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La responsable de la clínica osculta a Tuba, una de las canes de la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional de Alicante. Shootori

El centro veterinario que cuida a los perros policía de Alicante: 15 años de operaciones, urgencias y lealtad

La clínica Leuka se ha convertido en un engranaje clave para la Policía Nacional

Lunes, 1 de diciembre 2025

En un local del barrio alicantino de Los Ángeles late uno de los engranajes que sostienen, sin ruido, la labor policial de toda una provincia. Allí, en el centro veterinario Leuka, un equipo de profesionales lleva 15 años cuidando a los perros de la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional. Su disponibilidad es absoluta: si un can cae enfermo a las tres de la madrugada, ellos abren la puerta. Esta es la historia de un compromiso silencioso que rara vez aparece en los titulares.

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«El hombre puede medir el valor de su propia alma en la mirada agredecida que le dirija un animal al cual ha socorrido». Esta frase, atribuida al filósofo griego Platón, recibe a quien cruza las puertas de la clínica, que abrió en 1983, aunque la historia de amor y lealtad con la Policía Nacional tardaría aún varios años en escribirse.

En julio de 2010, la Policía Nacional de Alicante inauguró la Unidad de Guías Caninos. Cuatro agentes, provenientes de unidades similares de Madrid y Valencia, y seis canes -Atila, Dax, Bleky, Lord, Fosca y Fido- conformaron el primer equipo.

Aquel verano, mientras la unidad echaba a andar entre entrenamientos, protocolos y primeros servicios, surgió una pregunta tan básica como decisiva: ¿quién velaría por la salud de esos perros llamados a rastrear explosivos, armas o drogas? No había un plan cerrado ni un servicio fijo. Fue entonces cuando Leuka -fundada por Emilia, José y Miquel- apareció como la pieza que faltaba, el eslabón capaz de sostener a los nuevos agentes en aquello que ninguna academia enseña: el cuidado especializado que exige un can operativo.

Miquel, tío de la actual responsable, Anna, recibió la llamada. Aquel primer contacto derivó en revisiones esporádicas para los perros del grupo. Nadie imaginaba entonces que aquella relación incipiente acabaría convertida en un pilar operativo que traspasaría lo clínico y daría una relación que perdura 15 años después.

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Fotos de José Riolobos trabajando en la clínica. TA

«Con tu padre empezamos todo esto», le repiten a Anna los guías más veteranos de la unidad. Él fue quien construyó el puente inicial, quien abrió la puerta sin hacer preguntas y quien aceptó las primeras urgencias sin mirar el reloj. Cuando su hija tomó el relevo, heredó no solo una clínica familiar, sino un vínculo emocional y profesional que había crecido durante años. Hoy dirige el equipo con la misma filosofía: disponibilidad total, confianza mutua y un trato que va más allá de la medicina veterinaria.

Historias que marcan carreras y unen generaciones

El paso de padre a hija no borró las anécdotas que definen esta relación. Algunas se cuentan como si fueran viejas batallas compartidas. Una de ellas surgió cuando uno de los perros se tragó un tapón. Hubo que intervenir de urgencia. Fue una operación rápida, precisa, de esas en las que solo hay una oportunidad. El animal sobrevivió.

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Más reciente es la historia de Tuba, una de las canes detectoras de explosivos de esta unidad especializada que sufrió una rotura de fémur durante una práctica en el Aeropuerto Alicante-Elche. Una lesión así compromete no solo la carrera de un agente canino, sino su bienestar de por vida. La cirugía fue larga y técnica, con placas, clavos y un seguimiento exhaustivo. Para la unidad, fue casi un milagro; para la clínica, uno de esos trabajos que justifican su profesión.

Entre esas operaciones memorables, el día a día transcurre entre revisiones, analíticas, controles de salud, cuidados articulares y atención emocional. Porque aquí entienden algo esencial: un perro policía no es un recurso, es un compañero. Los guías lo viven así, y el centro veterinario también.

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En las salas de Leuka han visto crecer a perros que luego se han jugado la vida detectando armas, billetes, drogas o explosivos. Han acompañado a ejemplares veteranos hacia la jubilación. Han vivido despedidas duras, celebraciones inesperadas y regresos que parecían imposibles. Para Anna, continuar el legado de su padre implica sostener ese universo emocional sin perder precisión clínica.

Un reconocimiento como guiño al pasado

El premio recibido este año por parte de la Policía Nacional es, de alguna manera, un homenaje doble: al trabajo actual de Anna y su equipo, y al compromiso fundacional de su padre, que fue quien inició todo. No se premia una operación concreta, sino una forma de trabajar. La que mezcla profesionalidad y humanidad, técnica y entrega, ciencia y afecto.

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Anna posa con el diploma junto al subinspector Reina. Shootori

Lo que nació como una colaboración puntual se ha convertido en una alianza indispensable que atraviesa generaciones, carreras y vidas -humanas y caninas- en Alicante. Los agentes de la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional de Alicante han confiado al centro Veterinario Leuka lo más delicado, sus amigos. Están en buenas manos.

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