«Ella es un demonio. Me está destrozando la vida»: la última llamada del hombre que mató a Margarita
Tomás acabó tras una discusión con la vida de su novia y con la suya propia el domingo a mediodía en Alicante
Margarita se convirtió en la segunda víctima de la violencia de género en Alicante en este 2024 en un trágico fin de semana en el que otras cuatro mujeres más murieron asesinadas en España. Tomás acabó con la vida de su pareja y con la suya propia de un disparo de escopeta el domingo a mediodía en su vivienda de la calle Virgen del Socorro de Alicante, en el barrio del Raval Roig, aunque el suceso no trascendiera hasta casi la madrugada. Mientras España entera se echaba a la calle para celebrar el triunfo de la Selección en la Eurocopa, el juez ordenaba el levantamiento de los dos cadáveres.
Nadie había escuchado nada en el populoso barrio. Ni los golpes, ni los disparos de la escopeta que Tomás guardaba y que ocultaba hasta a sus más íntimos. Muchos no sabían que tenía armas ni por qué.
Dos días después, son muchos los interrogantes que tienen sus allegados y conocidos. Cómo es posible que Tomás tomara esta decisión, qué le pasaría por la cabeza. Los dos últimos días de la familia de Tomás hasta descubrir los cuerpos fueron una pesadilla. Su madre le anduvo buscando desde el sábado, sin saber qué había sido de su hijo, por qué no le devolvía las llamadas.
Pero Tomás tan solo habló con una persona el sábado desde el piso de Virgen del Socorro: «Esta mujer está loca», le dijo a su interlocutora, «es un demonio, me está destrozando la vida».
Detrás se podía oír a Margarita chillando que colgara el teléfono, estaban en plena discusión. «No se te ocurra tocarle un dedo», le advirtieron, «y avisa a la Policía». Tomás no hizo caso y, obcecado, al final hizo justo lo que le dijeron que no se le ocurriera. Fue la última vez que alguien habló con Tomás, según el testimonio al que ha tenido acceso TodoAlicante.
A partir de ahí, Tomás no devolvía las continuas llamadas que su madre y sus amigas le hacían. Ni wassaps ni mensajes de voz, pero seguía en línea.
Ahora, esta persona está desolada. «Si lo llego a saber, hubiera llamado yo a la Policía», cuenta con las lágrimas al borde de los ojos.
016 teléfono contra la violencia de género
Tomás había quedado con unos amigos el domingo para ir en barco a disfrutar de las calas de Alicante. Ni acudió ni contestaba tampoco a los compañeros, que se extrañaron. Fue a la vuelta, ya por la tarde, cuando le avisaron a su madre de que tampoco le habían visto.
Entonces, su madre se obsesionó con buscar a Tomás para saber qué le ocurría y echó mano de quienes mejor le conocían. Encontraron el coche en los alrededores del domicilio y comprobaron que el motor estaba frío, no se había movido. Subieron a su domicilio, llamaron, pero nadie contestó. «Yo no me voy de aquí sin abrir esa puerta», dijo valiente a la madre su amiga. Fue entonces cuando llamaron a la Policía, que entró con permiso de la madre, propietaria del inmueble, en la casa. Lo tuvieron que hacer a través de la terraza contigua, puesto que ni la propia madre tenía las llaves de casa de su hijo. Y eso que vivían en el mismo edificio, construido por la familia en los años 50 y del que vivían alquilando pisos para uso turístico. Cuando entraron los agentes se encontraron la tragedia.
Tomás y Margarita habían comenzado una relación. Él era de ascendencia dominicana, aunque había vivido toda la vida en el Raval Roig, donde jugaba con sus vecinos en la calle y con los compatriotas de su madre, que tenían en su casa un hogar más. Ella era de nacionalidad rusa y tenía familiares en Alicante.
Aunque no había denuncias previas en VioGen, personas íntimas de la familia relatan que sí había malos tratos por parte de ambos y que era una relación tóxica. «De bueno que era, era tonto», dice desconsolada una amiga de la familia de Tomás. Por eso, todavía no se creen lo que ha ocurrido: «Llevamos dos días sin dormir», reconocían a la salida del tanatorio.
Un trágico final que ha conmocionado a esta histórica parte de la ciudad, que aún no sale de su asombro. Tomás era hijo único. En el tanatorio, la madre no encontraba razones para vivir. «La próxima que se va seré yo», ha dicho, puesto que no hay consuelo para ella.