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María José Carchano
Valencia
Sábado, 2 de noviembre 2024, 12:46
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El silencio en el centro comercial Bonaire es pesado. Sobrecogedor. Y ahora solo se escucha el ruido de las palas de un ejército de operarios afanándose en limpiar un día de Todos los Santos extraño. Muy extraño. El buen tiempo podría haber convertido este viernes en el día perfecto para ir a pasear, pero allí ya no hay nada que ver, más allá de una imagen dantesca difícil de olvidar. Sí, hay destrucción, con cristales reventados, puertas de locales arrancados de cuajo y decenas de toneladas de productos de las tiendas arrastrados por las dos lenguas que formó la corriente de agua, que entró en tromba en Alcampo y arrastró con una fuerza descomunal todo lo que se encontró a su paso. Apenas se puede caminar por la plaza central del centro comercial, donde ha quedado amontonado todo lo que se puede comprar en un supermercado, bien aderezado y mezclado con una generosa capa de lodo.
Más allá del caos, la escena más impactante es la de las escaleras mecánicas que se pierden y se hunden en la piscina de lodo en la que se ha convertido el aparcamiento subterráneo de Bonaire. Allí sigue el agua marrón. Y ahí abajo no se sabe qué hay. Seguro, decenas de vehículos inservibles flotando. Falta averiguar si también hay víctimas que quedaron atrapadas, porque con el deseo de escapar, mucha gente intentó irse cogiendo su vehículo. «Fue todo muy rápido», explica uno de los vigilantes de seguridad que rodean el perímetro del centro comercial más importante de la provincia de Valencia.
No parecía especial aquella tarde de martes en Bonaire, y de hecho fuentes del centro comercial calculan que había unas 650 personas, además de los trabajadores de las tiendas y de los restaurantes, paseando y haciendo compras. Sí, había menos gente porque hubo quien se lo pensó dos veces una tarde de alerta roja, y quizás alguien se acordó de que Bonaire se construyó sobre una zona inundable que recurrentemente sufre problemas cuando las lluvias son intensas. A las siete de la tarde algunas tiendas ya habían decidido cerrar, y quienes todavía quedaban guardan en la memoria el sonido de las alarmas y una voz que insistía: «Abandonen el edificio, esto no es un simulacro».
Un grupo de empleadas de Alcampo se bajaban al parking para irse en coche, y uno de los vigilantes de seguridad las disuadió y les pidió que subieran a la parte alta del centro comercial. «En ese momento, el agua llegaba a las primeras góndolas de Alcampo, cinco minutos después no se veían los carros», contaba una de las empleadas, que también quería bajar a por el coche y salvó la vida gracias a aquel vigilante. En diez minutos ya no se veían ni las cajas y todo flotaba, incluidas las neveras, o los televisores. «¿Cómo puede ser que minutos antes todavía hubiera gente comprando?», se preguntaba, temiendo que parte de esos clientes se hubieran visto tentados de coger el coche.
Todavía no hay nadie trabajando con bombas para vaciar el aparcamiento, donde el agua llega casi al techo del primer piso. Sí trabaja un operario con un camión cisterna en la rampa de acceso a la campa donde descargan las mercancías en Pueblo Bonaire, completamente inundada, y donde flotan miles de residuos de todo tipo, que parecen haber llegado arrastrados de las zonas industriales junto a la A-3. «Todavía tendrán que pasar días para que podamos vaciarlo, así que no me imagino cuánto hará falta para drenar el agua del aparcamiento», explicaba el trabajador, que había llegado de Alicante.
La misma situación se vive en el aparcamiento subterráneo del centro comercial de Alfafar MN4, donde se teme también que pueda haber víctimas atrapadas que intentaron bajar a por su vehículo.
Mientras, los vigilantes de los dos centros comerciales han tenido que emplearse a fondo para mantener el perímetro del centro comercial a salvo, porque muchas personas han intentado estos días acceder a las tiendas para saquearlas. «Vengo a trabajar al restaurante, que me ha llamado mi jefe», se justificaba un joven, que intentaba acceder al centro. «Vete, aquí no hay ningún jefe esperándote». En una de las vías de salida, una moto de agua tapona parte de un carril. Quién sabe de dónde ha sido arrastrada.
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