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Antaño fue, junto a la agricultura, uno de los principales sustentos económicos de la Marina Baixa, pero la llegada del turismo y las grandes oportunidades que desde mediados del siglo pasado trajo consigo la llegada masiva de visitantes provocó el paulatino abandono tanto del campo ... como de la pesca.
Sin embargo, al contrario de lo que ha sucedido con la tierra, dos municipios de la comarca como son La Vila Joiosa y Altea siguen manteniendo una importante flota pesquera que da trabajo directo e indirecto a una buena cantidad de familias de toda la zona.
No obstante, el futuro del sector pesquero de la Villa Blanca, como el del resto del litoral mediterráneo, se ve cada vez más amenazado y no sólo por las perspectivas de una mejor calidad de vida que ofrecen otros oficios menos arriesgados sino, sobre todo, por las cada vez más restrictivas normativas emanadas, sobre todo, de la Unión Europea.
Así, al menos, lo denuncia el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Altea, Antonio Ferrer, que alerta de que las embarcaciones de la Villa Blanca «somos deficitarios abasteciendo de pescado porque estamos perdiendo flota y entra el pescado procesado de otras partes».
Por desgracia, en esta ocasión ni tan siquiera la siempre fundamental campaña navideña ha servido para dar un empujón que alivie, aunque sólo fuese en parte, la situación. En ese sentido, Ferrer ha definido el periodo navideño como «regular» porque «los precios del pescado y del marisco no han subido y el sector tiene que seguir afrontando la falta de personal y el aumento de costes como el del combustible».
Otro de los factores que han agravado su situación son los paros biológicos impuestos por la Unión Europea y durante los cuales tienen que parar su actividad. «Esto es un negocio que tiene que cerrar tres o cuatro meses y luego, ¿cómo reenganchas?» se pregunta el patrón mayor más veterano de España.
Antonio Ferrer hace la comparativa con los «negocios en tierra» al explicar que, si una tienda se ve obligada a cerrar durante ese periodo de tiempo, su clientela siempre buscará otras soluciones para satisfacer sus demandas. En la pesca, explica, sucede lo mismo y tras esos parones biológicos «los clientes se han buscado otras lonjas y eso son pérdidas». Además, una vez se recupera la actividad y «cuando la cosa empieza a funcionar, tienes que volver a parar», critica.
Ferrer alerta de que, debido a esos parones, los empleados de los barcos están agotando sus subsidios en estos periodos. «Nos están incentivando con los paros, pero yo no quiero subvenciones, yo quiero poder trabajar día a día. Esto es pan para hoy y hambre para mañana», ha insistido.
También está el reto de luchar contra el estigma de que los pescadores son nocivos para el ecosistema del mar Mediterráneo. El patrón mayor de la Villa Blanca habla de forma muy clara del vertedero en el que se ha convertido el mar y asegura que «llevamos a tierra bolsas con una cantidad de plásticos que sorprenderían. Si desaparecemos nosotros en diez o doce años la basura alcanzará todas nuestras playas».
Y todo ello, unido a otro problema añadido como es la falta de relevo generacional y es que el sector deja de ser atractivo para los jóvenes y los pescadores de Altea ya tienen que recurrir a trabajadores de otras zonas de España e, incluso, de Marruecos. En este sentido, el patrón mayor pide que se mantenga el Instituto Politécnico Marítimo Pesquero de Alicante porque cada vez «faltan más técnicos».
Así las cosas, Antonio Ferrer ha demandado un mayor apoyo de las administraciones en conjunto. «Las noticias son que nos van a apretar más en el tema de inspecciones, documentación... esto no es factible», sentencia.
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