Los jóvenes alicantinos durmiendo a las afueras del riad donde se alojaban durante su estancia en Marrakech T.A

El terremoto de Marruecos vivido por alicantinos: «A escasos metros de nosotros estaba muriendo gente»

Un grupo de jóvenes de la provincia se encontraba de vacaciones en el país magrebí cuando ocurrió la tragedia | La expedición vivió en primera persona, desde Marrakech, el seísmo que ha ocasionado la muerte de más de 2.000 personas

Lunes, 11 de septiembre 2023, 07:24

Todo comenzó como un viaje entre amigos. Un grupo de jóvenes alicantinos se embarcó en la aventura de descubrir una de las joyas de la convivencia entre las culturas árabes, bereberes y europeas: Marruecos. Sin embargo, lo que estaba siendo un viaje enriquecedor se tornó en «una de las experiencias más traumáticas de sus vidas», aseguran los jóvenes.

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El viaje arrancó de manera idílica. Los jóvenes empezaron la travesía en Tetúan. De la 'Paloma Blanca' (sobrenombre de la localidad) se dirigieron hasta 'la ciudad azul', Chefchaouen, conocida con ese nombre porque las murallas que envuelven la región están pintadas de este color.

Fez y el desierto fueron sus siguientes destinos hasta aterrizar en Marrakech. Dos días en la ciudad insignia de Marruecos para recorrer el zoco y perderse en los innumerables puestos de joyas, artesanía y tejidos tradicionales o visitar la famosa medina, perla turística de la ciudad.

«Sentía que el suelo se movía en zig zag, a la vez que mis piernas»

Manuel Marhuenda

Ciudadano alicantino que se encontraba en Marruecos

Lo que no se esperaban este grupo de alicantinos es que la última noche que pasasen en Marrakech fuese a resultar un infierno. Sobre las 23:10 horas, uno de los alicantinos, Manuel Marhuenda, gira la cabeza hacia abajo. «En ese momento comencé a ver el suelo moverse en un efecto zig-zag, y a su vez, mis piernas», explica el joven para TodoAlicante.

El alicantino creyó que se trataba del metro. Segundos más tarde se percató de que él y sus amigos estaban viviendo un terremoto que ya se ha llevado por delante la vida de más de 2.000 personas.

«Mi instinto fue quedarme quieto», asegura. «Vi a toda la gente corriendo, pero estábamos en una plaza grande entre la medina principal y el zoco, por lo que pensé que lo más seguro era quedarse en el sitio», menciona Marhuenda.

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Sin embargo, dos de sus amigas no pensaron lo mismo. Las jóvenes salieron despavoridas en busca de cobijo en una casa. Presas del pánico, fue la primera opción que se les pasó por la cabeza. En ese instante, el muchacho alicantino sintió el verdadero terror: «Viví auténtico miedo al ir hacia mis compañeras, solamente de pensar que podría perderlas o que nos cayésemos debido a la avalancha de gente, me aterroricé».

«El escenario era surrealista», esgrime Marhuenda. «Bandadas de pájaros volando, muchísimo humo saliendo de una mezquita y un caos que impregnaba el ambiente», continúa Manuel. La plaza donde se encontraban los jóvenes pasó de ser un escenario alegre y calmado, a un campo de batalla donde la frase que imperaba era «sálvese quien pueda».

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Para su alivio, los 30 segundos que duró el seísmo acabaron con un final feliz. Medio minuto cree Manuel que fue el tiempo que transcurrió porque él sintió el temblor unos diez segundos. «Los 20 restantes estaba centrado en buscar a mis amigas», comenta el alicantino.

No obstante, ahí no quedaba la cosa. El grupo de Manuel estaba compuesto por 10 personas. Cinco se encontraban en la plaza, pero los otros cinco estaban en el riad donde se alojaban. «Estos fueron los que peor lo pasaron», asegura Marhuenda.

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El interior del riad donde se alojaban Marhuenda y sus amigos T.A

«Estando mis amigos dentro de la casa, se desprendieron partes del techo y la puerta del hogar se quedó atascada», explica. Marhuenda sabía que aún no había pasado el peligro. «Me inquieté porque si les llega a caer alguna parte del techo en la cabeza, podría haberles matado», recuerda.

Afortunadamente, la historia se saldó positivamente para ellos. Una vez contactaron con los miembros de la casa y se cercioraron de su seguridad, ya se quedaron tranquilos. Ahora tocaba decidir el plan de actuación. Los jóvenes, asistidos por las autoridades del lugar se desplazaron a una comisaría cercana «donde había muchísimos turistas», asegura Marhuenda.

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Desde allí, les indicaron que podían coger un taxi que rodease la Medina y llegar al riad para reunirse con sus amigos. Los jóvenes estaban dispuestos a recorrer el largo camino, pero el taxista no tenía los mismos planes: «El conductor nos dijo que si teníamos que morir hoy es porque estaba escrito», comenta Manuel. Esta fue la explicación que les proporcionó para saltarse las indicaciones de la policía marroquí y atravesar la medina, ya que la ruta era más corta.

«En ese momento no nos pusimos nerviosos. Pensamos que, después de todo, cuanto antes nos encontráramos con nuestros amigos, mejor», relata. A pesar de transitar por la ruta más peligrosa, el trayecto sirvió a Manuel y compañía para ser más conscientes de la situación. «En la medina vimos muchísimos edificios derrumbados, mucha gente en la calle e incluso heridos», comenta el joven.

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Sanos y salvos

A su llegada al riad todo era felicidad. El ambiente pasó de ser calamitoso a convertirse en alentador. «Por fin estábamos todos juntos. Hubo mucha emoción y muchos abrazos», recuerda dichoso el joven alicantino. Todos decidieron dormir fuera del riad, en la calle.

Durante la noche, Marhuenda vivió una de las situaciones que se le quedaría, para siempre, grabada en la mente. El joven se encontraba medio dormido, con una manta que apenas le cubría, cuando, de repente, se le acercó una desconocida a acomodarle bien. «Sentí como si una madre arropara a su hijo», esgrime con melancolía Marhuenda.

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La mañana siguiente transcurrió calmada y los jóvenes decidieron hacer tiempo en el riad hasta las dos de la tarde, para después embarcarse rumbo al aeropuerto. Durante el trayecto en taxi, Manuel divisó muchísima gente durmiendo a las afueras de la muralla y «techos improvisados con los que dar sombra a los ciudadanos», explica el joven.

Ya en la terminal, los jóvenes vivieron su última experiencia punzante. «El ruido de un avión al despegar es similiar al del terremoto». «La primera vez que oímos el despegue de uno, nos miramos entre nosotros creyendo que iba a ocurrir otra vez», menciona el alicantino.

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Una experiencia «para toda la vida»

El tiempo pasó y, pese a que el avión se retrasó, el grupo, por fin, logró retornar a casa. Sanos y salvos pero con un recuerdo que «les marcará de por vida», comenta Marhuenda. Sin ser todavía conscientes de la situación que acababan de vivir, sin duda, «lo mejor del viaje fue la solidaridad de la gente en momentos de tensión», ensalza.

Manuel Marhuenda y sus compañeros abandonan el país magrebí «enriquecidos pero con una experiencia traumática», subrayan todos. «No somos conscientes todavía de que a escasos metros de nosotros, estaba muriendo la gente», puntualiza Marhuenda. Por suerte para ellos, consiguieron salir airosos de la situación gracias a «la calma que mantuvimos en todo momento», sostiene el joven.

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