Carmen cumple 100 años y aún aguanta despierta hasta que termine de jugar el Real Madrid
Esta vecina de Alicante celebra su siglo de vida rodeada de familiares llegados de todas partes
Si no fuera porque en casa ya se acumulan las felicitaciones y porque la familia lleva días organizando una celebración «a lo grande», nadie diría que Carmen Hernández cumple este sábado 100 años. No los aparenta ni en la mirada ni en el humor, y mucho menos en esa chispa que conserva intacta.
Esa chispa es la misma que le hizo anunciar, hace apenas unas noches, que no pensaba acostarse hasta que acabara el partido del Real Madrid. «Con Nadal era igual… imposible llamarla mientras jugaba», recuerda su hijo Juan, entre risas. Es lo mismo que se le sucede con los sets del número uno del mundo, Carlos Alcaraz.
Carmen ha llegado al centenario «sin darse cuenta», como quien avanza por la vida con una mezcla de serenidad y carácter. Su hijo asegura que la cabeza la tiene sorprendentemente bien, ya que conversa, pregunta, bromea, se emociona y hasta se acuerda de su compañera de pupitre, de aquellos días en que soñaba con escenarios y canciones. Porque antes que nada, su ilusión siempre fue la de ser artista.
Cantar era su manera de vivir. Tenía una voz «brutal y estupenda», capaz de pasar de la ópera a la zarzuela sin perder un ápice de fuerza. En Madrid dio clases de canto y en Yecla -su tierra natal- participó en multitud de representaciones para recaudar fondos para la parroquia, para reparar el manto de la Virgen o para pequeñas causas del pueblo.
Su carrera se detuvo al casarse -cosas de la época-, pero nunca dejó de cantar por dentro. «Si pudiera, estaría todavía sobre un escenario», confiesa su hijo. Esa pasión artística, tan suya, sigue latiendo incluso ahora, cuando oye música se aviva una luz que no envejece.
Un siglo de caminos, familia y raíces
Esposa de un director de la extinta Caja de Ahorros del Sureste de España, su infancia estuvo marcada por mudanzas continuas. «Cada hijo tendría que haber nacido en una comunidad autónoma diferente», bromea Juan. Pero su madre siempre volvía a Yecla para dar a luz, porque allí estaba la familia, el refugio.
Después vivieron en Aspe y en 1975 la vida les llevó definitivamente a Alicante. Aquí sus hijos crecieron, estudiaron y trabajaron. Aquí Carmen encontró su hogar. Hoy es alicantina de pleno derecho, aunque conserve en la memoria el acento emocional de Yecla.
La última de su generación
Carmen camina por casa con andador, sale a la calle en silla de ruedas y aun así conserva un aire vivaz, bromista y atento. Es la última de su generación, la matriarca de una familia extensa que este sábado reunirá a más de cuarenta personas entre hijos, sobrinos, nietos y bisnietos -ocho- que la miran con pura admiración.
Ella sabe que cumple años, pero no imagina lo que se está preparando, un recorrido por su vida en más de 200 fotografías, desde la juventud de sus padres hasta el presente. Un homenaje que sus hijos y nietos han creado con mimo, casi como quien escribe una novela familiar.
A veces pregunta cuánto le queda. «Unos días», le responde Juan, riendo, sabiendo que este sábado 15 de noviembre será el más especial, al aglutinar el abrazo colectivo, el cariño multiplicado y un siglo celebrado.