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Por si algún despistado aún no se ha dado cuenta: las aguas bajan revueltas por las oficinas y los vestuarios del Rico Pérez. A modo de resumen, la continuidad de Rubén Torrecilla al frente del Hércules no está clara por más que tenga otro año de contrato y se decidirá en una o varias reuniones entre el preparador extremeño, el director deportivo Paco Peña y el dueño Enrique Ortiz.
La desconfianza de Torrecilla con Peña y su desempeño colea desde hace muchos meses pero se acentuó tras el mercado de invierno, en el que la desgracia se cebó con el Hércules por la lesión de Yanis Senhadji en su debut, el joven delantero que debía marcar diferencias en busca de la promoción. También llegó Joel Arumí, un lateral que no convencía a Torrecilla y que el técnico se ha empeñado en denostar de todas las maneras posibles en los últimos meses.
Al calor de la decepción que ha supuesto quedarse prácticamente sin posibilidades de promoción a falta de tres partidos por disputar (los tres en el Rico Pérez), las críticas de Torrecilla han subido el nivel. Todavía con el «cadáver caliente» en Villarreal, el entrenador instó al club «a ponerse las pilas» para confecciona un bloque de jugadores «a la altura del escudo». La falta de autocrítica de Torrecilla molestó, además de al destinatario principal Paco Peña, también a los futbolistas, quienes no se quedaron callados y tocaron a la puerta del entrenador pocas horas después para pedirle explicaciones, ya que se podrá dudar de muchas cosas, pero no de su compromiso y su identificación con el club.
En la rueda de prensa de este viernes, Torrecilla ha serenado los ánimos y tirado de tópicos: soy feliz en Alicante, el Hércules es el club más grande Primera RFEF y quiero cumplir el año de contrato. Pero también ha demostrado, una vez más, que tiene un ego fuera de lo normal al asegurar públicamente que Enrique Ortiz ha vuelto al Rico Pérez (incluso a la Santa Faz y a la calle, textualmente) gracias a él.
Todos los actores de este embrollo están deseando que acabe la temporada para poner las cartas sobre la mesa y analizar el futuro con todo el sosiego que sea posible. Pero en el Rico Pérez también tienen claro que empezar una temporada con un entrenador envuelto en dudas es un fracaso asegurado. Pasó recientemente con Lluís Planagumà y anteriormente con Juan Carlos Mandiá o José Bordalás. O todos reman en la misma dirección o sacar adelante el barco es imposible. El tiempo dirá.
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