Educación ambiental, educación circular
Nieves Rey
Directora de comunicación y marketing de Ecoembes
Lunes, 12 de agosto 2024, 09:59
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Nieves Rey
Directora de comunicación y marketing de Ecoembes
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Durante el pasado mes de julio, la Tierra superó el récord histórico de calor dos días consecutivos. El domingo 21 de julio, la temperatura media global alcanzó una temperatura que nunca habíamos experimentado y, solo un día después, el 22 de julio, esta temperatura se volvió a superar y las autoridades climáticas nos alertaban de que estábamos ante el día más cálido de la historia de nuestro planeta.
En este contexto de calentamiento global, la juventud soportará -según Naciones Unidas- severos eventos climáticos por tiempos más prolongados. Por ejemplo, un niño nacido en 2020 sufrirá olas de calor hasta siete veces más que aquellos que nacieron en la década de los 60. El mensaje es claro: si seguimos así, el mundo que le espera a las futuras generaciones es poco alentador. Y no sólo por el cambio climático. La escasez de agua, la desigualdad de acceso a los recursos, la deforestación, la contaminación o la basuraleza son problemas de preocupación global para los cuáles debemos buscar soluciones.
La buena noticia es que aún estamos a tiempo de cambiar las cosas si dejamos atrás el modelo económico lineal y adoptamos, todos, la circularidad. Un modelo que promueve la optimización de los materiales y de los residuos, alarga su vida útil y minimiza el coste ambiental de los procesos.
Los jóvenes son conscientes de las oportunidades que ofrece la circularidad y, por eso, siete de cada diez quieren formar parte de la llamada «transición verde». Sin embargo, Naciones Unidas indica que el 60% de la población juvenil carecerá -en 2030- de las competencias necesarias para prosperar en la economía verde. Es decir, si no hacemos algo, para finales de esta década, más de la mitad de los jóvenes de nuestro planeta no tendrán los conocimientos, valores y actitudes que les faciliten la toma de decisiones ambientalmente sostenibles a nivel profesional y vital.
A la vista de estos datos es imprescindible poner el foco, en un día como hoy -Día Internacional de la Juventud- en la importancia vital de la educación en materia ambiental.
La educación es un derecho fundamental para los niños y jóvenes en todo el mundo. A través de ella podemos construir un camino justo y equitativo, en el que todos tengan las mismas oportunidades. Pero para conseguir esto, la educación debe tener una mirada ambiental. Porque ya no podemos entender el mundo sin ella -de hecho, nunca deberíamos haberlo hecho-.
La educación ambiental es esencial para la construcción de una sociedad informada, formada y crítica que sea consciente de los importantes retos ambientales a los que nos enfrentamos y proactiva en la búsqueda de soluciones. También una sociedad que conozca el medio en el que vive, su flora y su fauna, para poder respetarlo y vivir en armonía con él. Y es importante transmitir estos valores desde la infancia y durante la juventud. El papel del profesorado y de los centros educativos es clave para lograrlo.
Por eso, desde Ecoembes, a través del proyecto Naturaliza, apoyamos al profesorado en esta labor, facilitándoles formación y herramientas para trabajar las temáticas, problemáticas y conflictos socioambientales del mundo real, de forma transversal en el aula y sacando también las aulas al medioambiente.
Antes decía que los jóvenes son quienes vivirán las consecuencias más difíciles del cambio climático, y es cierto. Pero no son solo víctimas de este fenómeno, también son valiosos contribuyentes a la acción climática: se preocupan por investigar, tienen importantes habilidades tecnológicas -que resultan imprescindibles para dar respuesta a las necesidades actuales- y poseen el bien más preciado para el ser humano: el tiempo.
El objetivo final de la educación ambiental es que la juventud conozca las problemáticas socioambientales y pueda tomar conciencia de qué puede hacer desde su realidad, qué acciones concretas puede incorporar en su día a día tanto a nivel individual como colectivo para hacerles frente, o ayudar, de alguna manera, a paliar sus efectos. Y es que creo, firmemente que trabajando desde la búsqueda de soluciones podemos ayudar a niños y jóvenes a desarrollar, poco a poco, su conciencia ecológica.
Son ellos quienes tienen tiempo para cambiar el rumbo de las cosas, para avanzar hacia un modelo más justo, verde y circular, en el que la reducción, la reutilización y el reciclaje sean herramientas imprescindibles de avance y equilibrio. Por lo tanto, nuestra tarea como adultos es formarles y poner a su disposición todo lo necesario para que el día de mañana sepan responder a las necesidades de un planeta que nos pide ayuda a gritos.
Este puede ser, de hecho, el mejor ejemplo de circularidad: trasladar a los jóvenes todo nuestro conocimiento en materia ambiental para que, cuando crezcan, ellos puedan hacer lo mismo con las nuevas generaciones. Si existe una herencia valiosa que nos podemos pasar de unos a otros, es precisamente esa: el conocimiento y la conciencia de que nuestro planeta merece ser cuidado.
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