'Okupas de piscina', la pesadilla de las urbanizaciones alicantinas en verano

Hay un debate que enciende las conversaciones cada verano: «¿Qué prefieres, playa o piscina?«. Para algunos la experiencia de arena, sol y agua salada es insuperable; pero, para muchos otros la arena combinada con la sal puede convertirse en una pesadilla de rozaduras y piel enrojecida. Por eso, los que sufren por ello se decantan por la piscina, ya que la consideran más cómoda, más limpia y menos dolorosa.

En la provincia de Alicante, a pesar de su cercanía al mar, parece que el debate está más claro. Desde hace un par de años se ha convertido en la provincia con más piscinas por habitante. Muchas de ellas se encuentran en urbanizaciones o chalés privados.

Para las personas que viven en comunidades de vecinos y disfrutan de una piscina común, el verano puede llegar a convertirse en un quebradero de cabeza adicional. Cada año, las piscinas que están a pie de playa se llenan de intrusos o, como denuncian los perjudicados, 'okupas' de piscina. Personas que entran en las zonas comunes y que, sin ser propietarios ni invitados de nadie, ocupan hamacas y espacios. Una situación que trae de cabeza a los residentes de estos enclaves.

No todas las piscinas comunitarias son iguales y su normativa puede variar según el tipo. El primer modelo lo representan las piscinas privadas de uso colectivo, aquellas que se sitúan en urbanizaciones y complejos residenciales.

Después están las piscinas de uso público restringido, es decir, aquellas que pertenecen a clubes privados, hoteles o cámpings. Su particularidad radica en que, aunque la titularidad sea privada, están abiertas a un público más amplio. Por último, están las piscinas públicas que son gestionadas por ayuntamientos o entidades públicas y abiertas a un público general.

Son las privadas de uso colectivo las que sufren a los 'okupas de piscina'. El perfil del intruso es diverso, desde antiguos propietarios que se han quedado con una copia de la llave, hasta personas que aprovechan la entrada de un coche al garaje para colarse. Las comunidades de vecinos denuncian también a dueños de plazas de garaje que, aunque no son propietarios de vivienda, tienen acceso directo a las zonas comunes por las puertas del párking.

En las viviendas que están más cercanas a la costa y situadas en zonas turísticas los vecinos sufren de otro tipo de inquilino no deseado. La estrategia en este caso resulta más compleja. «Se trata de personas que alquilan más de una vivienda en distintos puntos de la calle, algunos es cierto que se encuentran dentro del bloque con piscina, pero los otros no, y para subir el precio del alquiler el arrendatario afirma que cuentan con piscina y lo que hace es darles la llave, pero ellos no tienen derecho a usarla, no están alojados en la urbanización con piscina». Así lo relata una de las vecinas afectadas.

Una de las principales razones por las que los propietarios se incomodan con esta situación es el mantenimiento de la zona común. De media, para mantener una piscina comunitaria, la comunidad tiene que desembolsar entre 2.000 y 13.000 euros anuales. Este dinero va destinado a las revisiones, las reformas o vaciar y llenar el recipiente.

Dependiendo de los estatutos de la comunidad, los vecinos que no pagan dichos dispendios no pueden disfrutar de ella en verano. Esto no es una práctica ilegal, ya que depende de los libros de normas aceptados por los residentes en junta.

Estas actividades no solo constituyen un problema para los vecinos, sino que también lo pueden ser para la seguridad de los bañistas. La entrada de personas ajenas a una piscina que está pensada para un número de vecinos puede quebrantar la ley de aforo de piscinas. Este se calcula según la superficie de la lámina de agua y marca el número de personas que puede haber en el recinto. Por ejemplo, un bañista por cada 2,5 m² de lámina de agua.

De cara a las autoridades, colarse en una piscina no es ilegal. Eso sí, los vecinos pueden denunciarlo ante la Policía por un delito de usurpación de propiedad o allanamiento de morada que, dependiendo de la gravedad, puede acarrear multas e, incluso, cárcel.

Las administraciones de fincas ofrecen algunos consejos para mantener a raya a los intrusos. Lo primero que se recomienda es que el acceso al recinto sea cerrado y para acceder haga falta una llave. Además, esa cerradura se debería cambiar cada dos o tres años. De esta manera se evita que antiguos propietarios puedan aprovecharse y seguir disfrutando de las instalaciones.

Otras comunidades de vecinos de Alicante han recurrido a sistemas más sofisticados como la instalación de tornos. En el fondo, la técnica es la misma, pero con esta modernidad lo que consiguen es imponer un mayor control más los accesos, ya que para entrar a la zona común necesitas una llave y para acceder al recinto de la piscina una tarjeta.

Además, advierten que es fundamental dejar claro el funcionamiento interno y las normas de uso. En las reuniones de vecinos se tiene que actualizar y avisar a los nuevos propietarios de los horarios de uso y las condiciones para los invitados. En ocasiones, algunas urbanizaciones deciden prohibir la entrada a familiares o amigos que no sean propietarios y, como ya se ha mencionado antes, es completamente legal siempre y cuando esté en los estatutos.

Pero, teniendo todo esto claro ¿qué hacemos cuando entra un intruso? Lo más importante es invitar de forma amistosa a que abandonen las instalaciones. Si se niegan, como ya se ha comentado, se puede proceder a acciones más contundentes como avisar a los cuerpos policiales.

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