Isabel Luján, en la sede de Mensajeros de la Paz. TA

La humanidad es capaz de las más grandes hazañas cuando siente el alma herida

Resumo desde esta frase las palabras que suceden, que no son sino un cúmulo de experiencias vividas, de personas encontradas, de anécdotas e imágenes que forjaron los días posteriores al 29 de octubre de 2024, la DANA

Isabel Luján

Delegada Mensajeros de la Paz- Comunidad Valenciana

Miércoles, 29 de octubre 2025, 15:14

La Asociación que hoy represento en Alicante, Mensajeros de la Paz, lleva 63 años en España y 5 en Alicante con la premisa de trabajar por los más vulnerables de nuestra sociedad, en las periferias, en las catástrofes, en las emergencias… y por ello, después de una reunión de urgencia de todo el equipo junto con Scouts de Alicante, decidimos actuar con los damnificados en la desgracia de aquel 29 de octubre del pasado año cuando el agua asoló muchas poblaciones de la provincia de Valencia.

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En ese momento concreto, recibimos desde el Ayuntamiento de Alicante el ofrecimiento de organizar la logística y los turnos de voluntarios para la recogida de enseres y alimentos que se iba a centralizar en nuestra ciudad en el centro de Tecnificación. Nuestra asociación ya estaba buscando entonces un local para hacer acopio de esos productos para llevar a Valencia, pues Mensajeros tiene sede en Valencia y en Algemesí, una de las poblaciones más afectadas, varios miembros de nuestra asociación habían perdido coche, casa, negocio, amigos, familia… no podíamos quedarnos indiferentes, y confiamos en la capacidad y respuesta del voluntariado, porque la humanidad es capaz de hacer las más grandes hazañas cuando siente el alma herida.

Ese puente del primero de noviembre se generó una cadena de solidaridad en todos los puntos de nuestra comunidad, y en Alicante lo vivimos en el Centro de Tecnificación, donde se acercaban miles de personas, cientos de voluntarios organizados en turnos que nos permitió recoger más de 300 toneladas de comida y nos congregó a más de 2000 voluntarios en esos días. Pasamos de la conmoción por los acontecimientos que veíamos tan cercanos, al sentimiento de orgullo de la respuesta recibida por la sociedad alicantina. Fueron tres días intensos: desde las 8 de la mañana, que organizamos los turnos de voluntarios y los responsables de cada producto, su clasificación y embalaje, hasta las 10 de la noche cuando se cerraban las puertas del Centro de Tecnificación y volvíamos a casa. En esos días miles de personas, con una serenidad inmensa, esperaban a ser atendidas por voluntarios después de largas colas de coches para dejar lo que traían o para esperar su turno en la gran cadena humana que formamos en esos momentos.

Voluntarios en el centro de tecnificación de Alicante. Shootori

Cuando cerramos las puertas ese 3 de noviembre, después de cuatro días de la Dana, habían salido varios tráileres hacia Valencia, otros esperaban en la Ciudad de la Luz y esta red de alicantinos se conectó más que nunca en esta emergencia que vivían nuestros hermanos valencianos, porque la sentíamos nuestra: tantas riadas, tantas veces la naturaleza había castigado a esta ciudad…pero no con tanta virulencia. Los que estábamos allí presentes podíamos recordar nuestra primera riada en 1982, en la que falleció una persona en San Gabriel o la del 1997, con cuatro fallecimientos… cuando cerramos las puertas del centro de tecnificación se hablaba de más de 89 desaparecidos.

Pero esto fue la primera parte de una realidad difícil y cruda que desde Mensajeros vivimos en primera persona. Todas aquellas muestras de generosidad contrastaban con la devastación y el asolo que nos encontramos las semanas siguientes cuando fuimos llevando a las diferentes poblaciones todo lo recogido. Nos acercamos varios fines de semana con autobuses de voluntarios al centro de la tragedia y a nuestras sedes en Valencia y en Algemesí, centro de ayuda para muchas personas que lo habían perdido todo.

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No puedo resumir lo vivido en aquellos momentos… sin emocionarme.

Vivíamos en un escenario de guerra: con código propio, con palabras propias, con imágenes propias…la cifra de fallecidos iba aumentando día a día mientras generábamos una red de ayuda, de apoyo, sin precedentes. Fuimos capaces de organizarnos como sociedad civil, como pueblo, como humanidad ante esta situación qué a cualquier dirigente, de cualquier partido político le sobrepasaba: soldados y voluntarios trabajando sin distinción de rango, uniforme o herramienta; limpieza de locales, negocios y casas sin importar etnias, procedencia o estatus social; edades diversas desde adolescentes a ancianos compartiendo palas, capazos, alimento, agua, conversación, abrazos, lágrimas, sonrisas…

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Mensajeros de la Paz y Scouts en el centro de tecnificación de Alicante. Shootori

Fuimos capaces en esos momentos incluso de proteger a nuestros mayores, los que en la sociedad en la que vivimos se sienten apartados, solos, desechados… en esos momentos sus balcones lucían sábanas blancas como aviso a los voluntarios y a las asociaciones que eran hogares que necesitaban especial cuidado: incluso creamos para ellos un código propio.

Vuelvo con asiduidad a Paiporta, Catarroja, Torrente, a los mismos lugares donde hay negocios que no volverán abrir, donde aún hay polvo en las calles y restos en los barrancos y los garajes están abiertos para que seque la humedad de los cimientos…

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Nunca está todo escrito: la última palabra la tenemos nosotros, que podemos cambiar el ritmo de los acontecimientos, de la historia… Decía la madre Teresa de Calcuta: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota»

Gratitud por lo vivido y gratitud por la esperanza de este pueblo, que como decía en uno de los mensajes colgados de un balcón en una sábana blanca como despedida: «Gràcies voluntaris que poseu el cor. Gràcies a vosaltres tornarem més forts que mai».

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