COP27: ¿Qué podemos esperar de la conferencia climática de este año?
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ODS 13 | acción por el clima ·
La Cumbre del Clima, que se celebra en Egipto, buscará ajustar la financiación climática en los países más desfavorecidosVíctor Resco de Dios y Miguel Ángel de Zavala Gironés
Lunes, 31 de octubre 2022, 09:33
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La búsqueda de soluciones al cambio climático recuerda a la tragedia de los comunes, donde los vecinos se benefician de bienes compartidos, como una zona de pasto o una balsa de riego, pero su sobreexplotación acaba por degradar el recurso compartido. Ante una situación que perjudica al conjunto –emisiones de gases de efecto invernadero fuera de control–, los actores implicados no son capaces de acceder a posiciones de consenso que garanticen el bien común, esto es, limitar el calentamiento climático por debajo de 2℃.
Para abordar esta 'tragedia', Naciones Unidas auspiciará la vigesimoséptima cumbre sobre cambio climático (COP27) que se celebrará en Sharm el-Sheikh (Egipto) entre el 6 y el 18 de noviembre de 2022. A continuación explicaremos brevemente su historia y qué cabe esperar de la COP27.
En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, más conocida como la Conferencia de Río, donde se estableció la Convención Marco sobre el Cambio Climático (UNFCC, por sus siglas en inglés), entre otros acuerdos. Las cumbres conocidas como COP (de conferencia de las partes) son uno de los instrumentos para intentar alcanzar acuerdos internacionales vinculantes en relación a la reducción de emisiones.
La UNFCC ha auspiciado una COP anual desde la primera de 1995 en Berlín hasta la vigesimosexta de Glasgow el año pasado. Tal vez la COP más famosa fue la tercera (COP3), en 1997, ya que se estableció el Protocolo de Kioto: una serie de compromisos para lograr la descarbonización de la sociedad y limitar los daños por el cambio climático.
Otra COP particularmente importante fue la COP21 de París de 2015, donde se firmó un acuerdo para limitar el calentamiento climático a 2℃ y donde se incluía la aspiración de limitarlo a 1,5℃.
Se considera que la COP del año pasado no estuvo a la altura de sus expectativas, pero se lograron algunos avances.
Se esperaba alcanzar el compromiso firme de lograr cero emisiones para 2050, y poder así mantener con vida la posibilidad de limitar el calentamiento climático a 1,5℃. Para ello se requería rebajar las emisiones en 2030 un 45% con respecto a las emisiones en 2010. Sin embargo, los acuerdos firmados nos llevan por la senda de un aumento en la temperatura media de unos 2,4 ℃.
Las negociaciones en el último minuto fueron particularmente frustrantes, ya que se cambió la expresión «retirada paulatina» del carbón por la de «disminución paulatina» justo antes de cerrar la negociación.
Otro de los aspectos clave de la COP26 fue el de la financiación a países en vías de desarrollo. Esto es tanto para ayudar al desarrollo limpio de esos países como para compensar por los daños de un cambio climático que ha sido provocado por los países más industrializados. En la COP15 de Copenhague en 2009 se prometió un fondo climático de 100 000 millones de dólares anuales para los países en vías desarrollo a partir del año 2020. Las cifras actuales siguen estando muy por debajo de aquel objetivo.
La COP de este año se plantea como la de las acciones y compromisos concretos en reducción de emisiones y también en la financiación de pérdidas y daños derivados del cambio climático al sur global.
Se le ha llamado la «COP de África» ya que se esperan en particular compromisos importantes para el continente africano, uno de los más vulnerables al cambio climático tanto desde un punto de vista ambiental como social, pero paradójicamente uno de los menos implicados en la acumulación histórica de emisiones.
A pesar de los acuerdos en COP anteriores, Naciones Unidas considera que las emisiones en 2030 serán mayores que en 2010, lo que en la práctica elimina por completo la posibilidad de limitar el calentamiento por debajo de los 2℃. Por eso se espera que la COP27 sea la de la implementación de políticas efectivas de reducción de emisiones.
También se espera que la COP27 plantee avances importantes en la lucha contra la deforestación tropical. Los ecosistemas terrestres resultan esenciales en la lucha contra el cambio climático, al absorber el 25 % de las emisiones de gases invernadero. Pero debemos estar atentos a que el posible establecimiento de la Forests and Climate Leaders' Partnership (FCLP) no acabe siendo una estrategia de propaganda o greenwashing que permita a las grandes empresas continuar emitiendo mientras se escudan en plantaciones de árboles descontroladas y sin seguimiento, que a menudo generan más perjuicios ambientales que beneficios y socavan los intereses de las comunidades indígenas.
La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de Europa generada por la dependencia de combustibles fósiles y la necesidad de replantear su modelo energético. Tras décadas pidiendo a los países en vías de desarrollo que crezcan a través de energías renovables, la crisis energética en Europa le obliga a ser ejemplar y a apostar decididamente por las energías no fósiles. De no ser así, su credibilidad y su oportunidad de influir en la transición energética global se verán mermadas.
Igualmente es previsible que EE. UU. intente reforzar su liderazgo tecnológico promoviendo iniciativas ambiciosas y ganar el terreno perdido durante la administración anterior.
Más complejo es saber de qué manera un posible nuevo statu quo geopolítico resultante de esta guerra pueda afectar a las emisiones. Además de la tradicional influencia de los países occidentales, China tiene una creciente presencia en África, lo que puede incentivar la llegada de acuerdos significativos para reforzar su posición en el continente.
Las COP se suelen vivir con cierto optimismo e ilusión antes de su inicio y con decepción tras su clausura. Reemplazar la principal fuente de energía –combustibles fósiles– y el actual modelo de crecimiento económico a corto plazo es extremadamente complejo. El resultado no se sabrá hasta el final de las 12 horas seguidas de reunión del día final.
Sea cual sea ese resultado final, la comunidad científica debe desempeñar un papel clave, documentando con rigor los impactos del cambio climático, los riesgos futuros para diferentes regiones e integrando la perspectiva social con la ecológica. Diferentes estudios muestran ejemplos de posibles soluciones de consenso para evitar la sobreexplotación de los recursos compartidos y, en definitiva, la tragedia.
[ Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation]
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