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En 1829 un terremoto de 6.6 de magnitud en la escala de Richter redujo a escombros dos ciudades de la provincia. Torrevieja y Guardamar del Segura tuvieron que ser reconstruidas y quedó en el imaginario colectivo como un desastre natural devastador.
Y sin embargo, su fuerza fue muy por debajo de la magnitud de los dos seísmos que han golpeado a Turquía y Siria durante la madrugada del 6 de febrero, de 7,8 y 7,6. Una diferencia muy grande, ya que un grado supone prácticamente 32 veces más de energía liberada.
La capa superior de la Tierra está fragmentada en placas, unos bloques enormes de rocas que se mueven sobre la capa inferior del interior de la tierra, la astenosfera, compuesta por materiales más plásticos. Las placas, en su desplazamiento, chocan unas contra otras, generando puntos donde la energía se acumula. Esta energía se libera en forma de ondas y provoca los terremotos.
Pero, la provincia de Alicante no es ajena a los temblores, se suceden un centenar de ellos al año, de los que apenas un par son perceptibles para los sentidos humanos. Por suerte, sí lo son para los aparatos de medición de la red sísmica de la Comunidad Valenciana, que registran que por ejemplo, en los últimos 30 días se han producido 8 seísmos en la provincia, 6 de entre 1 y 2 grados, y 2 de entre 2 y 3.
«En principio no podría haber un terremoto aquí como el de Turquía», afirma el profesor de Geología en la Universidad de Alicante y director de la Red Sísmica de la Comunidad Valenciana, José Delgado.
La principal razón es geológica, no estamos tan cerca de la unión de placas como el sureste de Turquía. En ese caso, la placa Arábiga se desplaza hacia el norte y choca con la de Anatolia que «huye» hacia el oeste, eso hace que se acumule energía y aumente la deformación, lo que acaba provocando terremotos.
En el caso de Alicante, parte de la provincia se encuentra sobre una falla, también parte del sur de Valencia está traspasado por otra. Un fenómeno geológico que surge del choque de la placa Euroasiática con la Africana y que podríamos considerar activas, es decir que pueden tener efectos a una escala de tiempo humana. Estamos cerca, pero no tanto como el norte de Marruecos o de Argelia, más susceptibles a los seísmos graves.
El otro motivo por el que un terremoto como el de Turquía no podría afectar a la provincia de la misma manera es que, en España, desde los años 70, hay una normativa de construcción sismorresistente. «Tenemos más de 50 años de experiencia construyendo edificios que deberían soportar terremotos de cierta entidad», afirma Delgado.
De hecho, en el seísmo de Lorca de 2011, de 5.1 en la escala de Ritcher, tan solo colapsó una construcción, aunque muchos edificios se vieron afectados casi todos se mantuvieron en pie permitiendo evacuar a las personas y evitando los derrumbes.
José Delgado
Director de la Red Sísmica de la Comunidad Valenciana
«Previsiblemente aquí nunca veríamos las escenas de Turquía. Los edificios se han construido con la normativa sismorresistente y tienen más capacidad de soportar terremotos y además de que los temblores de aquí son más pequeños», afirma este experto.
«En este momento la deformación que se está produciendo en el límite de placas es porque África se desplaza al norte respecto a Europa, eso lleva así millones de años y previsiblemente seguirá así un tiempo similar», explica Delgado.
Y es que, los desplazamientos de las placas que provocan terremotos se producen a un ritmo prácticamente inapreciable en una vida humana. Este experto explica que para que en la provincia se diera una situación geológica parecida a la que tiene Turquía tendrían que pasar miles de millones de años «la naturaleza tiene una escala de tiempo diferente a las personas, así que para que se produjera un cambio apreciable probablemente la humanidad habría desaparecido ya».
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