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Ando estos días escuchando mucho hablar de inmigración, de integración y de dos jóvenes futbolistas extraordinarios no solo por su futbol y sus valores sino por su procedencia, como si el futbol y los valores no fuesen universales, es decir patrimonio de nadie. Todo esto viene por la disputa que hay en estos momentos con el reparto de menores, pero esta polémica nos lleva a la inmigración y sus consecuencias en general, según un partido concreto, VOX, el resto de partidos pasa desde el buenismo mal entendido y aplicado, el PSOE hasta el mal explicado, el PP.
¿Por qué digo esto? Porque uno de los debates es la llegada masiva de personas a España, no por las puertas de entrada oficiales, sino por su riesgo y cuenta. Esa manera de llegar arriesgándolo todo les puede costar la vida, pero su hambre por mejorar su presente y futuro hace que el peligro se pierda en pos del sueño europeo.
Los llamamos ilegales porque no entran por los pasos fronterizos establecidos, es una manera de definirlos que parece que los acercan más a la delincuencia que a su propósito primero y único, prosperar. Cuando vienen, dejan atrás su familia, sus amigos, su zona de confort para emprender un sueño, progresar. ¿Cómo lo hacen? Desde abajo, lo que nadie quiere hacer, de sol a sol, dejándose la piel para ir creciendo, primero un habitación, luego un piso compartido para terminar teniendo su propia vivienda según decidan si se vuelven o se quedan aquí, es su meta final.
Los que se quedan emprenden nueva vida ya adaptándose a la nueva cultura, guardando un poco de la suya, para transmitirla a los recién nacidos, esos españoles de todos los colores y con nombres y apellidos diferentes pero que son ya nuestros, que son nuestros compatriotas sin más. Pondré los ejemplos de Lamine Yamal y Nico Williams, son tan nuestros que no necesitan cada vez que se presentan que alguien por detrás nos cuente la historia de su llegada, no por nada, porque ellos los nacidos aquí ya son españoles y como tal deben ser tratados, no con ese complejo de superioridad. Esa condescendencia de explicar de dónde viene hace que el nuevo nacional no se sienta como tal, sino con la cultura de sus progenitores porque nota en el fondo el rechazo y dificulta la integración.
El emigrante, ya sabe quién es, no necesita que se lo recordemos a diario, y sus hijos nacidos aquí piden a grito ser tratados como nacionales, no recordándoles a diario por su nombre, apellido o facción que no son de aquí. Cada vez que se haga la cronología del nuevo nacionalizado cada vez detestará mas serlo, porque sentirá el rechazo en el mismo momento que se relate su historia que es íntima y personal y que él decidirá cuando, como y a quién la cuenta. El buenismo mal entendido desintegra, no integra.
La integración no debe entrar en senderos donde el sentimiento prime sobre las razones del diseño de una política migratoria acorde al país, a sus necesidades y a su cultura. Los países más poderosos, todos ellos han recurrido a la inmigración para crecer pero lo han hecho regulando los flujos de entrada, esa medida permite al país crecer controladamente. Poner remedio a oleadas que si no se tiene capacidad para recibirlas, es un suicidio como sociedad, se crean tensiones donde no existían y no ayudan al que lo necesita. Caldo de cultivo para la aparición de partidos de extrema derecha.
Querer proteger tus fronteras no tiene nada de xenófobo, ni de racista. Las operaciones que se hacen en el Sahel son para protegernos y allí enviamos a militares. Enviar buques de la Armada frente a países africanos de donde se sabe que salen los cayucos, es evitar tensiones en nuestro país. Hacer un recuento de personas que necesitamos para crecer, es ayudar a esas personas desesperadas a venir e incorporarse rápidamente a la vida laboral. Ayudarlos en origen a que crezca su país también es importante para reducir el flujo migratorio.
Quitar argumentos a los populistas de derecha es una tarea importante de todos, hasta de los inmigrantes que ya están establecidos y que no quieren que se les señale, quieren vivir en paz realizando sus sueños. Ellos mismos se avergüenzan de aquellos que no respetan el país de acogida, y nosotros debemos hacer todo para que nuestra necesidad y su proyecto de futuro vayan juntos de la mano. La inmigración es un asunto de pragmatismo, economía y de personas al albur del interés de un país, en esta caso España. La diversidad siempre suma y la integración sin prejuicios es la clave para que construyamos una sociedad más justa y equitativa para todos.
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