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El tiempo y la paciencia crean maestros. O auténticas joyas que engolan el paladar y enaltecen los sentidos. Los grandes licores crecen atemperados en la soledad de las bodegas, cuidados con mimo durante años para extraer sabores y matices. Es el caso del fondillón Luis XIV, encontrado en Cañada de Biar, y que se ha destapado literalmente 60 años después como uno de los mejores vinos de España.
Esto de encontrado es literal. David Carbonell es un enamorado del vino y de su zona, el Alto Vinalopó. Podríamos decir que es un arqueólogo del vino, un buscador de tesoros enológicos. Indaga, investiga, halla estos productos, que después recupera y embotella en su Bodega Colección Toneles Centenarios.
El caso del fondillón Luis XIV es excepcional, pero no único. Muchos pequeños cosecheros dispersos por las poblaciones de la comarca trabajaban las viñas de fondillón, creando este reconocido producto alicantino. Esta pequeña colección apareció en una de estas pequeñas bodegas familiares.
El negocio cerró en los años 60, pero la familia continuó trabajando la tierra. En uno de los almacenes de la finca, tenían arrinconados toda una colección de toneles antiguos. «Sabían que estaban allí, pero no se sabía el valor que tenían», explica.
Carbonell se quita mérito del descubrimiento. Asegura que los auténticos héroes de la historia son Regino Ballester y José Ferrero, «que guardaron los vinos de sus antepasados».
Fondillón Luis XIV Edad superior a 50 años. Tonel Luna.
Color ámbar profundo con ribete verdoso. Nariz muy intensa, de manera noble, con sensaciones de café, algarrobo o té negro. Acidez en boca muy marcada, con gran retrogusto.
Producción de 350 botellas.
Precio: 190 euros.
El enólogo conocía a los propietarios porque eran proveedores de uva. En una de estas charlas, le contaron lo que tenían en el almacén. «Fue como si el tiempo se hubiera detenido en los 60», cuenta maravillado, «no se había tocado nada allí desde hace más de medio siglo».
Eran solo 25 toneles, de los que tres se han perdido. Del resto, en algunos se había consumido ya más de la mitad del licor. Lo importante es que se ha salvado este fondillón Luis XIV que ahora merece tanto reconocimiento. Son 350 botellas al final. Y no hay más. «Es un vino histórico, muy escaso», explica el responsable del hallazgo.
Es un vino viejo, antiguo, con una concentración enorme después de 60 años reposando en toneles de roble americano del siglo XIX. «Recoge el sabor de una madera añeja, a su vez ya curtida de anteriores vinos, y eso es algo que se nota mucho al probarlo», explica el responsable de la bodega Colección Toneles Centenarios, David Carbonell.
De color muy profundo, un ámbar con ribete verdoso, producto del tiempo. Tiene una nariz muy intensa, de madera noble, con sensaciones de café, algarrobo o té negro procedentes de los sucesivos vinos que han ido depositando en los posos del tonel las diferentes cosechas que se han decantado. «Parte de unos vinos muy antiguos, mitad del XIX, que han dado sabor a la madera, al final ha absorbido algo de cada uno», afirma.
El sabor, como no puede ser de otra manera, es intenso y profundo. El tiempo transcurrido ha concentrado sobremanera los sabores, como en el perfume, al quedarse a la mitad o menos cada una de las barricas. «Me emocionó mucho esa gran concentración», admite.
Tiene una acidez en boca muy marcada, tanto que equilibra el dulzor típico del fondillón, que apenas llega a los 45 gramos por litro. Con un retrogusto muy persistente, que casi puedes paladear durante todo el día. «Es la mayor joya que me he encontrado», afirma sonriendo Carbonell.
Así lo han corrobado también los máximos expertos en cata. Ha obtenido 99 puntos sobre 100 en la prestigiosa Guía Peñín, la biblia de la cata española. Solo están a la altura otros seis vinos de todas las denominaciones de origen. Por supuesto, es el vino de la Comunitat más laureado, puesto que nunca ningún caldo había llegado a estos registros.
Mientras tanto, David Carbonell continúa produciendo fondillón con técnicas ancestrales. «Trabajamos las mismas viñas y lo criamos en un lagar de piedra tradicional subterráneo», explica el responsable de la bodega. Esto produce una mayor oxidación, porque aunque las paredes ceden temperatura, al final el calor se deposita al fondo y crea una fermentación de alta graduación.
Porque con amor y tradición también se construyen grandes cosas, Carbonell continúa su labor de indagación en toda la zona en busca de otro tesoro escondido en cualquier bodega. «Seguimos buscando reliquias, porque puede aparecer otra», insiste esperanzado.
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