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Comenzó su andadura profesional como corresponsal en Europa. Vivió la gestación de la Unión Europea desde Bruselas. También los inicios de la OTAN. Fue corresponsal permanente en Berlín, Europa Central y Escandinavia, además de enviado especial en más de una treintena de países de África, Asia y América. Hasta que un día recibió una llamada que cambió su rumbo. Destino Pekín para cubrir la más estricta actualidad de la potencia asiática.
Fruto de toda una década afincado en las entrañas del gigante asiático, el ex corresponsal Isidre Ambrós ha sacado a la luz toda su visión, así como los entresijos, sobre este país en el libro 'La cara oculta de China'. Un ejemplar que presentó este miércoles en la Sede Universitaria de la Universidad de Alicante de la calle Ramón y Cajal, acompañado de la ex directora del extinto Centro de Estudios Orientales del campus de San Vicente, Ana Martínez Osés.
La idea inicial no era escribir un libro. Tampoco se lo tomó como un viaje de aventuras. El encargo, que venía desde Barcelona, era descubrir - y contar a España - otra realidad. Desconocida en aquel entonces y todavía a día de hoy. «Tenía que enterarme de qué iba ese país, a fuerza de tropezar todos los días», desevela Ambrós ante el desconocimiento que los occidentales «tenemos» de China y los estados de Asia Pacífico, en general.
«Ni los que íbamos allí, ni los que estábamos aquí sabíamos nada», reconoce. De hecho, en su primera toma de contacto en el país le ocurrió. «Pedí un vaso de agua y cuando fui a cogerlo, ardía», cuenta años después entre bromas. Una señal de la diferencia entre culturas. «No teníamos ni idea», insiste.
En especial al principio. «Todas mis meteduras de pata fueron los primeros años». En una visita a un restaurante le preguntaron si los platos estaban a su gusto. Ambrós, acostumbrado a la sinceridad occidental, respondió «muy bueno, pero le añadiría un poco más de salsa. Aún así, muy bueno». Un comentario que provocó que los propietarios del local «perdieran la cara». Esto es un «principio básico de los chinos» utilizado para indicar que se les «ha avergonzado en público».
En sus viajes de regreso a España - volvía a su tierra cada Navidad - amigos y familiares le avasallaban a preguntas. ¿En China hay café? ¿Con qué se paga? Cuestiones a las que Ambrós estaba cansado de enfrentarse. En una de esas conversaciones reflexionó: «cuando vuelva a España haré un libro contando de qué va esto». Este fue el motivo por el cual el periodista se lanzó a resumir diez años de aprendizaje en 320 páginas.
Anécdotas y vivencias propias, momentos imprescindibles de la historia del lejano Oriente, hechos insólitos que debido a la censura - y al régimen - no pudo contar. En definitiva, historias que tienen «origen en mis reportajes publicados», a los que ha aportado un valor añadido, a través del conocimiento en primera persona.
También con conversaciones entabladas a regañadientes en las calles. «Los chinos no quieren hablar con la prensa extranjera». Motivo por el que Isidre Ambrós tuvo que ponerse en otras pieles. Le tocó camuflarse. Crear varias identidades, como profesor o librero. Algo de lo que tampoco se libró. Sobre todo, a la hora de tener «pinchado» el móvil al conocer su profesión. Ahí le llegaban mensajes instantáneos escritos en chino «que desaparecían al momento», relata. «Cosas que para un periodista van en el sueldo, pero que no eran normales para mi familia».
Aún así, Ambrós pasó diez años de su vida conviviendo con una cultura para él - en sus inicios - desconocida, pero a la que supo adaptarse y, ante todo, apreciar y valorar. «Tengo gran respeto a los chinos» por su carácter, su modo de vida y su manera de relacionarse. También «he sufrido muchísimo» en varias ocasiones y contextos. En un viaje por las zonas más degradadas de China, una familia llegó a ofrecerle una niña mongolesa «porque con nosotros iba a tener una vida mejor».
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