«¿Provem? Anem a provar. I fa cent anys que seguim provant...»

Un mundo volátil, de prisas, con el frenetismo tan inculcado que uno ya no recuerda tiempos en los que la pausa estaba al orden del día. Esa es la tendencia imperante en el mundo actual, en el que pasar varios años ligado a un proyecto es algo que cuesta horrores.

Entre las startups y las empresas emergentes que ahora vienen pisando fuerte, no hay que olvidarse de las que llevan toda una vida ya entre nosotros. A estas protagonistas se homenajeó durante la III Gala de Empresas Centenarias, que tuvo lugar en el Teatro Principal de Alicante. La honradez, los valores familiares y el esfuerzo han sido el santo y seña de los premiados a lo largo de su dilatada historia.

Negocios nacidos a base de prueba y error. Con muchos baches y contratiempos que tuvieron que superar las distintas generaciones. Y es que hubo una intervención que representó a la perfección este mensaje de estas empresas.

Virtudes y Dolores, tías abuelas de Vicente Giner, dueño de la carnicería más antigua de Alicante, abrieron el local en 1885 en el Raval Roig. Años más tarde, en 1940, sus nietos cedieron el establecimiento a sus primos, los padres de Vicente, que con valentía aceptaron el reto:

- Francisca: Vicent, ¿provem?

- Vicent: Anem a provar

"I fa cent anys que seguim provant". Así lo explicaba el carnicero del Raval Roig, que es sexta generación, y que explicó así como cada día es un nuevo reto al que se enfrentan este tipo de compañías, en las que reinventarse con el paso del tiempo es esencial.

Tan solo el 3% de las empresas familiares españolas llegan a la cuarta generación, mientras que la media de vida ronda los 40 o 50 años. "La empresa familiar es un negocio de sangre, porque se pasa de padres a hijos y porque pierdes hasta la última gota". Así las definió el presidente de la Cámara de Comercio, Carlos Baño, durante el certamen que organizaba junto con la Asociación de Empresas Familiares de la provincia de Alicante (AEFA).

La emotiva gala comenzó con unas palabras del alcalde alicantino Luis Barcala ensalzando la voluntad y el legado que muchas de estas compañías ya dejan. "Estamos trabajando para reconocer su labor bonificando un 50% el recibo del IBI", aseguró el edil, quien además añadió que cada empresa contará con una placa conmemorativa.

Muchas de ellas empezaron a inicios del siglo pasado, en garajes o bajos, en talleres o campos. Superaron guerras mundiales, civiles, posguerras, crisis e incluso pandemias. "Resiliencia y superación". Bajo estos dos factores clave definía la presidenta de AEFA, Maite Antón, a estas empresas.

"Son muchas las dificultades, desafíos y situaciones a las que se han enfrentado", continuaba la dirigente de la asociación, quien resaltó el esfuerzo para "transgredir la barrera del tiempo, esquivarlas con acierto y así trasladar su actividad de generación a generación".

Y es que los siete premiados, que ya se suman a las otras 16 empresas centenarias del selecto club, han hecho frente a infinidad de contratiempos. Fallecimientos inesperados, falta de materias primas por el racionamiento de la posguerra o traslados de la sede de la compañía son algunos de los baches que han tenido que superar estas empresas.

Los emotivos videos plasmados en la gran pantalla del teatro contaban las historias, los primeros pasos que los tatarabuelos de los actuales empresarios dieron sin ser conscientes de que un siglo después, sus descendientes recibirían un premio que no solo reconoce la historia y trayectoría, sino el esfuerzo que cada generación ha ido haciendo a lo largo de los años para mantener a flote los valores que se inculcaron en sus inicios.

Los aplausos del público se fundían con los discursos de agradecimiento de las distintas generaciones, que contaban anécdotas e incluso se emocionaban por los que ya no están. Una gala de emociones, de personas y, sobretodo, de nietos que han querido seguir con lo que un día empezó su familia, todo cien años antes.

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