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P. Sellés
Alicante
Martes, 21 de noviembre 2023
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Altas temperaturas, fuerte viento y escasas precipitaciones. Es la trinidad de los incendios forestales que cada verano amenazan nuestros montes, y que este año han destacado por su marcada desestacionalización. Los incendios de Montitxelvo y El Ràfol d'Almúnia han puesto en jaque a la provincia durante este noviembre, una época que tradicionalmente no se asocia a la amenaza del fuego. «Es difícil pensar que esta desestacionalización no haya venido para quedarse», apunta el climatólogo y docente en la Universidad de Alicante Enric Moltó.
Al margen de la importancia que atribuye a la gestión agroforestal para reducir el riesgo de fuego, Moltó alude concretamente a una variable climática que supone un quebradero de cabeza para predecir la virulencia de las llamas. «Las previsiones de temperaturas son relativamente fiables, pero con las precipitaciones la cosa cambia. Es una variable compleja y que en nuestro clima mediterráneo adopta una gran irregularidad. Alternamos largos periodos de sequía con otros de lluvias torrenciales».
Enric Moltó
Climatólogo
Esa variabilidad de las lluvias supone una doble amenaza. Por una parte, la lógica ausencia de precipitaciones durante semanas o meses; y por otra, el «desorbitado» crecimiento de la vegetación tras los episodios de lluvias torrenciales. El resultado de ello es una gran continuidad forestal -especialmente herbácea y arbustiva- cuya sequedad la convierte en combustible. «La cantidad de lluvia no ha disminuido, al menos de acuerdo a los indicadores anuales. De hecho, con una diversidad climática como la nuestra, en algunas regiones incluso ha subido. El problema es su irregularidad tan propiamente nuestra».
A estas variables se suma el viento cuando sopla de poniente, tal y como ocurre este final de año, caracterizado por su calidez y la subida de las temperaturas que genera.
Parece evidente que la climatología influye en esta desestacionalización, pero no es el único factor. Según el climatólogo alicantino, la administración pública debe reorientar el enfoque de sus protocolos de prevención y extinción de incendios. «Actuar de acuerdo a un calendario fijo no siempre tiene sentido, sobre todo a la hora de limitar las quemas agrícolas o el cierre de parques naturales. Parece que la administración se quiera 'cubrir las espaldas' con estas medidas», reconoce Moltó, quien pide que se actúe sobre condiciones «reales» y de manera adaptada a la progresiva variabilidad de nuestro clima.
A su juicio, la gestión forestal también debe encaminarse a la conservación del tradicional mosaico mediterráneo, caracterizado por combinar masa forestal con tierras para el cultivo y la ganadería. «Cabría recuperar aquellas tierras agrícolas que están yermas y abandonadas, y que tanto contribuyen a la propagación de los incendios».
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