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«Aunque vas siempre al mismo sitio, cada viaje es distinto»

Verano a la última ·

Julián Isturiz es patrón del 'Aitona Julián' en San Sebastián

Íñigo Goñi Davó

Domingo, 20 de julio 2025, 00:04

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Situada en el corazón de la bahía de La Concha, la isla Santa Clara es una de las maravillas que atesora la ciudad de San Sebastián. Pero acceder a ella no es tarea fácil… a menos que uno suba a bordo de las motoras de la isla, embarcaciones que desde hace más de 80 años transportan a miles de personas hasta ese pequeño paraíso donostiarra. La familia Isturiz gestiona este servicio desde 1942, cuando Julián Isturiz comenzó a operar con una pequeña motora que apenas podía acoger a una veintena de pasajeros. Hoy, sus nietos Julián y Borja mantienen vivo el legado familiar con una flota de tres embarcaciones modernas, todas bautizadas en honor al patriarca: Aitona Julián II, III y IV.

- Vuestro abuelo Julián navegó en el 'Belmonte', vuestro padre en el 'Aitona Julián' y vosotros lo hacéis en el 'Aitona Julián II', III y IV.

- Así es, y nos llena de orgullo. Recuerdo acompañar a mi padre cuando era pequeño en sus rutas hacia la isla. Me pasaba la vida en el barco, echando una mano en lo que podía, y lo disfrutaba muchísimo. De hecho, uno de los días más felices de mi infancia fue cuando botamos el 'Aitona Julián', tenía 10 años. Ahora es un trabajo que me gusta de verdad, al igual que le gustaba a mi padre, y antes a mi abuelo. Es algo que se lleva en la sangre, se lleva dentro, si no, ¿quién se dedicaría a las motoras? Como no estés enamorado de este trabajo, apaga y vámonos.

- Se te ve feliz.

- Lo soy. Es un trabajo que llena, porque, al final, lo he deseado desde pequeño, y ver ahora cómo la gente sonríe en nuestras travesías es lo que me hace feliz. Además, aquí es imposible aburrirse, aunque vas siempre al mismo sitio, cada viaje es distinto, y eso que he hecho miles. Vas con unos, con otros, entra un barco, otro, algún nadador que se cruza... No es la misma foto cada día, sino que todo viaje tiene su propia foto.

- Foto que disfruta cada una de las personas que lleváis a la isla.

- Desde luego, aquí viene gente de todas las clases, tanto de arriba como de abajo, y a todos les ves disfrutar. Para ellos es una experiencia increíble: venir al puerto de San Sebastián, montar en el barco, ir a la isla, estar allí en la playa, en el monte, tomar algo en el chiringuito…

- Y especialmente para los niños.

- A los niños les asombra el barco. Los ves a bordo con expresión de sorpresa, fascinados, se quedan perplejos.

- Tantos viajes, idas y vueltas:¿no te cansas de la bahía?

- La verdad es que no. Siempre te encuentras con algo distinto. Las mareas, los barcos, los animales... No es como un despacho, en el que ves las cuatro cosas de la mesa y estás todo el rato haciendo lo mismo. Mi trabajo es al aire libre, un paseo agradable por la bahía, que es impresionante.

- ¿Es una bahía diferente la que ves tú en la motora y la que veo yo desde la playa de La Concha?

- Es otra perspectiva. No tiene nada que ver. Cuando hacemos la 'ruta azul', en la que no vamos directamente a la isla, sino que antes recorremos la bahía, te das cuenta de que estás viendo la ciudad desde otro punto de vista: el Palacio Miramar, Ondarreta, el Peine de los Vientos... Es todo un privilegio.

- Con todo, las motoras de la isla se han convertido en un elemento habitual de ese paisaje marítimo del que disfrutas cada día.

- Sí. Y es una suerte. Nos hemos convertido en una cosa mítica de aquí, de San Sebastián. ¿Quién no ve, paseando por el Muelle, por el paseo, por la playa, un barco azul y blanco cruzando la bahía y piensa 'ahí va el barco de la isla'? Además esos colores, el azul y el blanco de la bandera de San Sebastián, de la Real Sociedad… Que la gente nos reconozca es una grandísima suerte. Somos un emblema de la bahía. Un emblema diferente, pero emblema al fin y al cabo.

- ¿Qué supone para vosotros ser parte de la identidad de San Sebastián?

- Hombre, te llena de gratitud. Saber que el trabajo que haces, el que llevas en la sangre y al que te has dedicado toda la vida la gente lo ve como un servicio indispensable del verano donostiarra, pone los pelos de punta a cualquiera.

- Aunque, por otro lado, también es una responsabilidad.

- Por supuesto. Hay que dejarse la piel para que la ciudad tenga un buen servicio. Somos parte de la identidad de la bahía, y, por eso, no podemos descuidar los horarios, los barcos, el personal… Procuramos también mejorar el servicio a lo largo de los años. Introducimos pequeñas mejoras que, creemos, pueden mejorar la experiencia. Hace unos años metimos unos cristales en el barco que permite descubrir la vida submarina de la bahía, les gustó mucho.

- Todo para ellos.

- Claro, somos una empresa familiar, y nuestro éxito radica en atender siempre bien a la gente, que disfrute, que nos recuerde.

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