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Olatz Hernández y Miguel Pérez
Martes, 1 de octubre 2024, 09:44
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Mark Rutte (La Haya, 57 años) ha asumido este martes el control de la OTAN. Después de catorce años como primer ministro de Países Bajos, el dinámico político neerlandés sustituye al noruego Jens Stoltenberg, quien ha permanecido una década al frente de la Alianza Atlántica. Los dos poseen tres nexos que les vinculan: el pragmatismo, el amor a la bicicleta y la experiencia de vivir uno de los periodos más convulsos de la organización militar desde la Guerra Fría.
La asunción del cargo viene marcada por las dos crisis bélicas en Ucrania y Oriente Medio. El nuevo jefe político tendrá «como máxima prioridad» el apoyo a la exrepública soviética frente a Rusia y apostará por reforzar la capacidad y la defensa colectiva, con más gasto militar por parte de los aliados. «También debemos trabajar para ampliar nuestros socios en el este», ha destacado Rutte. El neerlandés se ha mostrado preocupado asimismo por la escalada de violencia en Líbano y ha asegurado que la OTAN está trabajando con sus socios para llamar al diálogo diplomático y a un alto el fuego.
Los aliados designaron en junio a Mark Rutte como sucesor del noruego Jens Stoltenberg. Del político neerlandés, su predecesor dijo que «es un líder fuerte y creador de consensos. Sé que dejo la OTAN en buenas manos». Este mismo martes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha deseado suerte a Rutte. «Tu liderazgo será crucial para determinar el rol de la Alianza en nuestra seguridad y en el apoyo a Ucrania. Reforcemos aún más la alianza entre la Unión Europea y la OTAN», ha escrito la política alemana en su cuenta de X.
Rutte era el claro favorito a ocupar el cargo desde el inicio del proceso. Contó desde el primer momento con el apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido. También tiene buenas relaciones con la líder italiana Giorgia Meloni. Y finalmente logró el respaldo de Eslovaquia y Hungría, tras asegurar por carta a Viktor Orbán que respetaría su decisión de no participar en el envío de armas a Kiev y en el entrenamiento de soldados ucranianos.
El traspaso de poderese ha tenido lugar mientras gran parte de Occidente contiene la respiración ante la ofensiva que Israel ha desatado esta madrugada en Líbano para desmantelar la infraestructura de Hezbolá, en un episodio de alto riesgo que no tiene precedentes desde 2006. La invasión le recuerda a la OTAN, y por supuesto a su nuevo líder, que Oriente Medio se ha convertido en una nueva fuente de preocupaciones para los aliados y que la vieja confrontación de bloques derivada de la Guerra Fría empieza a ser historia.
De hecho, una de las misiones principales de Rutte será la adecuación de la Alianza a un nuevo escenario geopolítico donde ya no solo cabe la amenaza rusa, aunque ha advertido a su presidente, Vladímir Putin, que la OTAN no dejará de prestar ayuda a Ucrania y hará todo lo posible por integrarla en su estructura. «No puede haber seguridad duradera en Europa sin una Ucrania fuerte e independiente», ha dicho en la ceremonia de traspaso.
Quienes le conocen afirman que su carácter diplomático ayudará en el complejo proceso de flexibilizar las estructuras de la defensa occidental y establecer vínculos en nuevos escenarios. La Alianza tiene pendiente mejorar su influencia en el Pacífico, con Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur como países amigos, o fortalecer la mirada hacia el sur, donde hierve un creciente yihadismo. Sobre China, ha señalado que el gigante asiático «debe parar» su respaldo a Rusia y dejar de «facilitar» su «guerra de agresión» mediante el suministro de materiales bajo embargo occidental o acciones que le pemiten sortear las sanciones internacionales.
A Rutte se le conoce como el 'teflón'. Obedece a su capacidad de superar los problemas más calientes como si resbalasen sobre su figura política. Así ha ido sobreviviendo en el día a día de un país que el año pasado le dio la espalda por su gestión de la migración y en 2021 se indignó por la orden de retirada de ayudas a los hijos, que dejó colgadas a casi 27.000 familias. En ambas ocasiones, el político liberal dimitió junto con su gabinete, pero ha continuado en una suerte de gobernanza interina. La extrema derecha ganó las elecciones el pasado noviembre y han sido necesarios ocho meses y cuatro candidatos a primer ministro para configurar un nuevo Ejecutivo sin su adhesiva presencia.
Al dirigente del centroderechista Partido Popular por la Libertad y la Democracia le rodea la fama de diplomático, paciente y el tipo de político que puede propinar una bofetada mientras sonríe al abofeteado, sin resultar descartable que éste termine dándole las gracias. Pero sobre todo se ha ganado la fama de constructor de acuerdos. Y eso es una póliza de seguros en una OTAN compuesta por 32 aliados que atraviesan tiempos confusos. La Alianza necesita una concordia absoluta respecto a su financiación y el apoyo a Ucrania, una sintonía con Estados Unidos gane quien gane las elecciones presidenciales próximas y un diálogo con la Unión Europea que aborde el interés de Bruselas en fundar una estructura propia de defensa.
Tal es la importancia de mantener la cabeza fría ante este conglomerado que Jens Stoltenberg solo le deja una encomienda a su sucesor: que conserve cueste lo que cueste la unidad de la Alianza. Implícito en el traspaso de poderes va también que Rutte realice todos los esfuerzos necesarios para que los socios cumplan con las cuotas impuestas durante la etapa del noruego.
El nuevo secretario debería conseguir para diciembre que al menos 23 de los 32 aliados gasten el 2% de su PIB en materia de defensa, lo que redunda en beneficio de un fortalecimiento militar y armamentístico de la Alianza. Entre quienes deben cumplir los abonos figura paradójicamente Países Bajos, lo que invita a pensar que Rutte no dejará tranquilo a su sucesor en Ámsterdam, Dick Schoof.
La sede de la OTAN en Bruselas ha sido el escenario este martes del relevo. Stoltenberg le ha entregado a su sucesor el tradicional mazo de madera que representa la autoridad de la Alianza. Ambos han celebrado una ofrenda floral por los soldados muertos en las guerra y posteriormente han tomado parte en el Consejo del Atlántico Norte. También se han dirigido al personal de la institución en un emotivo acto de sucesión.
Consumado el cambio, Stoltenberg podrá regresar tranquilamente a su tierra, dedicarse a sus dos pasiones –el ciclismo y los problemas matemáticos– y prepararse para su próximo cargo; el de gobernador del Banco Central de Noruega, al que accederá en septiembre. Reconocido economista, el exlíder de la OTAN fue anteriormente ministro de Finanzas y primer ministro del país nórdico. Le marcó sobremanera el atentado del 22 de julio de 2011 perpetrado por el extremista Anders Breivik, que mató a 76 personas tras hacer explotar una bomba en Oslo e irrumpir a tiros en una reunión de las juventudes del partido de Stoltenberg en Utoya,
El secretario general de la OTAN representa un puesto de alta responsabilidad en la geoestrategia global, tiene una enorme proyección internacional y conlleva la portavocía de un organismo estrechamente vinculado a lo militar, aunque no deje de ser un cargo civil. Precisamente, de la técnica y las decisiones en Defensa se encargan los propios gobiernos y los ejércitos de cada país, así como el Comandante Supremo Aliado en Europa, que normalmente es un puesto que se asigna a un general estadounidense. Estas circunstancias hacen que el secretario tenga bastantes limitadas sus funciones prácticas y que la toma de las decisiones que él anuncia dependan en todo caso de los consensos con los aliados.
Rutte dirigirá a unos 1.500 funcionarios civiles y continuará la larga lista de secretarios de la Alianza iniciada en 1952 por el oficial británico Hasting Ismays, asistente de Winston Churchill, que desempeñó el cargo hasta 1957. El ministro alemán de Defensa Manfred Wörner también fue un destacado líder de la institución. Estuvo al frente de la organización cuando se produjeron episodios históricos como el final de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania. Por parte española, Javier Solana ejerció el cargo entre 1995 y 1999.
Y, sí, también la OTAN se vio sacudida por la sombra de la corrupción. Willy Claes, ministro de Exteriores belga, permaneció un año exacto en el puesto. En 1995 dimitió por un escándalo relacionado con la compra de helicópteros durante su paso por el Gobierno.
De Rutte se espera un mando calmado como el de su predecesor, aunque se enfrenta a un futuro complicado. Llega con la urgente obligación de mantener la unidad en torno a Ucrania, aunque los elevados gastos de esta guerra y su larga duración están generando discrepancias entre los socios. Algunos países son partidarios de hacer un mayor esfuerzo en la consecución de un pacto de paz que en seguir suministrando armamento muy costoso a Kiev. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha mostrado su deseo de trabajar «eficazmente» con Rutte para lograr cuanto antes la adhesión de su país a la OTAN. Rusia, por su parte, ha declarado que «no espera nada nuevo» de la Alianza, aunque el portavoz del Kremlin, Dmitri Péskov, ha recordado que en el pasado Rutte y Putin llegaron a pasar «más de una hora» negociando asuntos entre Países Bajos y Rusia.
El político neerlandés ha mostrado, por otro lado, su intención de acercarse lo más posible a la Unión Europa y estrechar vínculos con una UE donde comienza a reclamarse un sistema defensivo propio frente a las amenazas internacionales, espoleada por la invasión rusa. De lo que no ha hablado es del futuro político estadounidense. Rutte sabe que debe contemplar la posibilidad de que Donald Trump regrese a la presidencia del país después de las elecciones del 5 de noviembre.
El líder republicano ha cuestionado insistentemente a la OTAN y, en especial, a los países que no cumplen con las cuotas económicas y en medios cercanos se ha especulado con su posible deseo de salirse de la Alianza, mientras sus compañeros de bancada son favorables a terminar con la colaboración con Ucrania. La organización trasatlántica confía aquí en el buen hacer de nuevo secretario. No es la primera ocasión en que Rutte se sienta a la mesa con Trump y en Países Bajos se recuerda cómo, en su calidad de primer ministro neerlandés, fue capaz de rebatir e imponerse al magnate en alguna negociación sin que éste liberase a la fiera interior.
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