Gianni Bugno: «La afición española siempre disfrutó de mis duelos con Induráin»
El excorredor italiano ganó su segundo Mundial en 1992 en Benidorm y estará este fin de semana en el Critérium La Nucía
En un país como Italia, donde el ciclismo (el deporte en general) ha tenido la capacidad de crear ídolos inmortales, no es fácil hacerse un nombre en el Olimpo en el que reinan, desde los tiempos de entreguerras Fausto Coppi, Alfredo Binda y Gino Bartali. Aquellos, los verdaderos o, al menos, los 'campionissimos' originales, lo ganaron todo o casi todo. Entre los dos, por poner sólo unos ejemplos, suman trece Giros, cuatro Tours, nueve Milán-Sanremo o tres mundiales (todos de Binda).
Cuando Gianni Bugno apareció en el panorama ciclista internacional, a mediados de los 80, el ciclismo italiano, al menos el de grandes vueltas, había quedado reducido a su propio Giro (donde no pocas veces se les acusó de hacer frente común, olvidando los intereses de sus equipos, frente al resto de corredores) con los últimos estertores de los Saronnni o Moser.
Pero la década tocaba a su fin y mientras en España la 'era Perico' daba paso a aquel lustro mágico de Miguel Induráin, en Italia aparecieron dos nombres que lo iban a cambiar todo: Claudio Chiappucci y Gianni Bugno. El primero, 'El Diablo', fue clave en aquel primer Tour del navarro en 1991. El segundo, sin apodo (algo muy raro en la Italia ciclista), acabaría siendo una de las grandes némesis del mejor ciclista español de la historia.
Bugno, clase pura sobre la bici y elegancia infinita fuera de ella, fue el que más cerca estuvo de evitar algún que otro triunfo del 'Extraterrestre', pero finalmente sucumbió física y mentalmente al dominio de Induráin. Tanto que fue de los primeros deportistas a nivel mundial en reconocer que se vio superado por aquella tiranía y tuvo que buscar ayuda psicológica para poder seguir adelante.
Uno de los momentos clave de aquella rivalidad se vivió en Benidorm un día 6 de septiembre de 1992. Un año antes Bugno había dejado al Navarro con la miel en los labios en el Campeonato del Mundo y la capital turística iba a servir como escenario de la carrera de la revancha. El belga Johan Museeuw, gran favorito en las apuestas, se estampó contra un muro mientras entrenaba bajando el alto de Finestrat y tuvo que ver la carrera desde la cama del hospital. El francés Laurent Jalabert acaparaba todos los focos y Miguel Induráin hacía lo propio con los corazones de una afición que soñaba con verlo vestido con el maillot arcoíris.
Bugno, por su parte, venía de una temporada floja (aunque fue podio en el Tour) y corría de tapado. Aprovechándose de aquello y, por supuesto, de su infinita clase y de una potente selección italiana, se alzó con el triunfo en la avenida Jaume I. Ahora, más de 30 años después, volverá a la Marina Baixa este sábado para participar, como también lo hará Claudio Chiappucci, en el Critérium de La Nucía.
Estás considerado uno de los ciclistas con más clase de toda la historia del ciclismo. Ya han pasado 32 años de tu victoria en Benidorm, pero son muchos los aficionados que se acuerdan de ti, de tu manera de correr y en España, claro, de esa rivalidad histórica con Miguel Induráin.
Muchas gracias por el cumplido. Efectivamente, han pasado ya más de 30 años desde que gané el Mundial en Benidorm. En vuestra tierra. Un Mundial que, como dices, gané por delante de Miguel Induráin, que no sólo fue un rival en lo deportivo, sino también una persona a la que quiero muchísimo porque era un gran campeón y una gran persona.
¿Qué recuerdas de aquel día en Benidorm? ¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza cuando piensas en ese día de septiembre de 1992?
Recuerdo la gente que había, todo aquel público que llenaba las cunetas del circuito. También recuerdo que hacía muchísimo como calor. Fue una jornada preciosa de ciclismo.
Eso es algo que no ha cambiado porque aquí sigue haciendo mucho calor… y eso que ya estamos casi en noviembre. ¿Te gustaba correr en esas condiciones?
Sí, a mí me gustaba mucho el calor. Las bicicletas son para el verano, no para cuando hace frío (ríe). A mí siempre me gustó correr con calor. Mis mejores días siempre fueron en aquellas carreras en las que se corría con bastante calor. Para que sea realmente duro, un Mundial siempre debería ser en un país donde haga muchísimo calor.
Al Campeonato del Mundo de Benidorm llegaste tras una gran progresión en esa carrera. En 1989 fuiste octavo en Chambéry. En 1990, en Utsunomiya, te colgaste el bronce y en 1991, en Stuttgart, te proclamaste campeón por delante de Steven Rooks y Miguel Induráin. Sin embargo, tu temporada de 1992 no había sido muy buena pese a acabar tercero en el Tour. Cuando te levantaste aquella mañana del 6 de septiembre en Benidorm, ¿tenías confianza en poder hacerte con tu segundo Mundial?
Sí, yo sabía que estaba para hacer una buena carrera. Además, el recorrido me venía bien. No era, por así decirlo, el jefe de filas de la selección italiana, pero sí que iba a tener libertad. Llegaba tranquilo en ese sentido y al final la carrera fue la que se encargó de ir haciendo la selección definitiva.
¿Cuál fue la clave de la carrera? ¿El alto de Finestrat fue realmente el que separó a los que teníais opciones o fue, como suele ocurrir en esta prueba, el kilometraje tan largo?
Seguramente, después de 250 kilómetros, la fatiga se siente. Subir tantas veces el alto de Finestrat con ese calor que hacía y esa acumulación de kilómetros fueron las claves que provocaron que el grupo se fuera seleccionando de una forma natural.
¿Has vuelto alguna vez a Benidorm?
No, nunca. Durante alguna carrera hemos pasado por la ciudad o cerca de ella, pero no he vuelto.
En aquel Mundial uno de los grandes favoritos, Johann Museeuw, se había caído entrenando dos o tres días antes bajando, precisamente, ese alto de Finestrat y parecía que el gran favorito iba a ser Laurent Jalabert. Además, el público español estaba deseando que Miguel Induráin, que ya había ganado el Tour ese año y el anterior, hiciese un buen papel. Tú, como has dicho antes, corrías bastante libre y, por lo tanto, no tenías la presión de ser el claro jefe de filas de la 'Azzurra'. ¿Crees que correr un poco tapado, un poco escondido, te pudo ayudar?
Sí, seguramente me ayudaste. En la primera parte de la jornada estábamos controlando a los rivales. Ya en la parte final me quedé con Giancarlo Perini, que fue el único compañero que aguantó conmigo. Entre los dos nos encargamos de pelearnos con los franceses, que eran los que tenían a más corredores en el grupo seleccionado, y disputarle así el sprint a Jalabert, que, como bien has recordado, era el hombre a batir.
Si nos vamos a una semana antes del Mundial ¿quién era el rival que más te preocupaba?
Realmente, no tenía una preocupación especial por ningún adversario concreto, porque yo sabía que todos llegábamos en las mejores condiciones para disputar el Mundial. Antes de una carrera es verdad que siempre te fijas un poco en cómo llegan los rivales, pero tu máxima preocupación, en lo que realmente debes estar centrado, es en cómo llegas tú mismo. En estar en la mejor condición posible.
En Benidorm conseguiste tu segundo maillot arcoíris y te colocabas a una sola victoria de entrar en el grupo de corredores con tres Mundiales que, todavía a día de hoy, sigue siendo el récord. Después, también lo han logrado Óscar Freire y Peter Sagan. ¿Soñaste en algún momento con conseguir el tercer Campeonato del Mundo?
Sí, sí que lo esperaba. Como has dicho antes, ya había hecho podio en 1990 y luego llegaron aquellas dos victorias consecutivas. Es verdad que esperaba conseguir el tercero, pero nunca llegó y me doy por satisfecho con ellas. Ya va bien con eso.
Un año después, en Oslo, ganó un entonces desconocido, Lance Armstrong. Aquella, junto a la Clásica de San Sebastián, fue su primera gran victoria. Aunque luego tendría todavía que pasar su enfermedad, ¿crees que ese es el momento en el que el ciclismo cambió?
Sí. Pero no sólo por la llegada de Lance, sino también con la de otros jóvenes que comenzaron a despuntar mucho en aquellos años. Todos ellos cambiaron el ciclismo. Fue la época de la llegada de Armstrong, pero también de Pantani o Ullrich. Todos llegaron entre el año 92 y 93 y dominaron en la siguiente era del ciclismo.
Hay cosas de ti, después del ciclismo, que mucha gente quizás no sepa. Una de ellas es que después de dejar la bici te convertiste en piloto de helicópteros y uno de tus trabajos ha sido pilotando helicópteros de rescate. A raíz de eso afirmaste en una entrevista, y a cuenta de aquellas pulseras que vendía Lance Armstrong a beneficio de su fundación contra el cáncer, que tú salvas vidas no vendiendo pulseras, sino bajando desde el cielo con un helicóptero. ¿Es un trabajo que te gusta hacer?
Sí, es un trabajo que siempre soñé con poder hacer. Al terminar a mi carrera como ciclista profesional, estudié para conseguir mi licencia de piloto. Una vez que la conseguí, empecé a trabajar en mi segunda carrera profesional y ya son casi 30 años trabajando en ello.
Además, has cubierto para la RAI, para la televisión italiana, más de una edición del Giro como piloto del helicóptero. ¿Se ve muy distinto el ciclismo desde el cielo que desde la bicicleta?
La posibilidad de trabajar como piloto de helicóptero para la RAI ha sido una gran satisfacción. Y, claro que sí, ver la carrera desde lo alto es muy distinto a como yo la solía ver desde la bicicleta, pero siempre es una experiencia muy bonita porque al principio veías a tus excolegas que todavía estaban en activo mientras los estás filmando.
¿Eres más fan de Alfredo Binda o de Fausto Coppi?
Son dos grandes campeones que han caracterizado nuestro pasado histórico en el ciclismo. Fueron dos grandes campeones y, por lo tanto, no puedo elegir entre uno y otro.
¿Te gusta cuando alguien escribe que Gianni Bugno es uno de los grandes campeones del ciclismo italiano y te pone tu nombre en la misma frase que Coppi o Binda?
Sin duda, es un auténtico placer cuando eso sucede. Me da una gran satisfacción. Que pongan tu nombre entre los grandes campeones es siempre un gran placer.
Luego hablaremos de Miguel Induráin, pero una de tus grandes rivalidades fue, precisamente, con otro corredor italiano que también estará este sábado en La Nucía: Claudio Chiappucci. ¿Cómo recuerdas a aquellos años?
Lo recuerdo con mucho cariño, no solo con Chiappucci, sino gente como Moreno Argentin, Maurizio Fondriest… y tantos otros grandes corredores. Podríamos decir que tanto en España como en Italia ya no hay tantos corredores ni tan grandes equipos como hace 30 años.
Vamos a hablar de algo que los aficionados españoles de hace 30 años recordarán muy bien y vamos a empezar, si quieres, por el año 1991. Ahí fuiste el gran rival de Miguel en el Tour de Francia. Tú terminaste segundo. ¿Ese fue quizás el año en el que pensaste que Miguel Induráin podía ser batible en un Tour de Francia?
Quizás sí. Pero ya en ese primer año quedó claro que Induráin era muy fuerte y te podía meter en dificultades en cualquier momento. Era tan fuerte que llegó un momento en el que daba la impresión de ser realmente imbatible en todos los terrenos. Además, preparaba las carreras con mucha meticulosidad, lo que le hacía todavía más fuerte.
Tú fuiste muy valiente en aquellos años porque fuiste de los primeros grandes deportistas que reconoció estar recibiendo ayuda de psicólogo para vencer tu miedo a Miguel en carrera. Eso no era muy normal en aquellos años o, por lo menos, no era normal que se hablase de ello. ¿Te bloqueaba mentalmente correr contra Miguel?
Cuando corría contra Miguel él siempre me metía mucho tiempo en las contrarreloj. Eso hacía que la diferencia fuera bastante alta nada más empezar una carrera como el Tour.
¿En qué te pudo ayudar aquel trabajo psicológico? Insisto en ello porque hoy en día está muy de moda hablar de la presión mental que sufren los deportistas de élite, pero en aquel momento fuiste el único que lo hizo abiertamente.
Era una especie de prueba para ver si podía, por decirlo de alguna manera, perder el miedo a ser vencido y para encontrar la fuerza mental necesaria para pelear con Miguel Induráin, que en aquel momento era el corredor más fuerte del mundo. Necesitaba encontrar esa motivación adecuada para tratar de vencerlo.
Sin embargo, vuestra rivalidad era solamente en la carretera y sobre la bicicleta. Yo creo que vuestra relación siempre fue muy buena y muy elegante.
Sí, sí, mucho. Como he dicho al principio, él era un grandísimo corredor, pero sobre todo era un gran hombre.
Y eso lo notabas también con los fans en España, el respeto y la admiración hacia ti, aunque fueses el rival del gran ídolo del momento del ciclismo español.
Desde luego que sí. Siempre que nos enfrentábamos, la gente admiraba esa rivalidad y ha apreciado lo que ambos hacíamos para tratar de vencernos mutuamente.
¿Cuál fue el mejor momento, tu mejor recuerdo como ciclista profesional?
Todos los años de mi carrera profesional me dejaron grandísimos recuerdos.
Entre otras muchas carreras, has ganado una Milán-Sanremo, una Vuelta a Flandes, la Clásica de San Sebastián, una Milán-Turín. Ganaste también el Giro de Italia. ¿Cuál es la victoria que más ilusión te hace recordar todavía a día de hoy?
Digamos que cada victoria es especial a su manera. Es muy difícil poner una sobre otra, pero si tuviera que elegir una, quizás me quedaría con la primera de mi carrera profesional, siendo todavía muy joven.
¿Y cuál es el peor día que has pasado encima de una bicicleta?
Ha habido tantos momentos muy malos. En el ciclismo se sufre mucho, pero eso es parte de la vida de un corredor.