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¿Qué es la ideología? En su concepto básico, un conjunto de valores, ideas, creencias y principios que guían el comportamiento y las decisiones de una persona o grupo. También existen definiciones más matizadas y profundas sobre la ideología desde perspectivas filosóficas, sociológicas o psicológicas. Para mí, la más actual es la crítica de la ideología. Este último enfoque, el de la crítica ideológica, se acerca bastante más a lo que, desde mi punto de vista está ocurriendo. Utilizar la ideología, como herramienta de dominación, manipulación y distorsión de la realidad, desviar la atención de los asuntos importantes, limitar el pensamiento crítico e impedir el cuestionamiento del poder. Decía Hannah Arendt: «La ideología no busca la verdad, sino el poder: no explica el mundo, sino que lo justifica.»
Estoy seguro de que los más puristas dirán que, evidentemente, la ideología es necesaria más que nunca; que el mundo se mueve por la ideología; que ninguna decisión está fuera de su alcance. Creo que en un momento eso fue así, que las teorías políticas tuvieron su función (unas más que otras) y aún así, tienen sus acólitos, irredentos ellos, pero el avance del tiempo y la evolución propia de la sociedad hacen que alguna ideología (de izquierda) y sus derivados sean cada vez más antipáticos y, desde mi perspectiva, se sitúen fuera de toda realidad.
Desde que se instauró el muro en España (autor: Pedro Sánchez), este forma parte de la visión ideológica que él y sus fieles defienden a capa y espada. Intentando mantener vivo una idea que cada día fracasa en su practicidad pero que necesitan al enemigo permanente para poder sobrevivir. El bien contra el mal: ya sabemos quién se considera el bien y a quién señalan como el mal. Vamos a ver algunos ejemplos, pasados y presentes, de esta idea.
Analicemos ejemplos de lo que estamos viviendo. Todos los analistas políticos coinciden en que Pedro Sánchez y su facción, el 'sanchismo', han asumido los marcos de la izquierda más radical. En política exterior, estamos dando cobertura a los palestinos, dominados por Hamás; a la izquierda sudamericana, con Venezuela y su dictador Maduro a la cabeza; o al Grupo de Puebla, foro político y académico integrado por representantes de la izquierda con notables figuras españolas, como el expresidente Zapatero.
No hablamos del choque previsible con los Estados Unidos y las consecuencias que ya se están viendo, como los aranceles (a nivel europeo). Pero, mientras estamos en preguerras en Europa y la nueva administración americana ha dejado claro que la Unión Europea y la OTAN ya no son sus aliados, sus aliados parecen estar enfrente de Tarifa. La decisión sorpresiva de renunciar al Sáhara Occidental en favor de un tercer país, la última polémica del clan sanchista contra la presunción de inocencia, contra todo lo que tenga que ver con la justicia —y, para hilar más fino, contra todo lo que investigue la corrupción que acecha al PSOE— son ejemplos claros. No puedo dejar pasar aquello de «no vamos a hacer perder el tiempo al Congreso» porque no pueden presentar los Presupuestos Generales del Estado, siendo esta una obligación constitucional.
Estas decisiones, tomadas unilateralmente por el Gobierno de la nación sin consulta alguna, nos llevan a entender que la democracia está en juego. Esta visión ideológica fomenta el autoritarismo, nubla la percepción de los problemas reales y bloquea el debate abierto, consolidando el domino de quienes la esgrimen. Los contrapesos y la separación de poderes se están reduciendo, y todo se está llevando al personalismo, a lo que quiera o desee ese día una persona cuya condición psicológica desconocemos ahora que está tan de moda la salud mental.
La ideología, tal y como la estamos viendo, está afectando al buen funcionamiento de los servicios. Me remito a la llegada de ayudas a los afectados por la DANA por parte del Gobierno central: con una lentitud exasperante y, además, con más apoyo en unos municipios que en otros. Se comenta muy poco, o nada, la falta de empatía del presidente del Gobierno con la zona afectada por la DANA: una visita a pie de calle y otra muy controlada, sin salir del entorno blindado.
En resumen, cuando se emplea de forma indebida, como ocurre ahora, la ideología se transforma en un recurso dañino contra los ciudadanos, aunque gratifica a quienes, desde su posición privilegiada alzan ese muro que quiere dividirnos para que ellos estén más asentados y sean más autocráticos.
P.D: En mi último artículo pedí la dimisión de Carlos Mazón. Las razones las expuse en ese artículo y las mantengo, pero debo decir que aprobar los presupuestos fue un gesto político importante y hay que agradecérselo. Los afectados por la Dana saben ya, que el gobierno autonómico ha hecho sus deberes, hay presupuesto es para reconstruir los daños y ayudarles a retomar su vida. Dicho esto, el señor Mazón debería haber dimitido y dejar que otra persona lleve a cabo la reconstrucción. Hubiese sido una manera honrosa de dejar el gobierno autonómico y salir con cierta dignidad.
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