Ana María Shua: «En realidad, uno no lucha contra el cáncer: estaba ahí y me pasó un autobús por encima»
La escritora Ana María Shua relata su proceso de cáncer en su nueva colección de cuentos, 'El cuerpo roto', relatos que abordan la fragilidad humana, los hospitales y las personas cuidadoras
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951) es una institución mundial en dos formas literarias habitualmente poco reconocidas: el cuento y el microrrelato. Su último libro, 'El cuerpo roto' (Páginas de espuma) es lo que le trae de gira por España, una selección de cuentos que hablan de enfermedad, médicos y cuidadores y que contiene al menos dos relatos de alto valor autobiográfico. La realidad es algo caótico e incomprensible, pero los cuentos, defiende, son pequeños cosmos que nos ayudan a darle algún sentido.
«Tiene algo de rompecabezas. Una va construyendo, descubriendo algunas piezas, y las que va colocando dejan la forma de las que faltan», dice Shua sobre otro arte, el de elegir qué cuentos y en qué orden serán publicados. Por ejemplo, el último relato lleva muchísimo tiempo escrito: «Es realmente antiguo. Es una crónica del velorio de mi padre, que murió en el año 1975. Nunca quise publicarlo porque lo sentía como algo demasiado íntimo». La escritora se resistió siempre a hablar de las personas cercanas en sus textos: «Nunca vas a encontrar a mis hijas, ni a mi marido. En este caso, mi madre ya había muerto y mi hermana me dio su autorización, pero también es íntimo en cuanto a mí misma. Tuve muchas dudas y ahora ha llegado el momento de publicarlo».
En ese velatorio hay un gesto inolvidable que ejecuta el personaje de la madre: frotar el pecho del difunto insistentemente, para mantenerlo caliente hasta que lleguen las hijas y puedan tocarlo por última vez como un cuerpo vivo. Shua sintió que tenía que escribirlo: «Es lo que hizo mi madre, yo no lo había visto hacer nunca. No podía dejar pasar esa situación tan teatral, tan tremenda y tan de mi madre».
En todos los cuentos del libro aparece, de alguna manera, la enfermedad, el cuerpo, el fin de un estado vital despreocupado para entrar en uno distinto: «Es que cuando somos jóvenes y sanos no tenemos cuerpo: somos nuestro cuerpo. Luego, a partir de cierta edad, sentimos que cargamos con él, como si fuera algo separado de nosotros. Y cada vez nos ocupa más tiempo. Un amigo decía antes de las reuniones: 'Cada uno puede hablar de una enfermedad y un nieto, nada más'».
Desde el principio, la enfermedad ha ocupado bastantes páginas en la obra de Ana María Shua. Su primera novela, por ejemplo, se tituló 'El paciente'. Pero quizás lo más importante de este nuevo libro sea el primero de los cuentos. Incluso es raro llamarlo cuento. «Tiene algo de crónica, sí. Me sucedió, pero hace muchos, muchos años, en 2001». Se refiere a un proceso de cáncer con metástasis que necesitó tanto radioterapia como quimioterapia. En ese momento escribió parte del texto, que aparece en cursiva, y ahora ha sido completado. Su descripción de todo es muy precisa. «La quimioterapia es verdaderamente terrible, sobre todo ciertas drogas en particular son muy tremendas. En cambio los rayos en su momento no se sienten, pero los efectos te quedan para toda la vida. La radiación es brava. Pero bueno, gracias a ambas, que funcionaron como bisturí, me curé y acá estoy». 25 años después.
Luchadores, o no, del cáncer
El debate social sobre si llamarlo o no una lucha personal también lo tuvo la escritora: «En realidad uno no lucha. Yo estaba ahí parada en la vereda y vino un bus y me pasó por encima. Es un sujeto muy pasivo el enfermo, sus elecciones son muy poquitas. Y sin embargo yo sí me sentí en algún momento como alguien que tenía esa posibilidad de luchar, como en un cuento de Jack London, en medio del hielo y con los lobos persiguiéndome». Shua tuvo afectaciones neurológicas que hicieron del proceso un calvario que le impidió ver bien, escuchar, saborear, oler y escribir durante un año. Pero todo volvió: «Un día salí a la calle y vi una frutería, y los colores de las frutas... es inconcebiblemente bello empezar a ver otra vez los colores, con su brillo y su hermosura».