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Olga vive pendiente de un desahucio de la casa en la que lleva viviendo más de 20 años. Miriam Gil Albert

«Vendieron el piso con nosotras dentro, como si fuésemos ratas o cucarachas»

Olga, una mujer en riesgo de desahucio, muestra la cara más dura de la crisis de la vivienda

Martes, 10 de junio 2025

Olga habla despacio, como quien mide cada palabra para contener el dolor. Mientras juguetea con las manos, trata de explicar lo inexplicable: una orden judicial exige que ella y su hija abandonen el piso en el que han vivido más de 20 años. El segudno intento de desahucio se produjo el pasado martes, 27 de mayo, pero fue pospuesto algo más de un mes, hasta el 3 de julio. Un pequeño balón de oxígeno para una mujer que no tiene otro lugar al que ir, salvo ese pequeño piso en Carolinas, que compró con su entonces marido para dar un hogar a su hija. No lo lograron.

El camino hasta esta orden de desahucio es largo y está marcado por la ingenuidad, la barrera del idioma —es de origen ruso y, aunque lleva más de dos décadas en España, aún conserva un fuerte acento— y, sobre todo, por una serie de circunstancias que le fueron empujando hacia el abismo.

1. Olga muestra fotografías de su hija en un álbum familiar. 2. Olga en el salón de su casa. 3. Algunas fotografías de los primeros días de vida de Betty. Miriam Gil Albert
Imagen principal - 1. Olga muestra fotografías de su hija en un álbum familiar. 2. Olga en el salón de su casa. 3. Algunas fotografías de los primeros días de vida de Betty.
Imagen secundaria 1 - 1. Olga muestra fotografías de su hija en un álbum familiar. 2. Olga en el salón de su casa. 3. Algunas fotografías de los primeros días de vida de Betty.
Imagen secundaria 2 - 1. Olga muestra fotografías de su hija en un álbum familiar. 2. Olga en el salón de su casa. 3. Algunas fotografías de los primeros días de vida de Betty.

Cuando compraron la casa, esta mujer jamás imaginó que las cosas podrían torcerse tanto. Poco después del nacimiento de su hija, su entonces pareja comenzó a maltratarla. Se separaron, pero la hipoteca seguía a nombre de la empresa que ambos habían creado. Olga creyó que él seguía pagando. No fue así.

«El piso era para Betty. Al final, nosotros nos moriremos, pero ella iba a vivir aquí», explica con un deje de tristeza. Cuando llegó la primera carta del banco, descubrió una deuda de miles de euros. Ahí empezó un calvario de informes, abogados y negociaciones que desembocaron, finalmente, en un alquiler social que el banco accedió a concederle. Lo renovó durante varios años, hasta que en 2020, en plena pandemia, el banco vendió la vivienda a un fondo de inversión sin notificárselo.

«No me avisaron de nada. Solo dejaron de cobrarme el alquiler, y cuando llamé, me dijeron que ya no eran los propietarios», recuerda. Desde entonces, ha vivido bajo amenaza constante: llamadas, intentos de entrada en su domicilio, ofertas de 3.000 euros para que abandonara la vivienda. «Buscaban la manera de echarnos», denuncia. «Nos vendieron con nosotras dentro, como si fuéramos cucarachas o ratas. Pero no somos una plaga. Somos dos personas. Y cuando todo esto empezó, una de ellas era menor de edad».

Olga insiste una y otra vez en que no busca vivir gratis: «Quiero pagar un alquiler, como he hecho siempre. Pero que me dejen quedarme».

«El caso de Olga no es un hecho aislado»

Desde el Sindicat de Barri de Carolines recuerdan que «el caso de Olga no es un hecho aislado». Desde esta entidad remarcan que cada lunes se acerca gente nueva al Sindicat «que tiene miedo de perder su casa y de que su proyecto vital se vea en serios problemas».

Según las cifras que manejan los activistas por la vivienda, Alicante es la cuarta ciudad que más desahucia de todo el Estado, y cada día se ejecutan entre tres y cuatro lanzamientos.

«Desde el Sindicat hacemos un llamamiento a los y las habitantes para que se unan a los colectivos que luchan por la vivienda en la ciudad. Solo juntas podremos hacer fuerza para que las instituciones dejen de jugar en el equipo del turismo y los fondos buitre, y pongan atención en el drama que viven las personas que habitan en la ciudad», han remarcado en declaraciones a TodoAlicante. .

A sus problemas legales y económicos se suma un grave deterioro de salud. Esta mujer de 53 años padece varias enfermedades crónicas, entre ellas osteoporosis avanzada, depresión, trastorno límite de la personalidad y un trastorno obsesivo compulsivo. Ha sido ingresada varias veces en unidades psiquiátricas tras episodios autolíticos. «Desde pequeña sentía curiosidad por lo que hay detrás de la muerte. Ahora, la vida fuera de estas paredes ya no me dice nada», confiesa. «Antes era muy coqueta, pero ya no tengo fuerzas».

La única razón por la que sigue luchando es su hija, Betty, que ha vivido toda su vida en ese piso. «Si no fuera por ella, hace tiempo que me habría ido», reconoce.

El lunes, 3 de julio, está previsto un nuevo intento de desalojo. Madre e hija volverán a resistir. En el salón, los muebles aún están movidos tras la última preparación para la comisión judicial. «Disculpa el desorden, los cambiamos para frenar el desahucio», dice con una sonrisa amarga.

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