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Las noches de Fogueres son una oportunidad para la convivencia entre vecinos, amigos o simplemente desconocidos con un fin común: olvidar la rutina y divertirse. El mes pasado se anunciaba que algunos racons populars habían colgado el cartel de completo y esa euforia, para no quedarse sin mesa, denota las ganas de fiesta.
Ya llevamos años que los más jóvenes han establecido una secuencia para enrolarse en los diferentes recintos en función de su edad. Su primera salida empieza en el 'Racó Busos', precisamente el de mi Foguera, el único que no vende alcohol para tranquilidad de los padres y madres, que se ponen de los nervios con esa primera vez. Siguen por 'Paseito' y continúan en Diputació, Óscar Esplá, Plaza de Galicia y Hernán Cortés. Cada año se incorporan otros recintos nuevos que suman partícipes de la noche.
Por otro lado, están los racons familiares y las barracas en los que la fiesta está pensada para vivirla entre amigos de toda la vida o vecinos del barrio que se unen a otros para compartir cena y baile.
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Son diferentes maneras de compartir y disfrutar, todas respetables y no siempre todas respetadas. Hay voces que critican la masificación y la estridencia, pero las alicantinas y los alicantinos han elegido una fórmula que cada año se consolida e incrementa su presencia en las calles.
Si algo caracteriza les Fogueres es que la fiesta alcanza todos los rincones de la ciudad para que te puedas integrar con diferentes propuestas. No comparto las voces excluyentes que opinan que sus propuestas son las auténticas porque todas tienen encaje en la fiesta. Todas y todos podemos opinar, pero siempre con respeto y con empatía.
Las fórmulas de financiación para las comisiones, que hace veinte años eran importantes, se han quedado obsoletas y los foguerers debemos reinventarnos. Si los racons populars incrementan los presupuestos e integran a miles de personas, potenciémoslos, pero con control.
La fórmula tiene un riesgo y es que se genere una contaminación acústica insoportable, que se extienda de la noche al día, producto de la masificación y el descontrol. Es imprescindible que se vigile el cumplimiento de la norma que establece el horario para los racons y las barracas exclusivo para la noche. Durante el día hay que defender que la única música que se escuche sea la de nuestras bandas, que acompañan a la Bellea y a las comisiones en los pasacalles por el barrio. Esa norma se debe aplicar sin excepciones para ningún recinto, porque el respeto a los vecinos debe ser una de nuestras prioridades.
Si las comisiones somos responsables y el Ayuntamiento vigila que nadie incumple, los ciudadanos que no son foguerers entenderán lo que hacemos sin convertirse en nuestros enemigos.
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