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Fantasear es cosa de adolescentes. Y si no que se lo digan a Celso Giménez y a varias de sus compañeras de la Escuela de Teatro de Madrid. Este valenciano y sus 'colegas' tenían eso «de 18, 19, 20 años» cuando decidieron fundar su propia compañía, La Tristura, que debuta este lunes en la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos Guillermo Heras de Alicante.
Era en aquel entonces, entre clase y clase, «cuando nos reuníamos para tener planes imposibles», además de «criticar» a la escuela, y hacer cosas normales -de adolescente- durante su etapa estudiantil. Esta pandilla se considera, según Giménez, como una panda de personas que pasaban muchas horas en el mismo espacio y compartían aficiones como «el arte, el teatro, escribir y crear».
Las conversaciones fueron tomando forma. «Las primeras no eran tanto sobre hacer una compañía, sino como prende fuegos» para intentar cambiar «muchas cosas que nos parecían mal». Tras lanzar propuestas, compartir inquietudes y, ante todo, luchar por su pasión, este trío formado por Celso Giménez, Itsano Arana y Violeta Gil acabó reformulándose y pensando que si «lo que nos había hecho conocernos era el teatro» tendrían que ponerse a crear y escribir.
Con el paso de los años y el peso de la experiencia fueron sacando piezas, las cuales se identifican «por poner en el centro la celebración de la vida, eso es algo muy Tristura». Ejemplo de ello es 'Future lovers', estrenada en 2018 y con parada en el Teatro Principal de Alicante este lunes, una obra que pretende trasladar al espectador ese momento extraño que resultó el paso de la adolescencia a la primera edad adulta.
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«El mundo te hace muchas preguntas sobre el futuro y no tienes herramientas para responderlas en el terreno profesional, en los estudios, en lo sentimental o en cómo quieres vivir». Es en este tramo de la vida cuando muchas ventanas se abren «y te obligan a decidir» por cuál de ellas pasar. Ese fue el momento en el que La Tristura quiso indagar y lo hacen a través de seis jóvenes de la generación Z que viven una noche verano a las afueras de la ciudad para beber, bailar, hablar y besarse.
Es ahí donde entra el público que les observa y escucha a través de una imaginaria ventana indiscreta que les da acceso durante una hora y media al universo íntimo de la adolescencia, cuando esta se expresa sin filtros aparentes, trasladando al espectador a esa etapa de su vida en la que muchos, como Giménez, piensan que «no me gustaría vivir eternamente, pero vivir de nuevo con lo que sé ahora sin duda».
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