Vicenta en un desahucio en Carolinas apoyada en su andador. Sindicat de Barri de Carolines

Vicenta, la activista de 80 años que frenó un desahucio en Alicante con su andador

«Si Jesucristo viviera hoy lo veríamos parando desalojos»

Lunes, 7 de julio 2025, 07:21

Vicenta Navarro Baeza tiene ya más de 80 años, y por mucho que los estereotipos digan que a su edad debería pasar el día en su residencia de ancianos haciendo calceta, esta mujer nunca ha encajado en esos moldes. En realidad, jamás lo hizo. Desde joven comenzó a militar en la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y, desde entonces, no ha dejado de luchar.

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Ni siquiera ahora, que el pasado 27 de mayo acudió con su andador a intentar frenar el desahucio de Olga, en una convocatoria lanzada por el Sindicat de Barri de Carolines. «Era una mujer mayor a la que iban a echar de su casa», explica Vicenta. «Yo fui con mi andador y me senté allí. Los policías me miraban con cariño. Había dos chicos jóvenes que era para haberles sacado una foto. Parecía que pensaban: '¿Qué hace aquí? ¡Podría ser mi abuela!'», recuerda entre risas.

Vicenta en una cafetería cerca de su residencia. TC

Ese día recorrió la distancia entre su residencia —ubicada en San Blas— y el barrio de Carolinas Bajas. «Era verano, a buena hora, y podía acercarme», cuenta. Allí se reencontró con amigos y antiguos compañeros. «Donde hay una injusticia tiene que estar un cristiano», resume con claridad.

Su activismo nace de su juventud y está profundamente vinculado a su fe. «A Jesucristo lo asesinaron por defender a los pobres, a las prostitutas y a los leprosos, a los que no tenían dónde caerse muertos. Si viviera hoy, lo veríamos parando desahucios», afirma con convicción.

Esa idea de justicia es la que la llevó a implicarse en la HOAC siendo muy joven. Y desde entonces no paró. A finales de los 70, pedían libertad para los presos. «¡Para Navidad, todos a casa!», gritábamos entonces», recuerda. Más tarde, en la parroquia de las Mil Viviendas —«una iglesia de inmigrantes y gitanos»— participaba en reuniones abiertas y en todo tipo de actividades. «Ahora, el obispo de Alicante es de la vertiente más tradicionalista y las cosas son diferentes», reconoce.

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El camino que llevó a Vicenta hasta la puerta de ese portal en Carolinas está lleno de cuidados y compromiso: con su madre, enferma de artritis desde muy joven; con su familia, a la que ayudó en la crianza de sus sobrinos cuando su hermano enviudó; y con la población en general, desde su trabajo como enfermera, primero en digestivo y luego en un centro de salud. De aquella época recuerda también su implicación en el comité de empresa.

Cuando la artritis reumatoide la obligó a prejubilarse, entró en contacto con la Marea Blanca, la CNT y los movimientos antidesahucios. Fue durante la Gran Crisis de 2008. En aquellos años, Vicenta y una amiga —ambas de más de 70— llevaban bocadillos a los jóvenes de las plazas y participaban en reuniones. «Paramos un desahucio de una familia marroquí de mi barrio. Ella me ayudaba en casa porque yo ya no podía andar bien, fuimos al juzgado y lo frenamos», recuerda.

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De aquella etapa mantiene los contactos. Es una mujer que se maneja con WhatsApp mejor que muchos adolescentes. Aunque ahora ya no puede acudir a reuniones por los horarios y sus problemas de movilidad, su opinión sigue siendo importante en la HOAC y colabora cuando puede. «Me dicen que soy como una madrina», cuenta con una sonrisa.

Desde su residencia, Vicenta continúa luchando sus pequeñas revoluciones cotidianas. Quiere mudarse a una pública, aunque eso suponga compartir habitación. La suya, de gestión del Obispado hasta hace pocos años, fue vendida a un fondo y ha sufrido varios cambios, como la retirada de la capilla. También busca mejorar su barrio, actuando como enlace entre la asociación de vecinos y los residentes del centro.

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Toda una vida dedicada a cuidar, acompañar y construir ese mundo un poco más justo que ella ve reflejado en el Evangelio.

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