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La dueña del ataúd del antiguo Egipto que acaba de ser restaurado y que se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) sabía cantar, bailar, componer y tocar algún instrumento. No se sabe su nombre pero los arqueólogos la llaman la sacerdotisa y música de Amón, rey de los dioses y residente en el templo de Karnak. El restaurador Ignacio D'Olhaberriague ha sacado los colores al sarcófago egipcio, que data de 1069 – 945 a. C. y que permanecía desde hace más de 120 años en los almacenes del museo. D'Olhaberriague, que ha retirado la suciedad, los repintes, barnices y restos de antiguas intervenciones, a punto ha estado de sufrir un síndrome de Stendhal, tan bella es la decoración del sarcófago.
Gracias a recientes investigaciones, se ha logrado desvelar el significado de un jeroglífico que dice: 'A en la boca de Amón, Mer (t) - Ra - Amón', un apelativo a la propietaria del sarcófago, cuyo oficio solo lo podían desempeñar mujeres vinculadas a la aristocracia o la realeza. Durante mucho tiempo se creyó que la caja, hecha con madera de sicomoro, era Ruru, hipótesis que ha sido finalmente descartada. «El ataúd llegó al museo en 1895 como consecuencia de una donación de Egipto a España, cuando cuatro años antes se descubrió un escondrijo con un centenar y medio de momias de sacerdotes», dijo Isabel Izquierdo, directora del MAN, quien destacó que el mundo de lo sagrado en Egipto estaba asociado a la música, actividad que era ejecutada por mujeres.
La restauración ha sido posible gracias a la colaboración entre la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico y la Fundación Iberdrola, entidades que se han unido para recuperar una pieza con 3.000 años de antigüedad y perteneciente a la dinastía XXI. El ataúd, de más de dos metros de largo y 86 centímetros de alto, está profusamente decorado. La difunta aparece representada haciendo ofrendas de incienso a los cuatro hijos del dios Horus. En el interior, una imagen de la diosa Neftis acoge a la fallecida en su viaje al más allá.
El estado de conservación del féretro era un tanto delicado. En 1986 se hizo una intervención de la caja, pero con el paso del tiempo los materiales empleados envejecieron sin remedio. «Había que revisarlos y ponerlos un poco al día. Este ha sido el tratamiento principal de la restauración», sostuvo D'Olhaberriague.
El rito principal en torno al dios Amón era fastuoso y se celebraba tres veces al día en el interior del templo. Las puertas se abrían, se purificaba el recinto, se vestía y adornaba la estatua del dios y se realizaban ofrendas para alimentar a la divinidad. Cientos de panes, jarras de cerveza y cestas de frutas se ponían sobre vajillas de plata y oro, mientras las cantoras, como la sacerdotisa que ocupó el sarcófago, tocaban instrumentos de la época, como el sistro y el menat, y cantaban para agasajar a la divinidad.
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