Aluvión de turistas en el arranque de la «prueba de fuego» para la Costa Blanca

A vista de pájaro, una perspectiva que no es difícil de conseguir en una ciudad con tan alta concentración de rascacielos, las calles de Benidorm han amanecido este Jueves Santo en perfecto estado de revista. Cuando el sol comenzaba a emerger desde las profundidades del Mediterráneo y a hacerse visible por detrás de la inconfundible silueta de la Serra Gelada, este jueves, 6 de abril, no difería mucho de cualquier otro jueves anterior.

Pero ha sido conforme han ido pasando las horas y el día se hacía más día, cuando la realidad de una ciudad que afronta hoy el primer gran examen del presente curso se ha plasmado con toda su intensa y, de alguna forma, bella coreografía.

Desde allí, desde lo alto, el sonido de los motores y los cláxones que lamentaban los inevitables atascos de esta época, se escuchaban apagados, casi irreales. Y las personas, esas pequeñas figuras, casi puntos multicolor, perdían cualquier atisbo de figura antropomórfica para mutar en una masa casi uniforme de movimientos similares al de las olas, tranquilas y pequeñas, que llegaban a la orilla misma de las playas de Levante, Mal Pas y Poniente.

Dirección hacia el mar, primero; hacia el centro y las calles con mayor concentración hostelera, después; de nuevo hacia el mar un poco más tarde y de regreso a los puntos de origen a última hora. Y es entonces cuando, de nuevo, la propia ciudad muta y los alargados alfileres de cemento y cristal que apuntan al cielo comienzan a iluminarse con miles de bombillas hasta convertir todo aquello en una suerte de cirio incandescente que ilumina procesiones de lo más paganas.

Es Semana Santa y, como reconoce Nuria Montes, secretaria general de la patronal hotelera Hosbec, con sede en Benidorm y la más importante de toda la Comunitat Valenciana y la segunda con más camas asociadas en todo el territorio nacional, «es la primera gran prueba de fuego» de la principal industria de la región, que ya no ve como una quimera imposible igualar las cifras de aquel histórico 2019 de récord.

Nuria Montes es una mujer de verbo tranquilo. Su voz no se alteraba antes de la pandemia, cuando los datos ofrecían un récord tras otro, y tampoco se quebró durante lo más duro de la crisis, cuando lanzaba mensaje de confianza y ánimo a los suyos. Ahora, sin embargo, algo ha cambiado. Es casi imperceptible, pero los que la oyen con frecuencia lo pueden apreciar. Su discurso es algo más intenso y fiel reflejo del optimismo con el que ella y todos los hoteleros afrontan los próximos días.

«Hoy [por el jueves] empezamos una nueva Semana Santa, la primera de completa normalidad y fuera de cualquier tipo de restricción o medida contra el coronavirus, y la verdad es que todo el sector turístico de la Costa Blanca y la Comunitat Valenciana lo afrontamos con muchísima ilusión», asegura la directiva de Hosbec.

Como siempre ocurre, habrá destinos que se comporten mejor que otros. Un claro ejemplo es Altea, que lleva desde la semana pasada con una ocupación total por encima del 90%, es decir, en 'lleno técnico', que es como se refieren a esos porcentajes en el sector.

Pero la gran noticia, más allá de que a algunos municipios y ciudades las cosas les vayan realmente espectacular, es que es toda la Costa Blanca y la totalidad de la Comunitat Valenciana las que están haciendo esfuerzos por no descorchar ya el champán.

Nuria Montes explica que «las perspectivas de ocupación es que, durante este periodo, nos situemos entre el 80% y el 85% en toda la Comunitat Valenciana», y eso, claro está, hablando siempre de una media de toda la región y de todo el periodo.

Tal y como añade la propia secretaria general de Hosbec, «los mejores resultados se van a recoger entre la noche de Viernes Santo y Sábado Santo», donde no se descarta que los puntos más demandados de la Costa Blanca lo vendan absolutamente todo.

Además, «la condición de festivo del Lunes de Pascua en algunas comunidades autónomas va a hacer que esos buenos datos de ocupación se extiendan más allá de estos primeros cuatro días festivos».

La Semana Santa de 2023 es especial por muchos motivos. Primero, porque, como reconoce Nuria Montes, «es cierto que este es el pistoletazo de salida de la temporada turística y, por lo tanto, es la primera prueba de fuego».

Y, sobre todo, porque después de varios periodos vacacionales marcados por la Covid y las restricciones sanitarias, ahora mismo «están todos los destinos abiertos y operativos», algo que es muy positivo para la región valenciana, pero que también lo es para sus principales competidores.

De hecho, Montes recuerda que «la larga distancia y las escapadas europeas también se han recuperado con total normalidad. Los vuelos llevan también unos datos de ocupación extraordinarios, exactamente los mismos que antes de la pandemia», por lo que la lucha por el turista vuelve a ser, como lo era antaño, brutal. «Con todo ello, desde la Costa Blanca esperamos con los brazos abiertos a todos los turistas que nos quieran visitar estos días», zanja Montes.

Y abajo, en las calles de Benidorm, los coches siguen haciendo sonar sus cláxones, las gentes deambulan de un sitio a otro, las mesas de los bares y restaurantes están a tope, las playas ejercen de poderoso imán para los visitantes y unos y otros, turistas y vecinos, se miran, se reconocen y sonríen. Porque el turismo ha vuelto y, como dicen los que a ese sector se dedican, «el turismo es la industria de la felicidad».

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