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Jim Morrison, durante una actuación en directo RC
'Obra completa', la escritura de Jim Morrison

Jim Morrison, escritor: los diarios íntimos del Rey Lagarto

Un libro de más de 500 páginas recoge los cuadernos, cientos de poemas y hasta un guion de cine del mítico líder de los Doors

Martes, 19 de agosto 2025, 00:03

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Ante todo, quería ser recordado como escritor. El cantante y fundador de The Doors, una de las estrellas del rock que más influencia ha tenido en la historia, habría preferido ser llamado simplemente así: escritor. Y no estaríamos mintiendo, porque escribió sin parar toda su vida.

Niño errante (su padre militar no paraba de cambiar de destino) y voraz lector, empatizaba con los poetas malditos que descubrió muy pronto. Rimbaud fue un gran favorito, y Nietzsche una poderosa inspiración para su futura personalidad volcánica. En esta 'Obra reunida' (Libros del Kultrum) de más de 500 páginas, traducidas por Miquel Izquierdo, hay cosas remotas: los fans del grupo encontrarán, por ejemplo, el poema 'Horse latitudes' años antes de grabarse para el segundo disco de los Doors con forma de imparable tornado sonoro. Gracias a las notas de contexto, sacadas de entrevistas a Morrison, descubrimos que la escribió en el instituto, donde ya tenía un buen número de cuadernos llenos de ideas. En un arrebato los destruyó todos: «No se me ocurre nada que deseara más que tener aquellos cuadernos. Incluso pensé en tomar pentotal sódico o que me hipnotizaran para tratar de recordarlos».

Uno de los prólogos corre a cargo de la hermana de Jim, Annie. Cuenta un episodio sintomático del hermetismo de Morrison con su familia: ella vivía cruzando el Atlántico, en Londres, donde en ese momento 'Light my fire' sonaba por todas partes. Ella solo supo que la voz era la de su hermano cuando su madre le hizo llegar el primer LP de los Doors, con una imponente fotografía de portada donde era imposible no reconocerle. Ese disco comenzaba con la gran invitación del grupo, la mano tendida a descubrir un nuevo mundo: 'Break on through (to the other side)'.

La portada de 'Jim Morrison. Obra reunida'. Virginia Carrasco

John Densmore era un batería inspirado por el jazz, Robbie Krieger sabía tocar algo de flamenco con la guitarra y Ray Manzarek incorporó los órganos y teclados que redondearon un sonido inconfundible. Estos elementos les separaron de otras bandas de la época, pero habrían quedado en nada sin Morrison, su actitud y presencia, su rareza, y también su contenido lírico. El mismo primer disco terminaba con 'The end', la famosa versión del mito de Edipo que apareció —recortada— en 'Apocalipsis Now' una década después.

'The celebration of the lizard'

Casi todos los discos de The Doors (seis en cuatro años) terminaban con una pista larga como 'The end'. Son 'When the music's over', 'The soft parade' o la célebre 'Riders on the storm'. Pero hay una más, especial, que quedó sin incluir en el tercero: 'The celebration of the lizard'. Esta odisea de 17 minutos condensaba la mejor lírica de Morrison y sus temas fetiche: reptiles, desiertos, rituales, chamanes, locura. «Yo soy el Rey Lagarto: puedo hacer lo que quiera». Hasta 2003 no se publicó una versión de estudio, un remiendo convincente a base de recortes y pruebas. El libro muestra fotos del cuaderno original donde se escribió, y una entrevista donde se desmonta el aura de esta canción, de la que dice Morrison: «Es todo más bien burlón. Me da la impresión de que la gente no se da cuenta. No hay que tomarlo en serio. Es como si haces de malo en un wéstern, pretende ser irónico».

Una de las páginas de 'Jim Morrison. Obra reunida'. Virginia Carrasco

Antes de triunfar, Morrison estudió cine en Los Ángeles (muy cerca de Francis Ford Coppola, por cierto), y de esa etapa queda conservado un tratamiento fílmico, es decir, el paso previo a un guion de cine: 'El autoestopista'. A Morrison le interesó el cine por ser «la aproximación artística más cercana que tenemos al flujo real de la consciencia». Sí llegó a rodar unos cincuenta minutos en este universo de carreteras y desiertos, fácilmente encontrables en Youtube, donde interpretaba a un misterioso protagonista muy cercano a los personajes de Jack Kerouac.

Otro foco de interés está en los 'Diarios del juicio de Miami'. Morrison, encerrado en el kafkiano sistema judicial por escándalo público, lo observa con ojos de bufón y vierte en sus diarios poemas e impresiones fascinantes. Convencido de que si no tuviese dinero habría acabado preso, y de que fue una gran pérdida de tiempo, en los diarios leemos frases como que un declarante «juguetea con bigote imaginario» al lado de otras como «de repente, un mortecino corredor público se vuelve un pedazo de eternidad».

Una de las páginas de 'Jim Morrison. Obra reunida'. Virginia Carrasco

Morrison publicó un par de libros de poemas en vida siendo ya una estrella ('Las nuevas criaturas' y 'Los señores'), pero lo hizo en tiradas pequeñas para regalar a sus conocidos. Editoriales como Fundamentos o Espiral, y también la revista Star, los tradujeron después en España.

La muerte en París

Tras la grabación del sexto disco, 'L.A. Woman', Morrison anunció al grupo que quería marcharse a París, donde también, cómo no, escribiría diarios que se conservan. París, como Hemingway, como Cortázar, como Fitzgerald o Miles Davis. Antes, por cierto, pasó por España, parando en El Prado (sobre todo por el 'Jardín de las Delicias', del Bosco) y en la Alhambra con los cuentos de Washington Irving en la mano. En la capital francesa intentó renunciar al alcohol con poco éxito, y grabó sesiones de poesía recitada que también se publicarían después.

Cartel en la fachada de la casa de Morrison en París. CGF

Fue el tercer rockstar en morir con 27 años, tras Joplin y Hendrix, en su apartamento y sin autopsia. Era julio del 1971. Su tumba en Père Lachaise es atracción turística, y el busto esculpido que tenía desapareció desde 1988 hasta este año, encontrado por casualidad. Semanas antes, el ayuntamiento acababa de proponer nombrar un puente sobre el Sena en su honor. En la fachada del edificio donde murió, en la Rue Beautreillis, hay hoy un letrero espontáneo de un vecino harto de la mitomanía hacia el cantante. Pone: «También Cézanne y Baudelaire vivieron en esta calle». Cézanne, Baudelaire y un escritor.

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