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La situación de crisis energética tiene a los pequeños comercios sumidos en un dilema que, tomen la decisión que tomen, puede repercutir negativamente a su economía, maltrecha por los sobrecostes que azotan a locales de carnicería, panadería u otros con electrodomésticos que se deben de mantener encendidos durante, prácticamente, todo el día.
La inflación ha hecho que los precios de las materias primas, los combustibles y la electricidad hayan escalado en el último año y medio. En los últimos ocho trimestres los costes de los comercios locales han aumentado un 37,2%, mientras que las ventas lo han hecho un 23,3%.
Una diferencia de 14 puntos porcentuales que convierte la situación en «insostenible», de acuerdo a la Confederación de Comercio de Alicante, Castellón y Valencia, Confecomerç, que explica que los pymes están enfrentándose a «costes elevadísimos» y a una carga «mayor que la que ya tenían».
Confecomerç
Una situación que tiene a los comercios contra la espada y la pared. Subir los precios es una opción que permitiría rebajar el diferencial de los costes, pero de hacerlo se arriesgan a perder a algunos clientes de toda la vida. Un complejo dilema en el que tendrán que tomar partido más pronto que tarde, ya que de no hacerlo, las facturas acabarán ahogándolos.
«Pago el doble por la factura de la luz», cuentan en una carnicería del Mercado de Canalejas, una pequeña área comercial de la calle Portugal que se encuentra soterrada. El dueño del local explica que «paga más», mientras que «los márgenes de ingresos siguen siendo los mismos».
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Al igual que muchos otros comercios, los frigoríficos de esta carnicería, que tienen que funcionar las 24 horas, aumentan los costes en demasía. Una situación que hace emerger el siempre cuestionado dilema: ¿subir los precios, o seguir resistiendo? De momento, más que claro, este carnicero no tiene otro remedio, «no puedes subir los precios por los clientes, que vienen de siempre».
Un dilema que también traspasa a otros comercios, como las panaderías. La casi treinteñera Ibense, en una perpendicular a Maisonnave, asegura que a pesar de ser «de los últimos» en subir los precios, ya le toca volver a subirlos por las altas facturas de la luz. El dueño cuenta que clientes suyos habituales ya se han quejado, una situación que entiende porque «mucha gente tiene también menos dinero para gastar».
Las carnicerías son unos de estos comercios gravemente afectados por los sobrecostes energéticos. «Sus instalaciones y maquinaria requieren de consumo energético y, en algunos casos, necesitan estar activadas fuera del horar comercial, de forma constante», explican desde la Federación Alicantina de Comercio de la Pyme (Facpyme).
La asociación remarca el gasto extra que conllevan las «cámaras frigoríficas, mostradores de frío, cortadoras, envasadoras, picadoras y hornos de cocina», herramientas de trabajo que hacen que todo el gasto «vaya a luz».
Un sector que «no puede prescindir de la energía, ya que es su modelo de trabajo», recuerdan desde la Confederación de Comercio de Alicante, Castellón y Valencia (Confecomerç), quienes reivindican que se consideren a las carnicerías dentro de «los sectores intensivos energéticos», pues es una de «sus materias primas».
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A todo ello hay que sumar la subida de la carne, que en enero se encareció entre un 10% y un 15%, dependiendo del tipo de animal. «La carne, un elemento básico de primera necesidad, no ha sido incluida en la rebaja del IVA«, denuncian desde Facpyme.
La factura de la luz no es la única que hay que pagar. Al alquiler y los precios de la energía se unen a otras como las materias primas o al transporte de mercancías, ya que las empresas de transporte y reparto, por el precio del combustible, también se han visto obligadas a incrementar sus tarifas.
La posible rebaja del impuesto obligatorio, a juicio de la agrupación de pequeños comerciantes, habría supuesto «un balón de oxígeno» que habría «animado a la compra de estos productos». Una situación que habría contribuído a que las carnicerías pudieran salir al paso en unos delicados tiempos.
CONFECOMERç
Unos tiempos en los que la vía que se tome puede resultar teniendo un precipicio. Las ayudas no llegan y los comercios continúan ahogándose entre las facturas, que hacen de todo menos bajar. De hecho, poca cosa baja de precio y los comerciantes comienzan a plantearse la siempre existencial duda: «¿subo los precios anque pierda algunos clientes?».
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