jovencito» a la hora de ligar en Tabarca. Este isleño, junto a su pandilla, aprovechaban «cuando venían algunas chicas de fuera» a pasar unos días. Sobre todo durante las fiestas -en el mes de julio- o de vacaciones en fin de semana.
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Este vecino trabajaba en uno de los restaurantes de la isla y cuando «me llamaban para hacer portes en vehículo» por la isla, «a veces me encontraba con algunas» turistas. Mientras le observaban extrañadas por verle conducir entre las calles, «aprovechaba y hablaba con ellas, les daba mi número» para, tras el turno, «quedar con ellas».
Esta es la fortuna del verano, el poder conocer a nuevas personas porque «en temporada baja mal», reconoce. Sin embargo, durante la Nochevieja la isla se repobla porque «alquilan casas» para celebrar la entrada del Nuevo Año. Una cita en la que se retoma parte del ritmo estival para tener contacto más allá de las mismas caras que los vecinos suelen ver a diario.
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