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Los disfraces tomarán Alicante durante el finde del 9 al 11 de febrero. La transgresora fiesta vuelve un año más para dar colorido a 'la terreta'. El evento, que reúne a multitud de personas de todas las edades, ha sido torpedeado por limitaciones y supresiones -quebrantadas a través de celebraciones clandestinas- a lo largo de los más de dos siglos de historia.
Aunque no fue hasta 1901 cuando el Ayuntamiento de Alicante oficializó el Carnaval, la primera noticia documentada de la celebración de la popular fiesta de disfraces data de 1802, cuando el Gobernador político y militar de Alicante, José Senmanat, envió una petición al Ministerio de Gracia y Justicia para que reconociese y permitiera el festival en la capital de provincia. El Gobierno lo autorizó, pero con numerosas restricciones.
Las disfraces religiosos, los relativos a la monarquía, los característicos del sexo opuesto o las máscaras no estaban permitidos. El reinado de Carlos IV era autoritario y también restringía la ubicación y el horario: solo estaban autorizados los disfraces en la calle Mayor y adyacentes y durante cuatro horas por la noche.
El Carnaval, con numerosas limitaciones y prohibiciones, duró un lustro. En 1807 el Gobierno vetó completamente la fiesta de disfraces en toda la geografía española. 15 años tuvieron que esperar los ciudadanos para volver a disfrutar del Carnaval. Los vetos se fueron levantando con el paso de los años.
El Ayuntamiento de Alicante oficializó el Carnaval en 1901, casi un siglo después de la primera noticia documentada sobre la popular fiesta. El Consistorio alicantino organizó tres cabalgatas por el centro de la ciudad. La salida y llegada se ubicaron en la Plaza de Toros y la Explanada se convirtió en el centro neurálgico del pasacalles donde se colocaron asientos y tribunas.
Con el paso de las décadas, el Carnaval alcanza un gran éxito en Alicante hasta que se topa de bruces con un nuevo obstáculo: el estallido de la guerra civil y la instauración de la dictadura franquista. El régimen, escudándose en la moralidad y el pudor, prohíbe una de las fiestas más populares del país y amenaza con represalias para aquellos que no acaten las órdenes.
A pesar de las amenazas, el espíritu libre del pueblo se manifestó con celebraciones clandestinas en las casas. En 1978, con el comienzo de la transición y tras cerca de cuatro décadas sin poder celebrar el Carnaval en libertad, numerosos alicantinos se aventuraron a pisar las calles ataviados con disfraces.
Este movimiento desafiante y valiente despierta al Ayuntamiento de Alicante que vuelve a reconocer el Carnaval tras 43 años de supresión. La fiesta se recuperó con tanta fuerza que gracias al trabajo del 'Col.lectiu Carnestoltes', creado con ese propósito, que incluso se llegó a celebrar alguna edición añadida en el verano de los siguientes años.
En 1989 aparece otro colectivo con ideas más rompedoras, modernas y críticas: 'La tripa del moro'. El grupo construyó un antifaz gigante para ponérselo a la Cara del Moro del monte Benacantil. Incluso se atrevieron a escenificar un muro de Berlín en la misma Rambla, que acabó derribado. También crearon unos misiles de plástico que fueron colocados en el Monumento a la Libertad de Expresión de la Avenida de la Estación en alusión a una lanzadera, como crítica a la guerra del Golfo.
Todas estas acciones transgresoras iniciaron y avivaron una polémica en Alicante, pero también motivaron el nacimiento de otras costumbres, como la de celebrar un desfile para después incinerar un gran pez durante el miércoles de ceniza, lo que ahora se conoce como el 'Entierro de la Sardina'.
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