«Mi hija se trastornaba cada vez que iba a la cocina»
Pau cuenta la intensa experiencia de su hija Joana, a quien se le diagnosticó anorexia a los 15 años: «su vida corrió peligro, estaba tan débil que apenas se tenía en pie»
La siguiente historia empieza con un accidente. Joana tenía 15 años cuando sufrió una rotura del ligamento cruzado mientras esquiaba con sus compañeros de instituto. La lesión la apartó momentáneamente de la natación, una práctica a la que se dedicaba en cuerpo y alma, y que la llevó a competir en finales provinciales. Aquel desafortunado percance tuvo otra consecuencia para Joana: fue el detonante de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
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«Estábamos a oscuras; no sabíamos qué hacer ni cómo actuar». Así relata Pau, quién prefiere no desvelar sus apellidos, su reacción tras conocer que su hija padecía anorexia, un trastorno que ha acompañado a Joana durante los últimos dos años.
Si bien es cierto que la lesión coincidió en el tiempo con las primeras manifestaciones de la anorexia, Pau asegura que la preocupación de su hija por el físico empezó mucho antes. «Hablaba constantemente de las 'influencers' que seguía por redes sociales. Muchas de ellas son modelos con una belleza ficticia y que tienen una influencia bestial en la gente joven. Mi hija pudo ser víctima de una de ellas».
El parón de los entrenamientos por la lesión, junto a esa presión por su cuerpo, supusieron un cóctel perfecto para que la salud mental (y física) de Joana se empezara a deteriorar. «Perdió mucho pelo, las manos y las plantas de los pies se le volvieron amarillas de tanto comer verdura, bajó de peso de manera alarmante...».
Durante los primeros estadios del trastorno, Joana erradicó de su dieta el azúcar, la carne, el pescado, los lácteos, y prácticamente todo lo que no fuera fruta o verdura. Pau cuenta que la vida de su hija llegó a correr peligro: «iba buscando sillas por todos lados porque estaba muy débil y no se tenía en pie. También perdió el periodo (amenorrea), el cual aún no ha recuperado».
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Durante los primeros estadios del trastorno, Joana erradicó de su dieta el azúcar, la carne, el pescado, los lácteos y prácticamente todo lo que no fuera fruta o verdura
Ante tan alarmantes señales, a Joana se le diagnosticó anorexia aguda. «El psiquiatra solo necesitó verla entrar por la puerta para darse cuenta», asegura el padre. La menor fue derivada inmediatamente al Centro de Recuperación Emocional y Alimentaria (CREA), integrado en el parque científico de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
Dos años ha estado Joana acudiendo a este centro, con una frecuencia diaria durante el primero de ellos. La ayuda de un equipo multidisciplinar (compuesto por profesionales de la psiquiatría, psicología, o nutrición) hicieron que la asiduidad de estas visitas fuera cada vez menor.
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«Allí estaba controlada y tenía una rutina muy estricta. El drama llegaba al volver a casa. Mi hija se trastornaba cada vez que iba a la cocina o al supermercado. Y cuando cenaba, se metía en su cuarto a dar golpes en la pared, rabiosa por el hecho de haber comido». La situación llegó a empeorar tanto que estuvo a un paso del internamiento en la unidad de TCA del Hospital de Sant Joan.
Uno de esos momentos críticos vino en la Navidad del pasado año, un periodo caracterizado por las copiosas comidas familiares. «Por aquel entonces llevaba un año en tratamiento y le habían dado cierta autonomía alimentaria. Las fiestas la hicieron recaer».
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Tendencia a la cronicidad
Habiendo cumplido 17 años, Joana ha recibido recientemente el alta del centro ilicitano, aunque está sometida a seguimiento por parte de la Unidad de Salud Mental del Hospital de Alcoi, ciudad en la que reside junto a su familia.
«Joana se encuentra mucho mejor, aunque estos trastornos mentales tienden a la cronicidad. Es importante que disponga de los mecanismos necesarios para controlar la enfermedad, y pedir ayuda en caso de que se descontrole», afirma Pau.
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