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Atrás quedaron aquellas narices rojas y maquillajes esperpénticos. Además de los imposibles zapatones más grandes que la propia huella, aunque esta se mantiene en la cara de sus públicos. Hacerles estallar en carcajadas, durante estos meses de verano bajo la gran carpa del Circo del Sol, es su principal cometido.
Son muchos años los que -aunque parezca que empieza el chiste, no lo es- un alicantino y un murciano comparten profesión: payaso o, como dicen ellos, clown; ya sea por el inglés que dominan, con el que a diario se comunican con el resto del equipo, o por meterse en las ínfulas de su actual papel, altos aristócratas en plena y permanente decadencia.
Lo que sí está claro es que los Pablos siguen dando mucho de qué hablar y, sobre todo, muchas risas que aportar. Tras dos décadas unidos por su pasión, convertida por suerte en profesión, Pablo Gomis (Alicante) y Pablo Bermejo (Murcia y reconocible por su camisa de limones) todavía estallan a carcajada limpia al hablar de sus salidas a escena.
«Somos como los bedeles de la Moncloa, estamos ahí pero no hacemos política», bromea Pablo Gomis sobre su papel. Y es que el dúo está inmerso en la historia, pero no se hace eco de la trama ni tampoco de sus acrobacias. «Somos los dos desgraciados que no se enteran de lo que pasa ahí», lanza entre risas y miradas cómplices a su compañero.
Para incidir más en sus papeles, Pablo Bermejo echa la vista atrás, a una de las primeras obras en las que coincidieron tras conocerse en la Escuela Superior de Arte Dramático en Murcia. «En 'Hamlet' hay dos sepultureros que están a su rollo. Mientras pasa la historia del Reino, ellos van a sus cosas. Ese es nuestro concepto».
Dos personajes que, como buena dupla que son, han creado desde el primer momento tras conocerlos bien. Si en la primera versión de 'Alegría', la original, ambos actuaron con tiempo de diferencia hasta hacerlo juntos y de la mano de su mentor, Antón Valén, en esta ocasión llegan con dos nuevos payasos que han elaborado desde el primer bofetón.
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Fue la primera impresión la que marcó el rumbo del papel. «Nos enseñaron un dibujo del vestuario y vimos a unos aristócratas afrancesados», detalla Gomis, como miembros del viejo reino. Esta apariencia les evocó «un duelo», a partir del cual comenzaron a improvisar hasta plasmar en el guion cada una de sus salidas.
Eso sí, una de las que vino marcada por la dirección fue «limpiar el escenario mientras hacemos un número cómico». Al principio parecía difícil por la extrañeza de la situación -«¿Cómo vamos a limpiar el escenario?»-, pero no imposible. Así, tras «rompernos la cabeza» lograron dominar la escena y entremezclar sensaciones -las cuales permiten rebajar la intensidad de las acrobacias- junto a la parte técnica y visual para dar paso a la segunda parte de 'Alegría' en el Circo del Sol.
Tras ello, llegó todo lo demás. Una historia que escapa de los límites de un reino en guerra por tomar sus riendas que pasa por «matarnos, crear amistad y mantener ese amor-odio» con el que se llevan el culmen de aplausos del público tras aparecer en los saludos finales. Son pocas sus palabras, pero sirven para meterse a sus 2.500 asistentes diarios en el bolsillo, al menos en Alicante, porque a diferencia de otros países «en España nos gusta mucho la charanga y la gracia».
Es también aquí donde se les hace extraño trabajar, sobre todo a Pablo Gomis. «Soy Alicante y que el Circo del Sol venga aquí es estar en casa». De hecho, le sorprende desplegar la carpa frente al mar. «Lo raro es estar trabajando aquí», pues su suerte la echó en Murcia con la compañía Les Buffons, la cual crearon junto al ilicitano David García -también trabaja en Cirque du Soleil, aunque en otro espectáculo- y Susana Alcantud, bajo la dirección de Valén.
En aquellos años jamás imaginaron regresar a su Levante. Mucho menos bajo el paraguas del Circo del Sol, porque cuando se estudia «uno no espera nada» en cuanto a futuro laboral, solo «no meterte en marrones». Es a su vuelta, en su debut con 'Alegría' en la terreta cuando reconocen abiertamente «en España es bastante complicado vivir del arte», por ello -como es su caso- «vas probando y la vida misma te pone dónde te toca».
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