La 'Venus de Milo' que nació en Alicante resurge cien años después en Manzanares
La obra esculpida por Ramón Ripoll en el histórico taller de la antigua calle Sagasta, cuyo legado aún permanece en la ciudad, luce en la Casa del Manifiesto de este municipio de Ciudad Real
Pocos lo saben, pero Alicante también tuvo su propia 'Venus de Milo'. A principios del siglo XX, el escultor Ramón Ripoll Seva modeló en su taller de la calle Sagasta -hoy calle San Francisco o 'Calle de las Setas'- una imponente escultura que reproducía el busto de la célebre diosa griega.
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Firmada por el propio escultor, la obra conocida como la 'Venus de Ripoll', resurge casi cien años después, al ser expuesta en la Casa del Manifiesto de Manzanares, en Ciudad Real.
La obra, ha sido adquirida por el colectivo Patrimonio Manzanares, y se ha presentado en sociedad durante el acto inaugural de la exposición 'Luces del pasado', de la pintora María Ángeles Puche. De este modo, se vuelve a despertar un renovado interés por el legado artístico de la familia Ripoll, una de las sagas escultóricas más importantes de Alicante y España.
El taller de Ripoll
El taller Ripoll, fundado en 1886, fue durante más de un siglo un emblema de la ciudad de Alicante. Desde allí salieron vaciados, moldes y esculturas que siguen decorando algunos de los edificios más reconocibles del paisaje urbano.
Estos se ubican en la Casa Carbonell, la Casa Arberola, el Palacio de la Diputación o el Real Club de Regatas. Además, el legado de Ripoll se extiende a los paseos de Federico Soto y Doctor Gadea, cuyos bancos fueron diseñados por el propio artesano junto al arquitecto municipal Miguel López.
Una 'fábrica' de artistas durante cinco generaciones
Más que un simple taller, aquel espacio de la calle Sagasta fue una auténtica escuela de arte y oficio. De sus mesas y hornos surgieron generaciones de artistas que marcaron la identidad visual de la provincia, entre ellos Ramón Marco, José Marced, Gastón Castelló o Pérezgil, nombres esenciales del arte alicantino del siglo XX.
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En el taller de los Ripoll, que logró consolidar una empresa de esculturos durante cinco generaciones hasta principios de este milenio, se vaciaban obras clásicas, las cuales eran destinadas al embellecimiento de inmuebles y espacios urbanos emblemáticos, fondos museográficos y escuelas de arte.
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