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Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Martes, 1 de octubre 2024, 21:09
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De todos los 'Happy Birthdays' que se le puedan haber cantado a un presidente de Estados Unidos, solo el de Jimmy Carter puede competir en la historia con el que le cantase Marilyn Monroe a John F. Kennedy por su 45 cumpleaños. 'Happy Birthday, Mr. President', se leía ayer en el North Lawn de la Casa Blanca, dedicado al único mandatario que ha vivido para celebrar ayer los 100 años.
Nadie lo hubiera sospechado cuando hace diecinueve meses le mandaron a casa del hospicio con cuidados paliativos para facilitar sus últimos días. Su querida Rosalynn, su único amor, con la que estuvo casado 77 años se le adelantó en la partida a los 96. Su funeral en noviembre pasado fue la última vez que se le vio en público, empujado en una silla de ruedas con una manta sobre las piernas y el aire compungido de quién sabía lo que hacía en esa iglesia de Plains (Georgia).
Se esperaba que ese dolor terminara de empujarle hacia el más allá, pero a medida que pasó el tiempo y seguía aferrándose a este mundo, su nieto mayor, Jason, le preguntó si estaba intentando llegar al siglo. «Solo intento aguantar para votar por Kamala Harris», dice que le contestó este verano.
Georgia es uno de los siete estados clave para imponerse en estas elecciones. Desde su presidencia solo lo han ganado dos demócratas: Bill Clinton en 1996 y Joe Biden en 2020. Fue solo por 11.779 votos, los que Trump buscaba tan desesperadamente como para pedírselo de viva voz al secretario de Estado, Brad Raffensperger, un republicano de pro que se resistió y grabó la llamada.
Carter es la antítesis de Trump. Un hombre pequeño que se hizo grande humildemente con el paso del tiempo y una honestidad que ni sus críticos cuestionan. Vendió la granja familiar de cacahuetes para evitar cualquier apariencia de un conflicto de intereses durante su presidencia e inició, por motu proprio, la costumbre de hacer públicas sus declaraciones de impuestos.
Se resistió a escalar un conflicto en Oriente Medio incluso cuándo Irán tomó la embajada de EE UU con 52 funcionarios dentro a los que tuvo como rehenes más de un año hasta la investidura de Reagan. Aquella crisis disparó el precio del crudo y provocó la mayor inflación desde la Gran Depresión, con el 13.5% en 1980, que le costó la presidencia.
Se fue sin rechistar, vilipendiado como el peor presidente de la historia y castigado con un solo mandato. Tenía solo 56 años y, ahora se sabe, casi media vida por delante. Con toda esa energía y tiempo libre en las manos, escribió más de 30 libros, uno de ellos titulado 'Palestina: Paz no apartheid', convirtiéndose también en el presidente más prolífico de la historia.
Tomó los restos de su presidencia y dedicó el siguiente medio siglo a todo tipo de causas humanitarias y altruistas a nivel nacional e internacional. Desde su famoso Habitat for Humanity, con la que ayudó a los más necesitados a reconstruir sus casas, desde el Nueva York de los 80 hasta el Nueva Orleans del 'Katrina', defendió la democracia como observador internacional en innumerables elecciones, especialmente de Latinoamérica, y convenció a muchos estados para que exigieran la vacuna del covid en los colegios.
La perspectiva del tiempo y su vitalidad ha permitido que viva lo suficiente como para transcender la maldición de ser considerado el peor presidente de la historia, pero el mejor expresidente posible. Ayer ya nadie hablaba de la inflación de su mandato o cualquier otro borrón.
Si Carter, que según su nieto tiene días de ljucidez, pudo ver ayer por televisión el festival que se le dedicó en Atlanta, solo oyó felicitaciones. Y si aguanta dos semanas más, el día 16 podrá recibir por correo la ansiada papeleta para completar su último sueño de la democracia, que puede inspirar a muchos en ese estado clave.
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