Rafael Bernabeu, el médico alicantino que soñó antes que nadie con la vida
Este galardón reconoce al pionero internacional de la medicina reproductiva, humanista incansable y referente científico que llevó el nombre de su ciudad al mapa mundial a través de este milagro
Era un niño del barrio de las Carolinas que aprendió que la grandeza puede nacer en una casa humilde, en una mesa modesta y en el esfuerzo silencioso de una familia que sueña con estudiar. Rafael Bernabeu (Alicante, 1957-2024) fue, ante todo, un alicantino que hizo de su ciudad un motor mundial en la lucha por ayudar a crear familias. Por su labor y su legado, TodoAlicante.es le concede a título póstumo el premio Alicantinos 2025, en reconocimiento a una vida consagrada al avance científico, la vocación médica y el compromiso social.
En su hija, Sómnica Bernabeu, continúa latiendo el eco de una historia familiar que moldeó a un visionario. «Fue el primero de su familia en ir al colegio, gracias al esfuerzo de mis abuelos. Mi padre era un cerebro prodigioso, pero sobre todo era trabajador», recuerda de aquel relato. Educado en la Filial y después en Jesuitas gracias a su brillantez académica, Rafael entendió desde muy joven que el conocimiento podía cambiar destinos. Y así fue. En 1980 ya era licenciado en Medicina; cuatro años después especialista en Obstetricia y Ginecología. Y, sin embargo, el verdadero camino apenas empezaba.
La decisión que cambió su vida y la de miles de familias
1978 fue un año decisivo. Rafael Bernabeu aún estudiaba Medicina cuando nació su primera hija, Sómnica; después llegaría Andrea. «Decía que ese año se hizo mayor de golpe», recuerda ella. Pero ese mismo año ocurrió otro hecho histórico, el nacimiento de Louise Brown, la primera bebé concebida por fecundación in vitro. Cuando el joven Bernabeu leyó la noticia, supo que quería dedicar su vida a aquel milagro «para ayudar a las mujeres que no podían tener hijos a ser madres».
En un tiempo en el que la medicina reproductiva ni siquiera era una especialidad formal, Rafael Bernabeu apostó por un camino incierto. Viajó por su cuenta a Barcelona y París, aprendió en el Instituto Dexeus mientras todavía era residente en La Fe de Valencia, y comenzó a investigar de forma autodidacta, sin incubadoras modernas ni medios de cultivo estandarizados. «Era ensayo y error», recuerda su hija. «Y, mientras tanto, sacaba adelante a la familia trabajando en lo que fuera. Tocaba la batería en fiestas de verano, embuchaba revistas, fue celador…».
Todo para, luego, volver a Alicante -cuando podía haber elegido cualquier gran hospital- con «una mano delante y otra detrás». Pero aquí en la ciudad, en un espacio mínimo que consiguió alquilar en la Clínica Vistahermosa, montó su primer laboratorio. De ese rincón improvisado nacería una revolución.
El nacimiento de un referente
En 1988 llegó Rafael David -un bautizo en honor del médico alicantino-, el primer bebé gestado por fecundación in vitro de la provincia y la Comunitat, y el segundo de España. Aquel «niño milagro» fue solo el comienzo. A partir de ese momento, miles de familias comenzaron a encontrar esperanza en Alicante.
Décadas después, más de 40.000 niños deben su existencia al Instituto Bernabeu, una institución que, además, se ha convertido en centro puntero en investigación sobre baja reserva ovárica, fallo de implantación embrionaria y genética reproductiva, al que acuden pacientes de 167 nacionalidades.
Así, Rafael Bernabeu apostó por introducir la genética cuando era una disciplina casi desconocida en la reproducción humana. «Fue un visionario. Decía que la genética iba a ser para nuestra especialidad lo que las vacunas fueron para la medicina», relata su hija.
De hecho, su visión se materializó en hitos históricos: primer nacimiento en el mundo libre de retinosis pigmentaria, en 2004; primer bebé libre del síndrome de Marfan, en 2006; primer embarazo en España con un padre sin espermatozoides usando espermátidas, en 1998; y descripción de genes clave en la reserva ovárica, en 2016.
Y mientras crecía la excelencia científica, también su proyecto humano. En 1997 nació el primer edificio del Instituto Bernabeu, ejemplo de arquitectura minimalista y germen del actual clúster médico de la Albufereta. Después vendrían más centros en España y una sede en Venecia. Pero Rafael nunca olvidó sus orígenes. Ni cerró las puertas a nadie. «Sufrió la época en la que el conocimiento no se compartía,» recuerda Sómnica. «Por eso creó becas, cátedras, programas de formación. No quería que nadie viviera la limitación que él vivió».
Humanista, mentor y padre
Es imposible hablar de Rafael sin mencionar su humanidad. Creó la Fundación Bernabeu para devolver a la sociedad lo que esta le había dado, antes de que la responsabilidad social corporativa fuera tendencia. Más de tres millones de euros -desde entonces- destinados a proyectos culturales y sociales, apoyo a familias vulnerables, becas para músicos y estudiantes sin recursos, programas para mujeres y niños, conciertos gratuitos, iniciativas contra el cáncer ginecológico… «Se involucraba con todo; estaba atento a los demás», dice su hija.
Su trato con las pacientes era legendario. Se sabía sus nombres, sus historias y nunca olvidaba a las que la ciencia de entonces no pudo ayudar. «Pensaba en ellas. Sabía que con los avances de hoy habría podido ayudarlas y le dolía profundamente no haber llegado a tiempo con los recursos de entonces».
Dentro de su equipo estimulaba el crecimiento personal. Pagaba matrículas universitarias, flexibilizaba horarios para estudiar, premiaba las mejores ideas; pues creía que la calidad de un líder se medía por la calidad de las personas que le rodeaban.
Y fuera del trabajo, era cultura viva. Amaba el arte clásico, la literatura, la estrategia militar; conversaba de Marco Antonio y Adriano como quien habla de amigos íntimos; veía en el arte etrusco la metáfora perfecta de la eternidad. Poco antes de despedirse, compartió con su hija la imagen de un nadador saltando hacia el infinito. «Cuando no esté, será como él -me dijo-: voy a saltar a la eternidad». Quienes lo conocieron saben que así fue.
Un legado que trasciende
Rafael Bernabeu no ha sido simplemente un médico brillante ni un emprendedor arriesgado. Fue, en palabras de su hija, «un hombre culto y sensible, que vivía para sus pacientes y para su familia. Nos enseñó a vivir y nos enseñó a morir, con dignidad y coherencia».
TodoAlicante le devuelve ahora ese amor con el premio Alicantinos 2025, el cual no es solo un reconocimiento sino una manera de decir que su ciudad nunca olvidará al niño humilde que soñó, al científico que abrió caminos y al humanista que creyó en la dignidad de cada vida, incluso antes de nacer.
Su legado está en la ciencia, en las miles de familias que hoy existen gracias a él, en los profesionales que formó, en las páginas de investigación, en la belleza que defendió, y en la semilla más valiosa que plantó: la convicción de que el conocimiento debe compartirse y ponerse al servicio de los demás. El doctor Rafael Bernabeu ya forma parte de la eternidad. Y Alicante, orgullosa, lo abraza para siempre.