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Entre trajes de sevillanas, mantones de Manila y flores de tela Antonio Cárceles ha pasado una vida entera. Más de 40 años desde que llegó a Alicante y pocos menos desde que plantó su tienda en la calle Castaños.
Desde ese escenario inmejorable de la ciudad, en pleno centro tradicional, ha visto el auge y caída de un negocio que ya ha echado el cierre. Uno más en una zona que vive su mejor momento en cuanto a la hostelería y ocio nocturno, pero uno de los peores en cuanto al comercio.
«Me jubilo y no hay nadie que coja el local y quiera seguir con lo mismo, con los trajes de sevillana y los productos artesanales», explica Antonio tras la puerta cerrada de su local. Por sus manos han pasado cientos de alumnos de las escuelas de baile de la ciudad, pero también incluso de las que él mismo montó y exportó por toda la provincia. «Llegamos a tener 11 academias», afirma orgulloso mientras enumera pueblos y ciudades alicantinas.
Entre las maravillas que han pasado por su tienda está el mantón Tulipán, una reliquia de 1850 que llegó a sus manos a través de una de sus amigas, la duquesa de Alba. «Con 11 años fui el profesional más jóven de España, aprendimos a bailar los dos con el maestro Enrique El cojo en el palacio de Motilla. Ya después solía ir a su caseta en la feria de Sevilla», afirma con ilusión sobre sus inicios en el baile.
Antonio ha pasado toda una vida dedicada a las sevillanas, aunque reconoce que su negocio en los últimos años se ha ido perdiendo. Insiste en que todavía es necesario en Alicante, especialmente para las fiestas de Moros y Cristianos. «En la provincia hay varias comparsas de contrabandistas en las que las mujeres salen vestidas de flamenca. Eso son 12 o 15 chicas que ahora tendrán que irse a Sevilla, Córdoba o Granada para encargar los vestidos», explica.
En los últimos años su comercio se extendió también a los turistas, que no dudaban en comprar algún traje, miniatura, una peineta o incluso flores que llevarse de recuerdo. Pero reconoce que también hay mucha tradición rociera en Alicante, por lo que siempre tenía clientas.
En los bajos de esta tienda hace años sonaban las castañuelas y el taconeo, ahora queda el silencio y el polvo de un negocio tradicional más que echa el cierre en el centro de Alicante.
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