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Julio y Javier, dueños del mesón posando en la barra del restaurante fundado en 1988

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Julio y Javier, dueños del mesón posando en la barra del restaurante fundado en 1988 Shootori

Un rincón del mar en San Gabriel

Javier y Julio Yanci, segunda generación del Mesón Marinero, siguen con la tradicional manera de cocinar el pescado que le enseñaron sus padres

Sábado, 4 de febrero 2023, 21:00

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Cuando uno pasea por las bajas casas del barrio de San Gabriel encontrará una que llama la atención. Un pesado y alto portón de metal contrasta con las puertas de madera de la estrecha calle. Dentro del local, se encuentra un trozo del Mediterráneo: el Mesón Marinero.

Un restaurante de los de siempre. Comida abundante y un trato cercano. Mesas de madera, decoración marítima y fotografías de la familia inundan el pequeño pero acogedor salón de este local que abrió sus puertas en 1988 de la mano de Eduardo Yanci y Alicia Meneses. Casi 35 años después, son sus hijos, Javier y Julio, los que, con orgullo, gestionan el Mesón Marinero.

Con la familia como gran pilar, este mesón tiene varias particularidades, pero la que más destaca es su manera de cocinar pescado. «Nosotros ponemos medio kilogramo por persona», explica Julio, cocinero y hermano mayor de Javier. Y es que en este restaurante del barrio de San Gabriel trabajan el producto de manera tradicional. Platos enormes para compartir entre varias personas.

Una manera de trabajar que trajo su padre del norte, de un pueblo de Cantabria llamado Castro-Uridales. «Mi padre tuvo un accidente en una fábrica y con 58 años compró el local con la indemnización para sacar a la familia adelante», explica Javier, jefe de sala, sobre como empezó el mesón marinero.

En el Mesón Marinero predomina el pescado grande, sin manipular

Las fotos de Eduardo Yanci se funden con los cuadros y la decoración marinera. «Mi padre el montó el local, la puerta de entrada, las estructuras, la barra... todo lo hizo él», explica el menor de los Yanci, quien resalta que cogieron las riendas del restaurante para «no dejar en el olvido algo tan bonito».

Una manera de trabajar basada en la tradición

Del mar a la mesa. Nadie conocía mejor el mar que Eduardo, marino de profesión durante 20 años. Todo lo que hacen, lo aprendieron de sus padres. Hasta el punto que, desde hace poco, recuperaron esa manera tan característica de servir el pescado.

«El hecho de recuperar la carta que ellos hacían y trabajar la manera de ellos es todo un orgullo», relata Javier, quien reconoce que era algo que querían hacer desde hacía tiempo, pero no lo llevaron a cabo hasta después del confinamiento, cuando los clientes comenzaron a demandar la carta.

Foto de Eduardo Yanci, fundador junto con su esposa Alicia, y una foto familiar en una playa
Foto de Eduardo Yanci, fundador junto con su esposa Alicia, y una foto familiar en una playa Shootori

«Antes teníamos unos menús, pero ya hemos recuperado toda la carta que trabajaban ellos», asegura el menor de los hermanos. Corvina, Urta, Rodaballo o chipirones en su tinta son tan solo algunos de los productos que se pueden disfrutar en el mesón.

Unos platos que recuerdan a los de la primera generación, tal y como se lo hacen saber las personas que han vuelto a frecuentar el mesón. «Hemos recuperado clientes antiguos que dicen que lo estamos haciendo igual», asegura Javier, quien, con una amplia sonrisa resalta que «es una pasada».

Los hermanos Yanci, en la entrada del Mesón Marinero Shootori

¿Rodaballo o besugo?

Julio y Javier, aunque trabajan codo con codo, también tienen sus diferencias. Julio se inclina por el besugo como su pescado favorito, aunque su plato predilecto para cocinar es «el salpicón de marisco».

Javier, por el contrario, opta por el rodaballo porque «es un plato de mi madre». Para el menor de los Yanci, su sensación favorita es cuando lo sirve en la mesa. «Cuando llegas con el pescado entero, la gente se queda asustada», explica.

«Ver que todo esto fue una idea de nuestros padres es una gozada, y continuar con ello es un orgullo tremendo», subraya el jefe de sala, quien reconoce que todavía la familia está presente: «Siempre consultamos a mi madre en las directrices del restaurante y los platos».

Una segunda generación que convierte el tópico «es más que un trabajo, es nuestra casa», en la realidad. «Lo mejor es que nos han dado la oportunidad de ganarnos la vida un trabajo con un negocio que abrieron para sacar adelante a la familia, y lo han conseguido», asegura Javier.

Un sitio distinto, de los de antes. Donde tradición y familia se juntan con juventud y ganas de continuar con un legado que, gracias a Javier y Julio, sigue más vivo que nunca en una pequeña casa de pescadores de San Gabriel, protegida por una pesada puerta de metal, que da lugar a un pequeño, pero asombroso rincón del Mediterráneo.

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