Los incendios de este verano en Europa agigantan la huella de carbono
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El abandono de los montes, la sequía y el calor extremo han sido el acicate perfecto para los numerosos incendios que este verano han arrasado gran parte del paisaje de la Península Ibérica. Casi 300.000 hectáreas calcinadas en 2022, la mayoría concentradas en los meses de verano, concentrados en 419 incendios, según el Sistema de Información de Incedios de la Unión Europea (EFFIS por sus siglas en inglés). Ambas son cifras inusuales desde 2012, año en el que este sistema comenzó a recoger datos.
Vall d’Ebo, Sierra de La Culebra, el Moncayo… Estas son algunas de las zonas que han sufrido estos siniestros durante el verano y que llegaron a divisarse desde el cielo por los ojos de Copernicus.
El humo es una de las señales de alarma de un incendio y también dejan su huella en la atmósfera. Las humaradas de la vegetación que arde desplazan decenas de kilómetros gases de efecto invernadero y dañinos para la salud.
Una combinación de dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), benceno, distintas partículas en suspensión y óxidos de nitrógeno (NOx), mezcla que puede alcanzar «los 35 kilómetros desde la superficie», asegura un equipo de científicos australianos.
Según los datos del Centro Europeo de Pronósticos Meteorológicos a Medio Plazo (CAMS) Global Fire Asimilation System (GFAS), las emisiones totales de incendios forestales en la UE y el Reino Unido entre el 1 de junio y el 31 de agosto de 2022 se estiman en 6,4 megatoneladas de carbono, el nivel más alto desde 2007. GFAS se basa en satélites observaciones de incendios activos y potencia radiativa del fuego (FRP), que utiliza datos de sensores remotos para estimar la cantidad de biomasa quemada, para estimar las emisiones de contaminantes del humo.
«La escala y la persistencia de los incendios en el suroeste de Europa, que provocaron las emisiones más altas de Europa en 15 años, fueron extremadamente preocupantes durante todo el verano», advierte Mark Parrington, científico sénior del CAMS-GFAS y experto en incendios forestales.
La información recopilada por el sistema señala que tanto Francia como España registraron las emisiones de carbono más altas entre junio y agosto desde 2003. «La comparación con ejercicios anteriores ayuda a brindar contexto para las emisiones de incendios actuales», destaca el centro europeo.
En concreto, el total radiante del fuego medido a diario (FRP) desde principios de junio de 2022 «muestra valores significativamente más altos para Francia, España y Portugal durante las olas de calor de julio y agosto», detalla el informe.
Mark Parrington
científico sénior del CAMS-GFAS y experto en incendios forestales
Sin embargo, mientras que Francia y España experimentaron altas emisiones de carbono, Portugal las tuvo relativamente más bajas en comparación con años anteriores, «a pesar de algunos devastadores incendios forestales este verano».
Además, a estas emisiones extraordinarias, el sistema de control europeo suma las emisiones generadas por los más de 30.000 incendios en la Amazonia, «ha sido el peor agosto desde 2010», asegura el CMS-GFAS en un comunicado.
Estos datos muestran que las emisiones de incendios diarias fueron superiores al promedio de la Amazonía Legal en Brasil en la segunda quincena de agosto, lo que supone un nuevo récord desde 2010. Paraguay y Bolivia también experimentaron incendios forestales en agosto y, en Argentina, hubo un aumento en los incendios de finales de invierno en el noreste del país, sobre todo en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, apuntan los informes del sistema del Viejo Continente.
Más allá de la superficie calcinada y las emisiones lanzadas a la atmósfera, los incendios dejan una víctima más: el ozono. La capa de ozono es una franja de gas muy frágil que protege la vida en el planeta de los efectos nocivos de los rayos solares.
Una investigación de científicos canadienses de la Universidad de Waterloo demostró el impacto negativo de los incendios en la capa de ozono de la Tierra. El trabajo revela que el humo de los fuegos en Australia desencadenó reacciones químicas en la estratosfera que «contribuyeron a la destrucción del ozono en latitudes medias del hemisferio sur, una capa que protege a la Tierra de la radiación ultravioleta entrante».
El área total quemada en Europa durante los meses de verano alcanza las 508.260 hectáreas (desde el 4 de junio al 3 de septiembre) según EFFIS. Por su parte, la superficie total calcinada desde principios de año supera las 750.000 hectáreas.
El sur de Europa ha sido una de las zonas más castigadas por estos incendios. España, Portugal y Francia registraron numerosos siniestros durante los meses de verano.
La falta de lluvias y las temperaturas extraordinariamente altas ayudaron a la expansión de las llamas por los bosques y terrenos de estos países. España en lo que va de ejercicio acumula más de 400 incendios y la superficie quemada marca un récord histórico: 300.000 hectáreas arrasadas.
Un mal que se extendió también en Francia. El pasado mes de agosto, estalló un gran incendio en el suroeste del país vecino, que quemó 7.000 hectáreas en una región que vio más de 20.000 hectáreas de bosque destruidas por incendios en julio. En el país vecino, los incendios forestales destruyeron más de 62.000 hectáreas desde el comienzo del año hasta el 3 de septiembre, según datos de EFFIS.
En otras regiones de Europa, Eslovenia, Chequia, Hungría y Alemania experimentaron una importante actividad de incendios forestales. En Alemania, la superficie quemada acumulada ascendió a 4.293 hectáreas, casi el doble del máximo anterior de 2.437 hectáreas.
«La mayoría de los incendios se produjeron en lugares donde el cambio climático ha aumentado la inflamabilidad de la vegetación, como en el suroeste de Europa, y como hemos visto en otras regiones en otros años», añade Parrington.
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