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Philippe Collin, en París EFE

«Hitler consideraba París destino obligado para que sus soldados se fueran de fiesta»

El historiador Philippe Collin novela la historia del barman del Ritz que fue testigo de la ocupación nazi de la capital francesa

Enric Bonet

Miércoles, 9 de julio 2025, 01:08

A Decenas de personas suelen hacer cola todas las tardes en uno de los laterales de la plaza Vendôme, en el centro de París. Allí esperan para entrar en el Ritz. Abierto en 1898, es un lugar apreciado por los turistas, sobre todo estadounidenses, para recrearse en el lujo de la capital francesa. Pero también se trata de un espacio idóneo para viajar en el tiempo. Gracias a Ernest Hemingway y su autobiografía 'París era una fiesta', el pasado de ese hotel perdura con la fuerza de la literatura.

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Como muchos admiradores de Hemingway, el periodista e historiador francés Philippe Collin (Brest, 1975) sentía fascinación por el Ritz. Su trabajo en la emisora de radio France Inter le permitió descubrir en 2002 sus habitaciones y pasajes cubiertos. De esa experiencia profesional heredó la costumbre de ir casi todos los domingos al bar del Ritz. Fue Colin Field, que llevó las riendas de ese lugar entre 1994 y 2023, quien le habló del primer barman del mítico hotel: Frank Meier (1884-1947), al que ha dedicado su primera novela.

'El barman del Ritz' se publicó el año pasado en francés y ha llegado a las librerías en castellano, de la mano de la editorial Galaxia Gutenberg. «Es una obra de ficción que transcurre en un marco de hechos reales», explica Collin sobre este libro ambientado en París bajo la ocupación nazi. La historia está narrada desde el punto de vista de Frank Meier, un inmigrante austríaco que descubrió el arte de los cócteles en un lujoso bar de Nueva York y obtuvo la nacionalidad francesa al haber combatido con la Legión Extranjera durante la Primera Guerra Mundial.

En una entrevista con este periódico en una de las zonas de bar del Ritz -abierta en 1934 por el mismo Meier, siendo entonces el primer local en París donde las mujeres podían beber alcohol en público más allá de los burdeles- este historiador de formación justifica su apuesta por el género de la novela histórica. «La ficción me permite profundizar en la psicología de los personajes y adentrarme en la habitación de Hermann Göring», el ministro nazi que vivió en el hotel, explica Collin, que ha conseguido en los últimos años un gran éxito con sus pódcast sobre personajes históricos, como Léon Blum o Simone de Beauvoir. «Me he disfrazado en la persona de Frank Meier para intentar comprender lo que sucedió», añade sobre la simbiosis entre autor, narrador y protagonista. Tras la rendición de Francia ante la Alemania nazi en junio de 1940, el Ritz fue uno de los primeros locales que abrió ese verano en la capital francesa debido a la supuesta neutralidad de sus propietarios, una familia burguesa de Suiza. «Eso lo convirtió en un pequeño teatro de la Francia ocupada. Había soldados nazis, miembros de la Gestapo, artistas -desde Sacha Guitry hasta el alemán Ernst Jünger- espías, miembros de la Resistencia…», recuerda el autor. Incluso Ramón Serrano Suñer, el ministro de Exteriores de Franco, aparece en uno de los capítulos.

¿El barman era judío?

«Adolf Hitler consideraba París como un destino obligado para que sus soldados se fueran de fiesta y descansaran», asegura Collin. Según este novelista, la sociedad parisina durante la Segunda Guerra Mundial resultó un lugar dicotómico en que «convivieron el lujo y las mundanidades con el hambre, miedo y la persecución de  los judíos». Sus dotes como historiador se notan en lo bien documentada que está su obra, a la que se le puede reprochar una falta de ambición estilística.   

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«Solo aparecen dos personajes que no existieron en realidad», afirma Collin. Reconoce, sin embargo, haber imaginado un detalle no menor: la condición de judío de Frank Meier. «No he encontrado ningún documento que lo pruebe realmente», admite. Aunque la Gestapo sospechó de ello y abrió una investigación, «hace pocas semanas recibí de parte de su familia un certificado de bautismo como católico», recuerda.

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