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Imagen de los terrenos quemados en Tárbena el pasado mes de abril N. Van Looy
Las cenizas del incendio de abril en Tárbena tiñen de negro el río Algar

Las cenizas del incendio de abril en Tárbena tiñen de negro el río Algar

El director del Consorcio de Aguas de la Marina Baixa pide políticas medioambientales públicas que fomenten la agricultura en un territorio cada vez más abandonado

Viernes, 6 de septiembre 2024, 07:19

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El pasado mes de abril, un incendio forestal calcinaba cerca de 700 hectáreas en las proximidades del municipio alicantino de Tárbena. Tras varios días de intenso trabajo, los efectivos del Consorcio Provincial de Bomberos, de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y de los Bomberos Forestales conseguían, primero, hacerse con el control de las llamas y, después, dar por extinguido aquel fuego.

Los efectos inmediatos de aquel suceso, son bien conocidos. Más allá de la masa forestal perdida, fueron varias las 'casetas' de campo las que se vieron afectadas. En aquel momento, los vecinos de la zona alertaban de que el abandono de la agricultura y de los bancales que, durante generaciones, habían cultivado sus antepasados tenía como consecuencia que cualquier chispa encontrara el combustible necesario para convertirse en un gran incendio.

Ese mismo abandono, además, está detrás de las consecuencias de 'efecto retardado' que ese mismo incendio ha causado ahora, tras las primeras lluvias de cierta intensidad que ha sufrido la provincia de Alicante en general y la comarca de la Marina Baixa en particular.

Esas precipitaciones, que no se han dejado notar en el nivel de agua acumulado en los embalses de Guadalest y Amadorio (el sistema de monitorización de la CHJ muestra, de hecho, que esa cantidad no ha dejado de bajar en los últimos días), han provocado el arrastre de una considerable cantidad de ceniza a través del río Algar. Cenizas, evidentemente, provenientes de aquel incendio.

Un arrastre de materiales que se ha traducido en un problema de turbidez en las aguas del río, que presentan un color muy oscuro, casi negro, aguas abajo. Un río que ayer provocó momentos de tensión en Altea, donde se encuentra su desembocadura, ya que la apertura de compuertas en algunas balsas de su cauce recomendó cerrar al baño las playas más cercanas a su encuentro con el mar.

Otra consecuencia de este fenómeno la sufren los agricultores, porque mientras algunos sí han visto incrementada la capacidad de sus balsas de riego en plena situación de emergencia por la sequía como la que la comarca tiene decretada desde el principio de verano, los que trabajan esta zona han visto paralizada la captación de abastecimiento.

Una circunstancia que el director del Consorcio de Aguas de la Marina Baixa, Jaime Berenguer, ha asegurado a TodoAlicante que no había presenciado en décadas y que atribuye al abandono del cultivo en las tierras altas ya que «al final, lo que produce es unas escorrentías muy rápidas».

La mezcla de la ceniza y la resina, ha explicado, produce un residuo que se adhiere a las piedras del río y que lluvias como las experimentadas esta semana no consiguen deshacer. Para hacerlo, ha añadido, sería necesaria una precipitación muy contundente y, de esta manera, borrar los restos del fuego que calcinó en primavera más de 700 hectáreas.

Es por esto que el director del Consorcio, coincidiendo con lo reclamado entonces por los propios vecinos de la zona, considera necesarias políticas medioambientales públicas que fomenten la agricultura en un territorio cada vez más abandonado y dejado a los pinos, un árbol que arde con facilidad.

En opinión de Berenguer resulta fundamental así la roturación, la acción agrícola de arar o labrar la superficie por primera vez oxigenando el suelo y permitiendo la entrada de otros agentes introducidos por la acción humana o natural.

Mientras todo esto sucede en el entorno del río Algar, las precipitaciones en la Marina Baixa se sitúan en torno a 120 litros por metro cuadrado cuando la media de un año de normalidad ronda los 600.

A lo largo del periodo estival ha sido necesario introducir en el sistema 3,2 hectómetros cúbicos de agua desde la planta desaladora de Mutxamel, un 50% de la demanda total de este valioso recurso.

El responsable del Consorcio de Aguas confía ahora en haber superado el periodo más crítico y ha subrayado el agradecimiento a los trabajadores del sector primario por haber restringido el regadío durante los últimos meses garantizando el suministro.

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