Benidorm, la ciudad que soñó un futuro verde y azul y lo convirtió en sostenibilidad
Construida hacia el cielo y no hacia los lados, la capital turística de la Costa Blanca demuestra que el desarrollo sostenible no está reñido con la eficiencia, la calidad de vida ni el éxito económico
La anécdota es tan antigua como el propio elemento que su autor utilizó para ilustrarla, pero en pleno siglo XXI sigue siendo, seguramente, la mejor manera de explicar –y entender– porqué todos los expertos en arquitectura y urbanismo vienen señalando Benidorm, desde la aprobación de su Plan General a mediados de la pasada centuria, como un ejemplo de sostenibilidad. Un experimento que el lector puede realizar de manera muy sencilla en casa para comprobar el resultado de forma empírica.
Para ello, sólo se necesita un paquete de tabaco (en la versión original, aunque hoy en día valdría también un teléfono móvil). Colóquese ese paquete sobre una mesa tumbado y márquese el perímetro que ocupa. Luego, sitúese ese mismo paquete sobre la misma mesa apoyado, esta vez, sobre uno de sus laterales y repítase la marca del perímetro. Por último, elévese el paquete sobre su base y márquese, de nuevo, el perímetro.
Ahora, imaginemos que ese paquete (o móvil) es un edificio. La conclusión es clara: para albergar la misma cantidad de viviendas y, por lo tanto, personas, la tercera opción, la que representa la construcción en altura, es la más eficiente y, sobre todo, sostenible al necesitar la menor cantidad de suelo de las tres.
Para gustos estéticos, claro, están los colores. Para todo lo demás, este experimento supone la base de la pirámide de la sostenibilidad urbanística y turística de la que Benidorm lleva décadas haciendo gala y que ahora, cuando esa necesidad se ha convertido en algo fundamental para la sociedad, ha permitido al buque insignia del turismo nacional encadenar premios y reconocimientos como destino verde.
Verde y azul
«Si se mira desde el cielo, Benidorm es verde y azul». Así lo afirmó un alcalde cuando el pasado siglo XX se acercaba a su fin y los discursos 'snob' e interesados (era la época en la que muchos otros destinos trataban de recuperar el terreno perdido a costa de denigrar al líder de la democratización de las vacaciones en España) se cebaban con la ciudad y su urbanismo vertical.
Tantos años después, el inquilino actual del despacho de alcaldía, Toni Pérez, defiende básicamente lo mismo, pero con un matiz actualizado que llega de la mano de las importantísimas inversiones llevadas a cabo en la última década para generar el llamado 'anillo verde' de la ciudad. «Benidorm tiene un litoral azul, marcado por el Mediterráneo; y otro verde, representado por áreas como El Moralet o el Parc de la Sèquia Mare». Y sí, Benidorm sigue siendo, además de la ciudad de los rascacielos, un mapa urbano en el que el azul del mar y el verde se entrelazan tocándose en el entorno del Parc Natural de la Serra Gelada o abrazándose con el dorado de sus playas de Levante, Poniente y Mal Pas como testigo.
Ver el mar y respirar aire limpio
Benidorm representa poco más del 1% de la población de la Comunitat Valenciana, pero recibe más del 40% del turismo que cada año arriba a esa región. Esa ciudad (de apenas 75.000 habitantes) compite en el mercado nacional e internacional contra regiones e, incluso, países enteros en un mercado, el turístico, que cada año presenta nuevas demandas tanto en términos de actividades y atractivos como de exigencias sociales. Y la sociedad, especialmente la europea, viene demostrando desde hace años que el cuidado y respeto por el medio ambiente gana muchos enteros en su decisión final.
La construcción en altura es, en sí misma, la más sostenible que existe; pero, además, Benidorm ha sabido 'dibujarla' de la manera más respetuosa posible. Su trama urbana se caracteriza por las anchas avenidas y, por lo tanto, por la gran separación existente entre sus agujas de cristal y hormigón.
En un primer momento, esa realidad respondía a una cuestión meramente crematística: permitía que la mayoría de balcones y terrazas tuvieran vistas al mar. Después, y no se tardó mucho en comprobarlo, resultó que esa separación permitía un flujo constante de aire que, además de refrescar enormemente el ambiente, hace que Benidorm aparezca siempre entre las ciudades con mejor calidad del aire de España según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Una industria volcada en la sostenibilidad
Si ese impulso sostenible nació, en aquellos años 50 y 60 del pasado siglo, como una meta a alcanzar o fruto de la casualidad es algo que corresponde evaluar a los historiadores y a los expertos; pero llegados al punto actual lo cierto es que ese empeño es ya un esfuerzo consciente del que forma parte fundamental la principal industria de la urbe: la hotelera.
Quien mejor lo resume es Fede Fuster, presidente de la patronal hotelera Hosbec (con sede en la ciudad), que afirma que «la sostenibilidad no es ahora ni una estrategia ni una opción. Es el camino. No hay otro».
Por ello, y desde hace ya muchos años, el sector anuncia con periodicidad casi semanal nuevas iniciativas relacionadas con el mejor aprovechamiento de recursos tan básicos en la región como el agua o encaminadas al avance hacia la meta de alcanzar las cero emisiones.
El agua, el recurso más preciado y cuidado
Benidorm, como el resto de la comarca de la Marina Baixa, sufre históricamente de un enorme déficit de aportes hídricos. Sucedía ya en la época en la que este rincón del Mediterráneo era un pequeño pueblo de arráeces almadraberos y marinos mercantes y se tornó el mayor reto a abordar cuando el archiconocido alcalde Pedro Zaragoza, el hombre que inventó el turismo tal y como lo conocemos, vio en esa actividad la única salida una vez que los oficios tradicionales sólo prometían pobreza y carestía futura.
Se llegaron entonces a acuerdos con los regantes y con otras poblaciones del entorno para la cesión del preciado recurso y a lo largo de más de medio siglo la ciudad no ha dejado de investigar y mejorar su red. De hecho, a día de hoy, el aprovechamiento de esa misma red de agua alcanza valores por encima del 96% cuando la media europea se queda en un muy lejano 73%, un logro en el que Dinapsis Lab, de la empresa Hidraqua, ha sido un aliado fundamental y es que no por casualidad Benidorm contó con el primero de esos laboratorios jamás inaugurado.
Para entender mejor la importancia y el enorme efecto de esas medidas relativas al agua, basta un dato. Benidorm consume en 2025 un 18% menos de agua que un cuarto de siglo antes a pesar de que en ese mismo periodo de tiempo, desde el cambio de siglo, la población censada ha crecido en un 40% y el número de pernoctaciones, es decir, de turistas, cerca de un 26%.
La movilidad, la última frontera
Benidorm es, al contrario que la mayoría de los destinos equiparables, una ciudad libre de atascos. Como es lógico, en las semanas de mayor ocupación estival y en momentos 'calientes' como Navidad o Semana Santa, el tráfico en sus calles es más denso de lo habitual, pero nunca se observan en ellas retenciones kilométricas.
De nuevo, la visión pionera de aquella generación liderada por Pedro Zaragoza aparece como una explicación primigenia a esa realidad. Famosa es la anécdota de un alto dirigente franquista que negó los permisos necesarios para crear la avenida del Mediterráneo conforme a los deseos del entonces alcalde porque iba a ser más ancha que La Castellana de Madrid y eso, sencillamente, «no podía ser».
Luego, ya en el siglo XXI, Benidorm ha apostado de forma muy decidida por la movilidad sostenible. Los datos lo avalan. Más del 70% de los desplazamientos en la ciudad (otra consecuencia indirecta del urbanismo vertical, ese que ocupa menos espacio para encajar a más personas) se realizan andando, en bicicleta o vehículos de movilidad personal a través de sus más de 140 kilómetros de carriles bici y ciclovías.
Desde el pasado 1 de julio entró en vigor la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) sin que ello haya producido un caos entre residentes y turistas por un motivo muy sencillo: la medida sólo ha venido a poner un nombre oficial a un modelo de movilidad que ya restringía el tráfico rodado por esas mismas zonas desde hace años.
Modelo muy copiado, pero siempre 'low cost'
Tal es el éxito de Benidorm (y no sólo, como hemos visto, como destino turístico) que a lo largo de los años han sido muchas y muy variadas las copias que se han intentado hacer de su modelo en otros lugares de España y el mundo. Algunas, bienintencionadas, han surgido de la participación de la ciudad de la Costa Blanca en foros de compartición de buenas prácticas en las que gobiernos locales de otros puntos han ido apuntando distintas realidades benidormenses para escalarlas y adaptarlas a sus municipios.
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Otras, mucho más descaradas, han terminado siendo una caricatura low cost que apenas consiguen recordar en su ejecución la mera esencia benidormense. El ejemplo más claro (aunque no único) de ello es, sin duda, 'Wonsan Kalma', la ciudad erigida por el infame dictador norcoreano Kim Jong Un y con el que el régimen de Pyongyan ha dado a luz un resort que, por lo poco que se conoce de él, cuenta con más de 40 hoteles, 20 casinos, áreas de acampada, un lago artificial y, por supuesto, una playa que en nada se parece a los codiciados arenales de Benidorm.
Larga lista de premios y reconocimientos
Así pues, y cuando Benidorm se encamina ya hacia el 100º aniversario del momento de su refundación como gran destino turístico del Mediterráneo, presume ya no sólo de su eterno liderazgo turístico; sino también, y pese a lo mucho y falsamente que desde determinados ámbitos se la menospreció y denigró en el pasado, de haberse erigido en un referente internacional del urbanismo y el turismo sostenible.
Lo demuestran premios como el muy reciente European Green Pioneer of Smart Tourism concedido por la Comisión Europea y que es sólo el último de una larga e inabarcable lista de galardones que colocan a la ciudad como el ejemplo a seguir.
Benidorm, en lo estético, gustará más o menos. Su oferta convencerá a unos y asustará a otros. Pero lo que no permite discusión es que Benidorm es, más que nunca, verde y azul. Y todo, resume el alcalde, porque «sólo seremos la mejor ciudad para visitar si somos la mejor ciudad para vivir».